Casi cuarenta pontevedreses que vivieron el horror de los campos nazis buscan su hueco en la historia
Por Alejandro Espiño
Al menos 38 pontevedreses vivieron en sus carnes el horror de los campos de concentración nazis. Son los casos que están documentados. La mayor parte de ellos, abandonados y repudiados por la dictadura franquista, no lograron salir de allí con vida y los que lo hicieron -catorce- jamás pudieron curar sus cicatrices físicas y, sobre todo, emocionales.
Ahora, un proyecto de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) en Galicia pretende rendirles recuerdo, reconocimiento y homenaje. La investigadora María Torres está llevando a cabo la búsqueda de documentación de los deportados de la provincia de Pontevedra, con el propósito de sacar a la luz las historias personales de estas víctimas olvidadas del Holocausto que, el franquismo primero y la democracia después, enterró en las sombras.
A través de la página web http://www.buscameenelciclodelavida.com y del correo electrónico deportadosgalicia@gmail.com, han hecho un llamamiento para localizar a los descendientes de los pontevedreses que fueron enviados a los campos nazis de Mauthausen, Buchenwald, Neuengamme o Sachsenhausen para recopilar estas historias.
María Torres, entrevistada por PontevedraViva, ha explicado que este trabajo de investigación comenzó hace unos tres años con la búsqueda de trece deportados vigueses.
Reconoce que no está siendo fácil reconstruir la historia de estos pontevedreses porque la mayoría de sus familias "ni siquiera saben que acabaron en esos campos de concentración", por las circunstancias "especiales" que vivió Galicia durante la guerra civil, que hizo que el golpe de Estado "les pillara fuera" o que fueran obligados a enrolarse en el ejército franquista.
"Gran parte de las familias tienen en su memoria que desaparecieron durante la guerra y no saben dónde acabaron ni cuál fue su destino", asegura esta investigadora. La mayor parte de ellos, dados por muertos por sus allegados, había desertado al ejército republicano y, tras el fin del conflicto bélico, se exiliaron en Francia y fueron arrestados por las huestes nazis.
Así, Torres lamenta que esté siendo "muy difícil" localizar a familiares que sepan "algo sobre el periplo de estas personas" para poder reconstruir sus vidas. A ello se suma el arduo trabajo de consultar infinidad de archivos y documentos históricos, especialmente en Francia, Alemania y Estados Unidos para intentar saber qué fue de sus vidas tras el exilio. En España se puede acceder a documentación de su participación en la guerra de 1936, pero los archivos relativos a la II Guerra Mundial están clasificados.
En los casos documentados, según María Torres, "no hay un denominador común" y los deportados a los campos nazis tienen historias "muy diversas". Algunos de ellos, añade, ni siquiera tenían afiliación política o sindical, pero contrarios al golpe de estado de 1936, decidieron huir de España por miedo a las represalias de la dictadura.
Fue el caso, entre otros, de Marcelino Vila Álvarez, un marinero de O Grove que huyó en un barco atunero hasta Bretaña; del vigués Ricardo Rodríguez alias 'Meana', un futbolista que iba a participar en la Olimpiada Popular de Barcelona, suspendida tras el inicio de la contienda, y que decidió alistarse en el ejército republicano; o de Manuel Pérez Taboada, natural de Xeve y sastre de profesión.
Manuel Coto Martínez y Urbano Sanmartín Abilleira, de Marcón y Mourente respectivamente, fueron otros de los deportados a campos nazis, en su caso a Mauthausen, en donde coincidieron con el aprendiz de aeronáutica Macario Cortegoso Rodríguez, con Antonio Gómez Torres y con el fogonero Claudio Tizón Vázquez, los tres de la ciudad de Pontevedra.
Los que fueron liberados tras la caída de la Alemania nazi, catorce según los documentos oficiales, eran apátridas porque España "no los reconocía"
Todos ellos acabaron, por uno u otro motivo, en manos del ejército nazi. Cuando Alemania preguntó al régimen de Franco -que se había mantenido en la II Guerra Mundial en una falsa neutralidad- qué hacía con los españoles que estaban en los campos de prisioneros de guerra, la respuesta fue clara. "Les dijeron que fuera de España no había españoles", asegura Torres, lo que básicamente significaba que "podían hacer con ellos lo que quisieran".
Los primeros pontevedreses llegaron a los campos de concentración en agosto de 1940. Algunos tardaron poco tiempo en sucumbir a un sufrimiento inhumano -cuatro de ellos incluso fueron exterminados en el castillo de Hartheim, un centro de "eutanasia", tras sufrir experimentos médicos-, y otros aguantaron casi hasta el final de la guerra.
Los que fueron liberados tras la caída de la Alemania nazi, catorce según los documentos oficiales, eran apátridas porque España "no los reconocía". Acabaron asentándose en Francia y, los que pudieron, no volvieron a España hasta la muerte de Franco. Casi ninguno relató los horrores que habían vivido. "Muchos se sentían culpables por haber sobrevivido", explica María Torres.
Esta investigadora, además de dar a conocer sus historias, espera que este trabajo sirva para que los respectivos ayuntamientos de las víctimas "les hagan un homenaje" y reúnan a sus familiares. "Sería un justo reconocimiento", asegura la autora del estudio.
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