Javier Vilas Eguileta
El índice de Zuckerberg
Hola, me llamo Mark Zuckerberg y soy el director ejecutivo de Facebook. Para entendernos, el que corta el bacalao en el tinglado.
Hace unos días rompí un cerdito hucha que tengo (tenía) y con el dinero que había dentro, le compré a un señor ucraniano llamado Jan Koum su sistema de mensajería, que es la base de las relaciones humanas en la actualidad: Whatsapp.
Hoy, 22 de febrero de 2014 (sábado pasado), me he despertado en mi casa de Palo Alto en California, he bajado al garaje, y con mi dedo índice le he dado al Off al interruptor que conecta el sistema. Esto ha provocado una reacción en cadena a nivel mundial asombrosa.
Las personas han empezado a utilizar el teléfono para la finalidad con que fueron creados, que era hacer llamadas de voz. Supongo que esto habrá hecho regocijarse en su tumba a Graham Bell, quien dudo que en el siglo XIX inventara (o más bien patentara pues el inventor es Antonio Meucci) el aparato con el fin de mandar fotos de Julio Iglesias a sus colegas, sevillanas o monitos haciendo el aserejé/macarena.
Seguramente también habré causado alguna discusión sentimental del tipo "no te llegan los mensajes, has desconectado los datos, qué andabas haciendo", pero yo tampoco tengo la culpa de las teorías conspiratorias de los demás. Ya tengo suficiente con las que me acusan de robar la idea original de Facebook.
Incluso es posible que algún anormal, en otra parte del mundo, haya decidido escribir una columna sobre este hecho.
La verdad es que algo no debe cuadrar bien si con el solo movimiento de mi dedo puedo influir en el comportamiento social de medio mundo. Es lo más parecido a jugar a ser Dios. Sabía del poder de mi índice bursátil, ahora, también sé el del táctil.