RADIO.- Lecciones desde el 'crisol de culturas' de Canadá a las aulas de Pontevedra
Por Natalia Puga & Marisa Ciordia
María Pasarín, Bea Somoza y Estefanía Obenza son profesoras en los CEIP Plurilingües de Conmeniño de O Grove, Riomaior de Vilaboa y San Benito de Lérez, respectivamente, pero durante el primer trimestre de este curso 2019-20 tuvieron la oportunidad de empaparse del sistema educativo de centros ubicados la cerca de 7.000 kilómetros, en Canadá. Se desplazaron durante un mes a distintos colegios de ese país en el marco del programa Piale, impulsado por la Consellería de Cultura, Educación y Ordenación Universitaria y que permite que el profesorado gallego realice itinerarios formativos para mejorar la competencia lingüística y comunicativa en lengua extranjera. A su regreso, compartieron su experiencia en el programa de PontevedraViva que acompaña esta información.
La integración suele ser una de las claves para mejorar la competencia en lenguas extranjeras y María, Bea y Estefanía pudieron comprobar su éxito en primera persona con motivo de su participación en este proyecto. Al mismo tempo que ellas acudieron un total de 40 profesores de otros puntos de Galicia y en otra fase del programa lo hicieron otros 40. Un total de 80 docentes en ese país este curso que, después de cuatro semanas integrados en distintos centros educativos (uno en cada colegio), regresaron y están trasladando entre el resto del profesorado y del alumnado gallego una experiencia que, en el caso de las tres maestras pontevedresas, repetirían con los ojos cerrados.
En su caso, además, durante su estancia allí hicieron piña con otros siete profesionales y juntos complementaron la experiencia de pasar las horas lectivas en distintas escuelas con viajes y experiencias dentro del propio país en sus horas libres que les permitieron completar el conocimiento de una sociedad que Bea define como "un crisol de culturas".
"Todas estuvimos en centros diferentes y estamos de acuerdo en que vivimos una multiculturalidade que seguramente en otro país europeo no me los podría vivir", destaca esta maestra destinada en Vilaboa que, desde su regreso, ya organizó varias actividades en el aula que le permitieron al alumnado de su centro compartir experiencias y formación con la chavalada del centro en el que estudió en Canadá.
Canadá forma parte de este proyecto porque a nivel educativo está en los primeros puestos del ranking de evaluación de Pisa, de manera que suele resultar enriquecedor conocer como educa sus pequeños un país con tan buen nivel educativo, pero también por esa riqueza cultural, pues el profesorado que se acoge al Piale suele trabajar enseñando una lengua extranjera en Galicia y resulta para ellos positivo ver cómo se trabaja en centros educativos de un país en el que conviven en una mismo aula "muchísimas nacionalidades y muchísimas lenguas" y en el que, tal y como explica María, "no solo celebran la Navidad, también otras festividades".
En general, una de las cuestiones que más llamó la atención y despertó la admiración de estas tres docentes pontevedresas fue ese "respeto a la diversidad", que en las aulas canadienses "son muy respetuosos". Pero también la manera en la que se trabajan las emociones. A pesar de que en el contacto con los niños, la relación es más aséptica, está más basada en el respeto y menos en las emociones y la relación directa que suele verse en las aulas gallegas, luego en la propia clase abordan con el alumnado la educación emocional.
A nivel de organización del sistema educativo, no notan muchas diferencias en cuanto a los niveles, pues, al igual que en Galicia, la educación no es obligatoria hasta los 6 años, la Primaria abarca hasta los 12 y es obligado para el alumnado permanecer escolarizado hasta los 16, pero sí que notaron diferencias en cuestiones como la cantidad de familias que optan por escolarizar sus niños más tarde. Así, en nuestro país el 99,99% de la población lleva a los niños la educación infantil a pesar de no ser obligatoria, pero allí el porcentaje es mucho menor.
