Juan de Sola
Toneladas de solidaridad
Las Organizaciones No Gubernamentales han pasado por una larga travesía del desierto en este agónico periodo de crisis económica. La imagen pública se ha devaluado, a un imponente ritmo, por el mero hecho de gestionar, en una gran mayoría, fondos procedentes de las administraciones públicas. El calificativo "chupa subvenciones" ya forma parte del diccionario de la calle. Es tan fácil escucharlo como difícil de oír. Aunque, estas alturas, es un hecho inevitable. No hay vuelta atrás.
Y, como todos los estigmas, no queda otra que soportar el injusto peso que la sociedad quiere que soporten las ONGs por las malas prácticas que unos pocos oportunistas han protagonizado a su paso por el mundo de la solidaridad. No hay cosa más insoportable que ver insolidaridad donde teóricamente se proyecta por vocación, compromiso y devoción.
En tiempos recientes, poco antes de la caída en barrena de nuestra economía, se aceptaba la apuesta política por mejorar la profesionalización del sector dedicado a los servicios sociales, cooperación y desarrollo. Es decir, Trabajadores Sociales, Educadores Sociales, Técnicos Sanitarios, Cooperantes o Economistas especializados en la gestión de lo social contaban con un respaldo político y colectivo que acabo por esfumarse con el paso del tiempo. "Fue un bonito sueño mientras duró".
Ahora, dicha profesionalización está en cuestión por los raquíticos presupuestos que presentan los ayuntamientos. Al parecer, con el voluntariado cualificado o no (eso no tiene excesiva importancia) es más que suficiente. Desgraciadamente, la cultura del apaño y el parcheo se ha impuesto con consistencia en los asuntos sociales. Y, así estamos, y así continuaremos mientras no cambie la percepción de la sociedad. No obstante, conviene no olvidar que el Bienestar se encuentra conformado por tres pilares básicos e irrenunciables: Sanidad, Educación y Servicios Sociales. Y estos últimos han acabado derivando en una atención útil y necesaria solo en casos de emergencia.
Pese a todo, son varias las ONG´s dispuestas a continuar con su labor y aportación a la sociedad, sean cuales sean las condiciones. El insistente empeño por proyectar solidaridad se ha convertido en el gran secreto de un trabajo que todo el mundo sabe y algunos osan a no reconocer. Un planteamiento que ha permitido continuar con vida a unas pocas organizaciones sociales y morir, en la sequia de la abundancia, a otras muchas.
Estos días hemos tenido constancia de una cifra que desnuda la realidad de nuestra sociedad y, a su vez, pone en valor la existencia de organizaciones como Cáritas. Desde esta entidad, se ha logrado distribuir veinte toneladas de recursos básicos para familias y personas en situación precaria o muy precaria. Y, dicen, todo gracias a la respuesta de los pontevedreses, quienes han sabido entender que la pobreza es una indigna pandemia que solo se combate con antídotos tan humanos como la solidaridad.