Indignación contra el cura de Lérez por impedir a una feligresa leer "el último adiós a mi padre"
Por Natalia Puga & Cristina Saiz
La vecina de Lérez Rocío Novegil Bértola vivió esta semana el que define como el día "más duro de mi vida", la muerte de su padre, y, para añadir más ingredientes al cóctel de sufrimiento, no pudo darle el "último adiós" como deseaba, pues, tras el funeral, quiso leerle una carta para despedir a su "héroe", pero se encontró con la oposición del párroco, que quiso evitar la lectura incluso utilizando la fuerza para sujetarla por el brazo.
El gesto del párroco, Don Crisanto, despertó una reacción de indignación entre los feligreses que estaban en el funeral, que le llamaron "sin vergüenza" dentro del templo y le acusaron de "falta de humanidad". En ese momento, la reacción de Rocío fue intentar leer igualmente el texto, sin interponer mayor oposición, pero, una vez superado el trance, ha decidido elevar su indignación y pedir a la Iglesia que tome medidas,
"No es la primera vez que actúa así", criticaba este viernes desde su casa Rocío, una afirmación en la que coinciden sus familiares más cercanos, que la respaldan y arropan en estos momentos y comparten que es "una vergüenza" su actitud, sobre todo teniendo en cuenta que impidió a una persona despedirse según sus deseos de su padre.
La crítica va dirigida directamente al cura párroco, que en el pasado ha protagonizado polémicas similares, pero quieren hacer partícipe a la institución, pues "representa a la Iglesia". "¿Dónde está la ética de los que dicen ser los profetas de Dios?", se pregunta. Añade que alguien tiene que "detener a esta impresentable persona" y que ella quiso dar el paso "por no haber respetado mi dolor".
Según relató a PontevedraViva, el día del entierro ya comunicó al personal de la funeraria previamente que había escrito unas palabras y quería leerlas tras el funeral y el personal ya reaccionó con cautela: "Uff, es Crisanto...". La reacción se confirmó que era acertada, pues cuando se lo trasladaron al cura, exigió leer la carta antes de dar la autorización y al final se negó a permitirle la lectura.
La respuesta del párroco fue que podía leer un párrafo que le marcaba en el misal, pero no su carta. La negativa no sentó bien a Rocío, que estaba pasando muy mal momento, y, terminado el funeral, no quiso aceptarla. Se levantó con el misal en la mano y, dentro la carta. Cuando lo abrió y se dispuso a leerla, el cura se le acercó, la sujetó del brazo y tiró de ella para arrebatarle el escrito e incluso la persiguió.
Ella no se detuvo, se dirigió a la zona donde estaba el féretro y quiso leerla, pero ni así lo consiguió. Según describe, la reacción del párroco fue pedir a la funeraria que retirase el féretro y saliesen de la iglesia, pero en ese momento, el resto de ferigreses salió en su defensa. Finalmente, consiguió poder despedirse, pero no como ella quería, pues estaba tan nerviosa que apenas podía leer.
Una vez finalizado el trámite, según le contó ya su familia porque ella no fue consciente, el cura cerró la iglesia "dando un portazo". En su opinión, "ha demostrado que calidad humana no tiene ninguna", por eso ha decidido denunciar lo ocurrido.