Beatriz Suárez-Vence Castro
Tiempo de bufandas
El 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro y en Madrid en el Paseo de Recoletos se le coloca a la estatua de Ramón María del Valle Inclán una bufanda. También a la estatua del escritor en la Alameda de Santiago de Compostela le han alegrado su atuendo esta semana con una bufanda roja, más llamativa que la clásica, blanca, de su gemelo madrileño.
Ambos actos, con más repercusión pública y mediática el de Madrid que el de Santiago (a pesar de haber sido Galicia la patria del autor) quieren recordar la figura de Valle Inclán como símbolo del arte del escenario, gracias sobre todo a su obra más representativa: Luces de Bohemia. El protagonista de esta obra, Max Estrella es un pobre poeta ciego que intenta sobrevivir y hacer sobrevivir a la poesía en la España opresiva de la Restauración que muestra una realidad deforme.
Esta sociedad grotesca que Max consigue ver mejor con sus ojos ciegos que aquellos que pueden verla realmente, ha convertido a Valle en el creador de un género literario-teatral: el esperpento.
A pesar de estas bufandas con que lo abrigamos en un marzo que por fin se muestra clemente en cuanto a la temperatura, debe estar temblando Don Ramón María.
El panorama social en general y el del teatro en particular de esta España actual empieza a parecerse al espectáculo terrible que nos hacía ver, en su ceguera, el poeta Max.
Los teatros están cada vez más vacíos a pesar de que necesitamos la reflexión, la emoción, la evasión, el instante mágico que el teatro consigue proporcionar. Estamos deseosos de que nos cuenten que otra realidad es posible y sin embargo, no vamos al teatro porque ahora mismo se ha convertido en un lujo.
España vuelve a matar a Max Estrella, el poeta furioso que odia la sociedad en la que vive porque es opresora del débil.
No podemos dejar que lo haga. Leamos libros, vayamos al cine y sobre todo, llenemos de nuevo los teatros. No renunciemos a los sueños. Es tiempo de arroparnos unos a otros, de no dejarnos morir de frío, de ponernos simbólicamente una bufanda como la de Valle Inclán. Hay que volver a creer aunque sólo sea por un momento que todo es posible.
Algunas veces los lujos se vuelven necesidad. Si dejamos apagarse las candilejas, nadie va a venir a salvarnos del aburrimiento, de la tristeza. No podremos espantarla todos juntos en un espacio común, sufriendo por lo mismo, riéndonos de lo mismo al mismo tiempo. Ese pequeño milagro de unión y de fuerza se produce en un solo sitio: la sala de un teatro. Y es tiempo de creer en los milagros.
Recuérdenlo, este mes de marzo, no se dejen engañar por este sol breve. Es tiempo de bufandas.