"La sociedad actual cambió muchos aspectos de cómo los gallegos interactuábamos con la muerte y los muertos. Se puede decir que hoy vivimos de espaldas a la muerte y eso tiene graves problemas". Esta es una de las máximas a las que llega el antropólogo Rafael Quintía, invitado a este Cara a cara de PontevedraViva Radio. "Yo entrevisto a mucha gente y me cuenta cómo interactúa con las ánimas, cómo ve o lo interpreta y no tengo por qué dudar de lo que me cuentan".
"Algo que llama la atención de quienes vienen a Galicia es la proximidad de los cementerios a los núcleos de población. Esa proximidad de vivos y muertos era normal. La cantidad de petos de ánimas que había en los cruces de caminos, los miles de cruceiros que hay por el país", recuerda. Sin embargo, hoy en día "parece casi que hasta está mal visto morirse y mostrar el dolor por esa muerte".
Habla de tradiciones como el "bolo das ánimas"; un bollo de pan que se subastaba en las puertas de las iglesias y con ese dinero se pagaban misas a las ánimas; las "espigas das ánimas"; que se guardaban como elemento curativo para el ganado. Ritos que servían para "ayudar a las ánimas y devolverles los favores que hacen". Otras costumbres, más o menos desvirtuadas, perviven como os calacús, el samaín o los mismos magostos.
Hay ánimas buenas y malas "como las personas. Unas pueden volver a ayudar y otras a solventar una injusticia o algo que les quedó pendiente". La cultura tradicional habla de que hay fechas especiales en que las ánimas "pueden volver a este mundo. Pueden hacerlo de forma colectiva, como sería la Santa Compaña; o de forma individual con su aspecto humano como un ánima, o en forma de animal como las avelaíñas o abejas",explica Rafael Quintía.
"La muerte siempre avisa antes de llegar" recoge la tradición, y en Galicia se habla de sonidos de piedras o arenillas en el tejado, golpes en la puerta a horas intempestivas, olor a incienso o a cera, que una gallina cante como un gallo, que un perro aúlle como un lobo, que las campanas lloren...