María sí que notó que hay diferencias en aspectos como, por ejemplo, que la iniciación a la lectura "quizás sea más lenta" y a todas les llamó la atención (debatieron mucho sobre el particular) que tienen más interés en afianzar conceptos básicos y en lograr que los niños logren un espíritu crítico que en dar más y más contenidos.
Según trasladó Bea a su regreso, la frase que más llamó la atención al profesorado gallego fue que en su centro se decía mucho al alumnado: "estás tomando malas decisiones". No les decían que se estaban portando bien o mal, sino que su decisión era mala, como una "forma de hacerlo reflexionar" pues el objetivo es educar a los niños desde muy pequeños para que aprendan a tomar buenas decisiones porque si aprenden de pequeños, lo van a hacer en el futuro.
Así, según resumen estas docentes, frente al sistema gallego en el que hay más esfuerzo en dar más contenidos, en Canadá dedican mucho tiempo a las cosas, ponen mucho más énfasis en intentar que piensen y en reforzar los contenidos básicos. Después de analizar los dos sistemas, estas profesoras gallegas concluyen que puede que la clave del éxito de la educación canadiense sea esa, que "no tienen tanta prisa ni ganas de correr y dejan a los niños pensar", y consideran que quizás se pudiese importar parte de ese concepto a Galicia.
María, Bea y Estefanía notaron en sí mismas que regresaron de Canadá más calmadas y con espíritu para reflexionar y abordar su relación con los niños desde la tranquilidad y concluyen que "eso tenemos que reflexionarlo: primero, calmarnos nosotros porque así conseguimos que los niños se tranquilicen y luego reflexionar mucho y dejar a los niños pensar, reflexionar, que cometan errores". En ese pensamiento y en esa autonomía es donde el sistema educativo gallego puede mejorar, a su parecer.
A estas docentes en particular también les gustó mucho otro aspecto del sistema canadiense que creen que se podría estudiar para su implantación en Galicia, que apuestan por centros con espacios educativos más amplios, aulas que permiten la posibilidad de preparar más rincones y en las que hay más movilidad entre niveles educativos y clases como, por ejemplo, un centro en el que presenciaron cómo los profesores se organizaban para que los escolares estuviesen en la clase que quisiesen.
En esta línea, a Estefanía le llamó la atención que en su centro tenían un programa consensuado en el que todos los viernes sacaban a los niños a trabajar en contacto con la naturaleza, un paso "muy enriquecedor" en el que iban hasta el colegio familias, voluntarios o antiguos profesores y compartían con los niños. A Bea le gustó que en su centro, en la zona de primaria, tenían un 'Open Concept', todo abierto y, por ejemplo, en la biblioteca, que era el corazón del centro, al mismo tempo podían estar alumnos de distintos niveles, unos en sofás, otros en sillas mecedoras, algunos en bicicletas estáticas para los niños más activos y todos leyendo y compartiendo.
"Me encantó ver a los niños trabajando por todas partes, con una autonomía, un respeto por el espacio y por otros compañeros que aquí sería complicado hacer", destaca Bea, mientras que María señala que los niños con necesidades educativas especiales están integrados por completo en el aula y tienen recursos para que, por ejemplo, aquellos que tienen TDAH puedan dar renta suelta a esa hiperactividad saliendo al corredor o haciendo actividad física. En todo caso, en su centro sí que tenía una característica especial que era un aula específica para niños con autismo.
A su regreso de esa experiencia, en la que durante cuatro semanas se integraron en la vida escolar, aunque sin deberes lectivos, en centros de Canadá, están ya inmersas en la tercera fase del programa (la primera fue formativa y la segunda el viaje), que se centra en la difusión de la experiencia adquirida, y concluyen que el sistema educativo gallego tiene recursos y materiales suficientes, pero "siempre queda por mejorar" y una forma de hacerlo sería ser menos estrictos, respetar los distintos ritmos del alumnado y apostar por esos momentos que ellas vivieron en Canadá en los que, después de una clase, paraban un minuto para tomar aire y que alumnado y profesorado se relajase.