Javier Vilas Eguileta
Señor Peter Pan
Una pelota viene botando hacia mí desde un parque. Hago un control zidanesco y la recojo con toda mi buena intención. Oteo el horizonte moviendo la cabeza cual dinosaurio velociraptor buscando a su propietario. Un chavalín vestido con la equipación del Real Madrid de Casillas (o quizás de Diego López) se acerca corriendo. Sonrío y le lanzo la pelota. ÿl agradecido y educadamente suelta un "gracias señor" y se queda mirando con sonrisa de Joker esperando una respuesta (unos instantes para mí eternos). Se da la vuelta y se va corriendo tan rápido como vino. Yo permanezco todavía inmóvil y sin saber qué decir, tan sólo hay una palabra que se repite en mi cabeza: señor.
Aquella palabra hirió mis sentimientos. Uno piensa que será eternamente joven como Peter Pan y que, a pesar de ir cumpliendo años, en el fondo es un niño que se está haciendo un poco mayor. Incluso aunque empiece a vivir de forma independiente, mientras no haya dibujado una línea recta descendente en su árbol genealógico, seguirá pensando que es joven, porque es todavía sujeto protegido y no sujeto protector, que es una mera diferencia de matiz en el lenguaje, pero una gran diferencia en la matriz para con el linaje.
Sin embargo, son este tipo de detalles, los que nos muestran que el tiempo pasa para todos, y que donde antes estaban otros ahora está uno, y donde estaba uno están otros: palabras como "señor" o "señora" (llegas tarde señora) de boca de un niño, hechos como calentar y estirar para practicar cualquier actividad física o que una noche demasiado alegre implique dos días de regeneración celular.
Si tú ya has padecido estos síntomas, sé bienvenido al grupo del "this is the end, my only friend, the end", pero también debes saber que aunque ya seamos señor o señora, de nosotros dependerá seguir siendo Peter Pan o Campanilla.