Javier Vilas Eguileta
El deporte del señor Gil y sus pollas
Así como en Austria el deporte nacional es el esquí alpino, pues el pirenaico siempre ha sido más complicado en ese país; en España, nuestro deporte nacional, es hablar sin tener ni puta idea (y así nos va).
Basta pasarse por la barra de un bar para poder escuchar discusiones bizantinas de todo tipo, en las que cada uno de los oradores suele creer que su opinión es dogma de fe. Y es que este tipo de conversaciones son más frecuentes cuando hay un refrigerio alcohólico de por medio, y lo que inicialmente era una charla amistosa se acaba convirtiendo en La Batalla de las Termópilas.
El tema económico es uno de los más recurrentes en este tipo de simposios. Con un par de principios básicos de economía (o sin ellos), cualquiera se las da de Adam Smith o Stuart Mill y cree tener la solución a la coyuntura actual. Todo sea por tener su minuto de gloria.
Otro muy frecuente es el tema judicial. Debe ser que los jueces de este país trabajan por amor al arte, porque el español medio dicta sentencia sin necesidad de sumarios ni de investigaciones más perentorias.
Siguiendo este hilo judicial, una vez leí que en el siglo XVII hubo un fiscal del Consejo Supremo de Castilla que se llamaba Don Baltasar Gil Imón de la Mota. Al parecer, el señor Gil, solía acudir a los actos oficiales y ceremoniosos con sus dos hijas, con el fin de casarlas con algún aristócrata, dado que eran poco agraciadas y un poco tontunas ellas. Por aquellos tiempos solía utilizarse el término "pollos o pollas" para referirse a los hijos, por lo que era común que la gente comentara "ahí viene el señor Gil y sus pollas" y de ahí se dice que puede venir el famoso insulto tan utilizado hoy en día.
Y es que parece que todos somos economistas y jueces pero también un poco gilipollas.