Vicente G. Rivas
Manada de ¡Hijos de puta!
No me refiero a quienes en estos años han llevado a la ruina a miles de personas en España, Grecia, Portugal y en diferentes partes de esta Europa cuna de civilizaciones convertida ahora en una especie de régimen autoritario cuyo señor máximo es el capital desregularizado.
Si hablásemos de este país, tampoco es mi intención aludir a la clase política o al Gobierno actual que con sus medidas ha echado por tierra la ilusión de la gente, de los extranjeros que vinieron buscando un mundo mejor dejando a sus familias lejos y se encontraron con concertinas; de los jóvenes formados que ahora se van a la puta calle en el marco de un fenómeno que llaman "movilidad exterior"; de los no tan jóvenes que, por culpa de una reforma laboral que solo mira, se ocupa y preocupa del bolsillo de los poderosos, se ven con 50 años esa misma puta calle sin expectativas de futuro o de presente. Alguien, con la excusa de la crisis y el despilfarro, decidió un día que sobraban.
Dentro del actual panorama de 'optimismo ilusorio', no tengo interés alguno en insultar a ministros retrógrados que, utilizando una pretendida modernidad, regulan el derecho de la mujer a tomar sus propias decisiones. Son los mismos que tras dejar alcaldías arruinadas y travestirse de progresismo por un puñado de votos, muestran su verdadera cara y disfrazan el aborto de crimen. El propósito es contentar a una parte ultra ortodoxa de la iglesia a la que denominaríamos talibanes si hablásemos de las partes arábigas, persas o asiáticas del planeta.
Ni siquiera me apetece llamar así a quienes conculcan derechos ciudadanos (ganados tras décadas de lucha) con leyes mordaza en las que lo primordial es el bienestar y la poltrona de unos pocos frente a la gran mayoría indignada. Y esto aunque se escuden en camiones con chorros de agua, en policías armados hasta los dientes o en vigilantes de seguridad de empresas pertenecientes a familias de renombre.
Mi intención no pasa por dedicar la expresión a los que se dicen de izquierdas y se les llena la boca a la hora de defender y utilizar unos principios que traicionaron. Ni a aquellas que dejaron la siniestra del padre para situarse a la diestra, como mandan los cánones.
Hasta los Blesa, Méndez, Gayoso y compañía, que con su sabiduría económica han hecho tambalear un sistema que jugaba la Champions League y han provocado pérdidas de miles de millones a ciudadanos normales y corrientes únicamente para mantener sus 'preferentes' estatus, no se hacen acreedores de esta expresión. O aquellos amigos del alma, expresidente para más señas, que como otros amigos del alma que se 'quieren un huevo' parece que tiene bien enseñados a sus vástagos pensando en el futuro y en como dejarlo todo 'atado y bien atado'. Lo de los apellidos prominentes del admirado, Don Manuel.
Muchos pensarán en otra familia, también de alta alcurnia a pesar de no casar a sus hijas en El Escorial. Sus miembros se han afanado en sus tareas para 'coronarse' en aspectos económicos dudosos. La consecuencia: la cotización a la baja de esa Marca España que llevaban con "orgullo y satisfacción" por el mundo mundial. Tampoco.
Por mis pensamientos no pasa el destinar un calificativo de este calado a los que han hecho del periodismo su modo de enriquecimiento, a veces ilícito. Olvidada internamente su ideología liberal, han medrado a costa del erario público, con subvenciones y ayudas que sonrojarían a quienes en el siglo XIX dieron incluso su vida por esa doctrina.
Ni mucho menos voy a pararme en dedicar este insulto a aquellos que se han marcado como fin prioritario, y con la excusa de la crisis, el desmantelamiento de lo público, empezando por la educación y la sanidad, por el simple hecho de sacar tajada de operaciones económicas millonarias y aludiendo, de nuevo, a un liberalismo al que solo les une el prefijo 'neo'.
O la corrupción y sus protagonistas, con áticos en la playa o pisos de protección en Vallecas. Los eurovegas que iban a ser y no fueron; los que han decidido, como si de un estado aún más pervertido se tratara, que los que dependen de otros para vivir se mueran sí o sí, sin coste para el Estado claro. Los Bárcenas, las fiestas, el confeti y los 'jaguars en el garaje' sin saberlo.
A ninguno de los mencionados, sean personas, colectivos, partidos, empresarios, sindicatos o patronales, va dedicado el titular que encabeza este artículo, incluido Rajoyneitor y su nueva arma: el optimismo insultante.
Que nadie se lleve a engaño al leer un titular de este calibre. Quizás muchos esperen nombres y apellidos pero no voy a caer en la mala educación. Algo tan 'llamativo', por su contundencia y claridad, busca únicamente captar la atención del lector. Es un recurso bastante simple que intenta seguir la línea de lo que hoy hacen muchos de los periódicos y periodistas defensores de las esencias hispanas y que en otros países recibe el nombre de sensacionalismo.
Por todo ello, ruego encarecidamente que nadie observe o extraiga segundas intenciones. Insisto, es un recurso de 'mal periodista'. Si alguien piensa mal, allá él o ella.