La necesidad de mascarillas que destapó neveras vacías y acabó tejiendo una red para llenarlas
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
Manuel no quiere dar su nombre real para que no se sepa la situación límite a la que ha llegado. Este vecino de Pontevedra tiene dos hijas de 10 y 12 años y, aunque nunca ha ganado para grandes lujos, tampoco había tenido dificultades para llegar a fin de mes. Hasta que llegó la pandemia del coronavirus, su trabajo en el sector de la hostelería le permitía cubrir todas sus necesidades, pero hace dos semanas se encontró con que todavía no había cobrado nada por el ERTE al que se vio abocada su empresa y, tras pagar los recibos de la luz y el agua, el dinero que tenía ahorrado se había acabado y "tan solo tenía un paquete de arroz blanco para dar de comer a mis hijas". Tuvo que recurrir a un grupo de ayuda solidaria que se ha ido tejiendo en las últimas semanas en la ciudad para cubrir las necesidades básicas de los más golpeados por la crisis.
El germen de esa red solidaria se encuentra en una necesidad de mascarillas que se detectó en los primeros días del estado de alarma. Con los equipos de protección individual agotados en las farmacias, en toda España surgieron iniciativas ciudadanas para elaborar mascarillas que ayudasen a proteger a la población de los contagios y Pontevedra no fue diferente.
En la ciudad del Lérez, tres vecinas, María Rey, Marga Soliño y Marieli Touza, detectaron que había quejas y preocupación de los vecinos a través de las redes sociales y, con la ayuda "inestimable" de una serie de costureras voluntarias, empezaron a elaborarlas y a distribuirlas de forma gratuita entre quiénes lo solicitaban.
Lo que empezó siendo una iniciativa sencilla para responder a una necesidad puntual acabó extendiéndose y, poco a poco, crecieron tanto el equipo de costureras -llegó a 25 y ahora está a punto de crecer con nuevas incorporaciones- como las personas que fueron demandándolas.
El sistema sigue siendo el mismo, peticiones a través de perfiles particulares de Facebook y Whatsapp y distribuciones puerta a puerta, pero el alcance de la red que han tejido es mucho mayor. Todo surgió por esa necesidad de dotar de mascarillas, pero ahora atiende todo tipo de peticiones, desde llenar las neveras que la pandemia ha vaciado a buscar ropa de bebé o llevar la compra a casa a personas mayores o con dificultades de movilidad.
La red tejida funciona gracias a la implicación de decenas de pontevedreses, pero tiene un eje indiscutible, la ex concejala pontevedresa María Rey. Tras semanas resistiéndose a hablar públicamente, y desde la humildad de querer atribuir el mérito a todas las personas que voluntariamente han puesto su grano de arena, finalmente ha dado el paso de explicar los entresijos de este grupo altruista de ayuda mutua.
Su teléfono móvil casi se ha convertido en una centralita 24 horas, por momentos parece que va a explotarle la cabeza de todas las gestiones que compatibiliza con su ocupación profesional al frente de una asesoría y es habitual que los ojos se le humedezcan de la emoción. Pese a todo, no se cansa de tocar en todas las puertas que se le ocurren y de reconocer que "Pontevedra es una ciudad que sobrevive por sí misma sin necesidad de ningún tipo de político de baja clase".
En esta última afirmación ya se traduce su estado de ánimo actual, totalmente desilusionado por la actuación de los partidos políticos con representación en el Concello de Pontevedra. Los elogios que le dedica al "trabajo maravilloso" de la red de costureras que, con el "boca a boca", han tejido y repartido ya unas 6.000 mascarillas se niega a dedicarlos a los concejales del municipio, con muchos de los cuales compartiócorporación entre 2015 y 2019, pues asegura que le han negado ayudas como gomas elásticas para las mascarillas confeccionadas y muchos ni el teléfono le han cogido, a excepción de la socialista Yoya Blanco, que "siempre está ahí".
Ese malestar hacia la clase política local no permite que se ensombrezca el objetivo de esta red de voluntarios que ayuda a engrasar. Aunque ella insiste en restarse protagonismo, su teléfono no para de sonar y en cada llamada surge una persona agradecida por ese trabajo. Volvamos a Manuel, el pontevedrés anónimo que dos hijas.
