Tímida llegada de la 'nueva normalidad' a los parques: "No se podía venir porque el coronavirus es malo, sobre todo para los abuelos"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
Las risas han vuelto a los parques. Tras tres meses en los que a muchos les crecieron las hierbas hasta casi cubrir los columpios y el polvo y el abandono se adueñaron de sus elementos de juego, sus moradores habituales han vuelto a llenarlos de vida. Ha sido, en la mayoría de los municipios, muy tímidamente, con imágenes en las que las sonrisas de oreja a oreja convivieron con las mascarillas y cierto temor a lo desconocido, pero que tuvieron en común en ansia por aprovechar cada centímetro: "¡Tenía muchas ganas!", compartieron en el de Espiñeiro, en Sanxenxo, las hermanas Antía e Iria.
La 'nueva normalidad' que ha llegado este lunes a Galicia tras superar la fase 3 de la desescalada se ha dejado notar de forma especial en municipios como Sanxenxo, en los que por primer día en tres meses se han vivido escenas que casi parecían olvidadas y que, además, suponen un paso más de cara a un verano que llegará cargado de cambios, pero el sector turístico confía también que de visitantes. Mientras la playa de Silgar ha empezado a prepararse con la instalación de las parcelas que dividirán el arenal para convertirlo en 'anti contagios', en tres de los parques infantiles del municipio, y muy tímidamente, ha vuelto esa vida.
El decreto de la 'nueva normalidad' aprobado por la Xunta de Galicia autoriza a abrir los parques, si bien en municipios como Marín ya se estrenaron el fin de semana y en otros como Pontevedra o Poio deberán esperar unos días más. En Sanxenxo, se sacaron los precintos en tres de sus parques mientras que en el resto se están realizando tareas para su puesta a punto.
El de Espiñeiro, junto con los de Punta Vicaño y Vilalonga, vivió estas primeras horas de vida. En él jugaban Antía, Iria y con una amiga y, además de estrenarse en el parque tras tres meses, compartían su primera salida juntas en todo este tiempo. Antía, de 10 años, echó de menos poder dar volteretas y, nada más llegar, empezó a utilizar las barras de los elementos de juego mientras que Iria, de 6 años, tan sólo pensaba en las barras y las probó todas, una a una y siempre con la misma sonrisa en la boca.
Antes del confinamiento acudían a este parque "casi a diario", según señala su madre, Luisa, que cree que ya era hora de volver a recobrar estos espacios. "No vamos a quedar dos años en casa", reflexiona, partidaria de este "volver a la normalidad" paulatina y " con precaución", pues "tampoco podíamos quedar toda la vida metidos en casa".
Aunque el temor a las aglomeraciones le hizo elegir las horas del mediodía para el estreno de sus hijas en el parque, cree que tampoco hay que temer que los niños vayan a jugar, tan solo afrontar el momento con todas las precauciones. Ella se ha pasado el confinamiento trabajando en un supermercado y cree que "tampoco hay mucha diferencia entre trabajar y venir aquí".
A sus hijas las llevó muy preparadas para que tuviesen cuidado y sabían perfectamente que "no podíamos venir porque estaba el coronavirus". Igual de concienciada estaba su amiga de 6 años, ella fan de los toboganes porque "hay muchas formas de tirarse y te diviertes" y que disfrutó mucho de su primera tarde en la zona de ocio porque "hacía mucho tiempo que no podía venir"
El coronavirus es una enfermedad muy presente en cada conversación y ellas interiorizaron el temor al contagio y sus posibles consecuencias. "No podía venir por el coronavirus. Ahora no me acuerdo muy bien por qué, pero sé que es malo, sobre todo para los abuelos", señalaba mientras saltaba y reía sin parar la amiga de Iria y Antía.
A pocos metros, la misma sonrisa iluminaba la cara de Breixo, de 8 años, mientras saltaba en la cama elástica. En un parque con apenas niños, disfrutaba al máximo con su hermano Roi, de 5, que se quedó con las ganas de estrenar la pista de Skate de Portonovo, todavía cerrada. Llegaron a Sanxenxo a pasar el fin de semana en autocaravana junto a sus padres y ya no pudieron aguantar las ganas de saltar al terreno acolchado.
Viven en una casa en Salvaterra y el confinamiento allí lo llevaron "bien", según sus padres, pero ya estaban deseando columpiarse con libertad. Eso sí, como el resto de los usuarios del parque del Espiñeiro en su primer día de apertura, conjugando esas ganas de de jugar con la prevención.
"Claro que tenemos miedo, pero no puedes pensar eso, sino no sales de casa. Hay que actuar con cuidado y labar mucho las manos, ellos ya lo saben", explican sus padres. Ellos lo tienen asimilado: "hasta ahora no podía vernir por el coronavirus, porque me podía contagiar".
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