La perla que acabará en boda
Por Natalia Puga
Una joven pareja se sienta a cenar en un restaurante, pide ostras y, mientras las toman, en una aparece una perla. Aprovechando la coyuntura, y sin duda inspirado por lo extraordinario del hallazgo, el hombre le pide matrimonio a la mujer. La escena bien podría forma parte de una comedia romántica de Holliwood y, sin embargo, es real y se vivió en Pontevedra.
Ocurrió en el restaurante O Bioco de la calle Manuel Quiroga de Pontevedra en la noche de este viernes y sus propietarios, Mónica y Juan, comparten la historia emocionados. Con el permiso de los dos jóvenes protagonistas, relatan este tan poco habitual hallazgo en el interior de una ostra crassostrea angulata.
Para hacerse una idea de lo extraordinario de este hallazgo basta comentar que en este restaurante, de los pocos de Pontevedra que sirven ostras, llevan abiertas unas 47.000 ostras de esta misma especie, todas de banco natural y calidad excepcional traídas de la Ría de O Barqueiro, y solo han encontrado dos perlas, la primera en el verano de 2016 y otra este viernes.
Además, se pusieron en contaco con la cofradía de O Barqueiro para contárselo y las mariscadores les hicieron saber que no conocían ningún otro caso y que "estas ostras no son muy dadas a producir este tipo de fenómenos".
Según el relato de Juan Castiñeira, la perla mide 0,8 centímetros, tiene forma de lágrima y la pareja que la encontró tiene intención de llevarla a un joyero e inmortalizar tan extraño hallazgo en forma de joya para que forme parte del legado familiar.
La pareja no es natural de Pontevedra, pero Juan y Mónica les conocen porque suelen ir al restaurante con frecuencia a tomar boletus o marisco de la ría. Este viernes, pidieron seis ostras medianas de unos 120 o 180 gramos cada una y se sorprendieron mientras las tomaban porque se encontraron lo que les pareció en un primer momento "un cuerpo extraño".
Su primera reacción fue llamar a la propietaria, que en el primer vistazo confundió la perla con un diente. En cuanto se dio cuenta de lo que realmente tenía en la mano, avisó a su marido y se lo trasladó a la pareja que ya se había convertido en propietaria de la joya.
"El chico aprovechó para pedirle la mano a la chica", concluye Juan.