Ahora que ya ve cerca el final del túnel porque el 1 de junio espera empezar a trabajar y los cobros de su ERTE ya están al caer, pone el foco en que en las últimas semanas ha tenido constancia de que "hay mucha gente que no tiene para comer" en la ciudad y que, en su caso y en el de muchos a los que ha conocido estos últimos días, "la única ayuda que hemos tenido ha sido ella", que le ha ayudado a tener acceso a alimentos en un momento en el que la falta de ayudas públicas les estaba abocando a "pasar hambre".
Esa red inicial centrada en las mascarillas dio el salto a cubrir otras necesidades por su propia inercia, pues "cuando empezamos con el reparto, nos encontramos con todos problemas que había en la calle, que esa es la política local, estar en la calle viendo y conociendo las necesidades de primera mano y poniendo soluciones". Se encontraron, según explica María Rey, con que "un montón de pontevedreses y pontevedresas no tienen qué comer, no cobran desde febrero". Son "muchas familias de la clase media que llegaban a final de mes sin ningún tipo de problema y tienen las neveras vacías".
Mientras repartían mascarillas tuvieron constancia de estas familias sin ingresos, pero también encontraron parte de la solución, pues muchas de las personas a las que entregaban sus piezas se ofrecían a pagarlas o a hacer alguna aportación a cambio de un elemento de protección que tanto necesitan.
"Como nos querían dar donativos y no los aceptamos, empezaron a darnos alimentos no perecederos", explica, y con ellos fueron atendiendo al Banco de Alimentos de Monte Porreiro y repartiendo comida o haciendo compras de alimentos básicos. "Con eso, hemos ido haciendo una especie de red para ir cubriendo todas estas necesidades", resume.
De primera mano ha tenido conocimiento de 25 familias en situaciones complicadas para llevar un plato de comida a la boca, desde "necesidades de bebés a los que sus papás no le podían comprar la leche de primera toma" a "familias con medio pollo en la nevera y un paquete de arroz" o "inmigrantes que no tenían absolutamente nada de comer".
También llegaron a personas mayores que desconocían si eran enfermos de riesgo y que no salían de sus casas, "a los que nadie llamó desde el Concello de Pontevedra" y que, tras ese reparto de mascarillas, se encontró a vecinos que empezaron a hacerles la compra y a personas que vivían solas y tenían miedo de salir a la calle sin una mascarilla que en ese momento no había en las farmacias y nadie les hacía llegar.
Por el camino se encontraron, por ejemplo, con el caso de María, de nuevo un nombre ficticio. Con 40 años, una hija adolescente de 15, se quedó sin trabajo como camarera desde la activación del estado de alarma y sus únicos ingresos acabaron reducidos a una RISGA que se le agota en cuanto llega a su cuenta y tiene que pagar el alquiler y los gatos de luz, agua y alimentación.
Recurrió a Cruz Roja y al Banco de Alimentos, pero seguía teniendo necesidades sin cubrir que solo solucionó cuando, por mediación de esta red solidaria, alguien le hizo una compra anónima de productos como champú, papel higiénico, compresas, carne, pollo o friegasuelos.
"No habría subsistido", asegura. En su caso, además, la luz al final del túnel todavía no la ve y sabe que todavía necesitará ayuda durante mucho tiempo. Esa red estará ahí para ir buscando soluciones, como se buscaron la vida para encontrar telas para las mascarillas a través de donaciones de la empresa Tegal, del Hotel Galicia Palace, del albergue de peregrinos que gestionan Tino Lores y la Asociación de Amigos do Camiño Portugués y, de forma más reciente, la empresa Ence. O como han logrado donaciones como 1.300 kilos de pescado de Marfrío.
Porque, como insiste María Rey, en quién el enfado es más evidente cada día que pasa, "en Pontevedra a fecha de hoy hay hambre" todavía hay mucha red que tejer para seguir ayudando. Aprovecha para hacer un llamamiento a que todas las ayudas y manos que lleguen serán bienvenidas, y muy necesarias.
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