Javier Vilas Eguileta
Cristóbal Colón y los glóbulos rojos
A cada poco en las redes sociales, aparece un jueguecito que se pone de moda: descubrir tu edad cerebral, descubrir quién tiene más compatibilidad contigo... Todos tenemos afán por descubrir algo; llevamos en los genes un alma de Cristóbal Colón, quizás porque no sea una persona tan lejana a nosotros (los de Pontevedra).
El último juego consiste en saber qué fuimos en nuestra vida anterior. A mí, personalmente, no me hace falta averiguarlo, sé que fui glóbulo rojo. Sí, sí, esos que cargan en la hemoglobina o "chepa" as bolas máxicas de oxígeno y las distribuyen por todo el organismo.
Recuerdo una noche en que nuestro jefe (el cuerpo donde trabajaba y vivía) salió de marcha. Me avisaron a través de estímulos otros glóbulos rojos, porque lo del Whatsapp no se llevaba, nos comunicábamos a través de conexiones neuronales; una cosa muy rara. Y allá que fuimos todos los eritrocitos (nuestro nombre más cool) al estómago, porque sabíamos que no pararían de servir alcohol gratis.
Al principio nos pusieron algo de comida y cerveza, todo bien, hasta que llegó sin avisar aquella ola de tequila, culminada con aquellas gotitas de sal y limón. Me puse hecho un cromo. Tuve que aguantar las carcajadas de los malotes de turno (los hay en todos lados): los glóbulos blancos, con sus camisetitas petadas de blanco, creyéndose los salvadores del mundo, con sus defensas, sus pechitos y esa aureola de actimel.
Haciendo oídos sordos a sus provocaciones, compartí conversación con una simpática plaqueta. Trabajaba en una herida en el brazo y había visto como algunos de mis mejores amigos se habían precipitado al exterior en aquella trágica hemorragia.
Una cosa llevo a la otra y al final acabé acompañándola al brazo. Tuvimos una intensa relación de un par de meses, en la que viajamos a través de todo el cuerpo. Yo también tenía afán por descubrir nuevos tejidos, y de ahí que fuera conocido como Cristóbulo rojo.
Un día, ella, decidió poner fin a todo aquello. Lo pasé realmente mal y estuve sumido en una gran depresión, pero lo que más me dolió, fueron aquellas últimas palabras que me dedicó con sorna y al estilo Matías Prats: "quiero dejarlo, lo siento... La vida es así".