JM Arceu
El último ballet
Todo el mundo ha oído hablar, en algún momento de su vida, de un cuento de hadas-ballet denominado El lago de los cisnes. No hace falta ser un experto en la materia para imaginarse esta obra como una de las grandes y memorables de la historia. Simplemente el nombre y la épica que le confieren el paso de los años y la tradición oral, provocan en ella un aura de esplendor y nobleza que, aun desconociéndola, la hacen tremendamente admirable.
Pero tranquilos, hoy no he venido a hablar de ella, ni de los complicados comienzos que tuvo, ni del valor político que supuso, ni entraré a discutir los cuatro actos que la conforman; ni si quiera voy a hablar de ballet. Hoy, después de mucho tiempo sin aparecer por aquí, voy a contaros una historia que terminó este sábado 27 de mayo. No es una historia de cisnes, pero sí de cisneístas. No está basada en un baile coreográfico de danza, pero sí en un deporte que se juega con las manos. Y no ha ocurrido en el Moscú del siglo XIX, sino que hemos tenido la suerte de vivirlo en Pontevedra, en algo más que la última década.
Antes de comenzar, quiero aclarar que esto es una anécdota real, pero mitificada. Es subjetiva y emocional; se basa en recuerdos que el paso del tiempo malogra en detalles, pero no en esencia. Es una historia que ha ocurrido, que muchos conocemos; que nadie me podrá negar, pero sí matizar o complementar. Pero es que yo no soy periodista ni redactor histórico, me dan igual los hechos exactos y los datos precisos, yo soy un pedante nostálgico que le gusta enfocarse en lo sustancial de los sucesos, en el valor sensitivo y atómico, en aquellos aspectos inherentes y simples que provocan la grandeza del puzle construido con pequeñas piezas que encajan de forma perfecta y harmoniosa.
Acto 1 – El azul por el blanco
Casi quince años atrás, todo comienza con un descontento racional de un grupo de amigos, todavía adolescentes, que abandonan un buque insignia para tripular una embarcación mucho menor; por la única causa de ser fieles al patrón en el que confían.
Era un grupo humano, de amistad y admiración, de abajo a arriba y de un lado a otro. Cinco nombres que hacen trasbordo, Kike, Andrés, A. Chan, Tanis y M. Simón, un nombre que espera en la nueva embarcación izando velas, P. Picallo; y el nombre que dirige a esta generación, Chan Padre. No todos han salido en las fotos y titulares de los grandes éxitos venideros, pero aquella decisión conjunta y de cada uno de ellos, aquella humilde visión y cambio de aires, supuso la alteración en la historia del balonmano pontevedrés, gallego y, especialmente, cisneísta.
Habían dejado el Teucro, héroe griego hijo de Telamón, por el pequeño Cisne que navegaba modestamente por los recovecos del Lérez. Decisión osada y sin ambición, con la simple bandera de amor hacia un deporte y la muestra de principios firmes y honestos en un mundo perverso, corrupto y artificioso.
Culmina con victoria en el derbi pontevedrés, clasificación al sector nacional y el punto de inflexión en esta rivalidad histórica.
Acto 2 – Primera parada
Verano de dos mil quince.
Tuvieron que pasar más de treinta años desde la última gran gesta blanquiazul, el ascenso a la categoría Plata del balonmano español. Tras años previos de consolidación y madurez por parte de nuestros protagonistas, alguno ya caído en batalla en el transcurso hacia el equipo senior, logran devolver al club a su mayor logro histórico; en Pontevedra, ante su afición, y con la humilde ignorancia de que lo mejor estaba aún por llegar.
Cabe destacar, en lo que confiere a esta historia, el trofeo a mejor jugador (A. Sánchez) y el peso, creciente y ya asentado, de los tripulantes exiliados tras cumplir varios años en esta embarcación (ya sin velas, a motor).
Acto 3 – Tocando el cielo, con mascarilla
Escenario atípico, histórico, sin precedentes. Ascenso raro, también histórico, sin celebración.
El covid-19, todos lo recordaremos; algunos con rabia, otros con pena, quizás haya alguien que le quite importancia, y algún otro que se ría pensando en ello. Pero este trastorno social y pandémico también dejó un inolvidable recuerdo en todas esas mentes que acudían al CGTD cada fin de semana.
Debió haber sido la fiesta cisneísta más espectacular de toda su historia, pero simplemente sucedió; de forma fría y extraña, sin euforia, pero con una satisfacción plena.
El núcleo, consolidado, forjado en Plata durante varios años, demostró valer todavía más de lo que se creía: Simón, Chan, Andrés, Picallo y, como principal refuerzo, la incorporación de otro amigo en el grupo, D. Chapela.
El Cisne alzó sus alas, esta vez, con firmeza y rebeldía, para sentenciar su ascenso a lo más alto y adueñarse, por fin, de todo el caudal del Lérez.
Acto 4 – Asentamiento y despedidas
La vida abarca lo mejor y lo peor, incluyendo toda esa gama de grises que van de un extremo al otro. El tiempo, batuta en mano, marca el ritmo y la sucesión de los hechos. Hechos inevitables que terminan llegando, por azar, por obligación o por naturaleza. Quiero decir, toda historia conlleva un inicio y un final, un disfrute del durante y un recuerdo para el resto de los días. Es a la vez lo bello y lo cruel. Pero la vida sigue, ya sin ti, ya con otros.
Recordemos, líneas atrás, aquella joven y humilde embarcación que se forjó entre amigos y el disfrute de una pasión. Realmente, estos dos pilares se mantuvieron inalterables durante el proceso; sin embargo, mirad todo lo que ha cambiado y cuántas cosas tangibles han conseguido. Es un resumen brusco e inmerecido para esta historia, pero el justo y necesario que yo me he visto obligado a contar.
El barco siguió zarpando los años posteriores, bajando y volviendo a subir, repitiendo éxitos. Nuevas caras, nuevos enfoques, nuevos objetivos. El cambio se consumó, se mantuvo, se volvió sólido. Pero llegó el final de la historia que os traigo.
Simón dejó la ciudad, continuó como pudo ese primer año en Asobal y terminó obligado a tocar tierra el siguiente. Fue el primero de los cuatro.
Andrés no dejó la ciudad, pero una lesión le alejó un año del juego y le lastró lo suficiente para decidir, después de haberlo logrado todo, apartarse y dejar paso a los siguientes.
P. Picallo más de lo mismo, lesiones, compromisos laborales, determinadas situaciones deportivas… abandonó el barco que le vio nacer y crecer durante toda su vida.
El último, hace unos días, A. Chan. Internacional con su país madre y uno de los máximos anotadores de la liga esta temporada. Ambiciones deportivas, personales, la búsqueda de nuevos retos y de conseguir el balance necesario fuerzan la última salida de esta generación.
La vida es esto, comienza con la inocencia de niños divirtiéndose, y se estampa con la realidad de los problemas adultos. Factores deportivos, laborales, económicos, relaciones sociales; todo se junta y se mezcla provocando el cóctel amargo de las despedidas inevitables.
Por último, no quiero olvidarme de todos los que también formaron y forman parte de estos éxitos, sentiros nombrados y valorados en estas líneas. Pero repito, esta es mi versión, mi sentimiento, mi particular homenaje. Es la historia que quise contar y que cuento. La de un grupo de amigos que cambió el rumbo de las cosas, a ritmo del lago de los cisnes.