Tras la pista de la Covid-19: así trabajan desde Figueirido los rastreadores de la pandemia en Galicia
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
- Buenos días, xxx. Le llama xxx, del equipo de rastreadores del Ejército. Colaboramos con la Xunta de Galicia. En primer lugar, le comunico que la llamada va a ser grabada. Le llamo para hacer seguimiento de su caso.
La literalidad puede cambiar en función del caso y a partir de ahí, la evolución de la llamada la marcará la particularidad de cada uno de los interlocutores que hay al otro lado del teléfono. De este lado de la línea, la forma de proceder siempre será la misma. Estamos presenciando el trabajo de uno de los 30 primeros rastreadores del Ejército que este lunes empezaron a trabajar, en turnos de 10 para cubrir las 24 horas del día los 7 días de la semana, desde la base General Morillo de la Brilat en Figueirido en apoyo a los profesionales de la Xunta de Galicia.
Son los 'cazadores' de la pandemia, que siguen la pista a las personas contagiadas de Covid-19 en las cuatro provincias gallegas y sus contactos estrechos para, de esta forma, acorralar la evolución de la enfermedad. Para hacerlo, sus herramientas son un teléfono, un ordenador con acceso a las bases de datos de contagiados de la Xunta de Galicia y la formación que han adquirido desde la creación de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica (UVE) de las Fuerzas Armadas de apoyo a Galicia. En cada comunidad, hay equipos similares del Ministerio de Defensa, pero ninguno trabaja igual, pues sus metodologías y trabajos están adaptados a la realidad de cada territorio.
- ¿Qué nota usted? ¿Tiene síntomas?
Las preguntas, realizadas con todo mimo y empatía, indagan la evolución de cada paciente. Es el primer día de trabajo de este equipo y, de momento, hay 30 militares que realizan tareas básicas de rastreo haciendo seguimiento de contactos que ya han sido, previamente, contactados por la Xunta de Galicia. Es ya, por lo tanto, al menos la segunda llamada que recibe su interlocutor y ya está preparado para el cuestionario.
La misión de estos militares, que se ha bautizado operación Baluarte, la marca la Xunta de Galicia y, para cumplirla, deben seguir el protocolo que les han marcado desde Sanidade. Por parte del Ejército, el jefe de la UVE es el comandante Guerreiro y explica que la previsión es que esta primera fase de tareas básicas de rastreo vaya evolucionando.
La Unidad va a trabajar "de manera gradual", primero con 30 efectivos de al Brilat y otros 30 de la Armada y, en las próximas semanas, se irá incrementando el personal hasta más de 200 militares (120 rastreadores del Ejército de Tierra, 70 de la Armada y cuadros de mando) y las funciones hasta realizar tareas propiamente de rastreo de contagios.
De momento, hacen seguimiento a esos contactos, "les llaman, les preguntan cómo están, si siguen manteniendo la cuarentena..." y, de esta forma, garantizan que se guarden las cuarentenas y alertan a las autoridaes sanitarias si hay incumplimientos y si desarrollan algún síntoma o la propia enfermedad.
La Consellería es quién les marca los casos a seguir y, para ello, tienen acceso a un ordenador con el software específico de la administración autonómica y, durante la llamada, responden a una encuesta epidemiológica establecida. Una vez finalizada la conversación, cierran la ficha y, en escrupuloso cumplimiento de todas las leyes de protección de datos, no vuelven a tener acceso a ningún detalle más de su historial.
- Muchas gracias. Le volveremos a llamar para hacer seguimiento. Su cuarentena no acaba hasta el día xxx.
El guión a seguir es siempre el mismo. Las palabras, las propias que elija cada rastreador. Eso sí, lo que resulta imposible de fijar es la duración de la llamada, que depende de la situación de salud y las ganas de comunicarse del interlocutor. Así lo explica el capitán Martínez de Lagos desde la sala de trabajo del primer turno de estos rastreadores. En el primer día de este equipo en Figueirido se han dado conversaciones cortas en las que el paciente ha respondido casi con monosílabos al cuestionario y se ha despedido amablemente hasta otras que se han complicado porque tenía síntomas sobre los que había que indagar, dificultades de conversación o una personalidad más tendente a hablar largamente.
Si una característica es común a todas las llamadas es la empatía. Los militares que, de forma voluntaria, pidieron unirse a esta Unidad de Vigilancia Epidemiológica recibieron formación en Covid-19, rastreo y comunicación, fueron preparados para reconocer los signos y síntomas, ahondaron en cuestiones legales y sanitarias y conocieron técnicas de comunicación fundamentales para abordar a una persona enferma o con posibilidades de desarrollar la enfermedad, con la tensión y nerviosismo que puede suponer tal situación, y lograr servirle de apoyo.
Para formar parte de este equipo se prioriza a militares con perfil sanitario y, a mayores, reciben conocimientos sobre el virus, sus cuadros clínicos o factores de riesgo. Pese a todo, en cada llamada pueden darse particularidades y, para resolver posibles dudas, en el cuadro de mando de la unidad hay un comandante médico y, por cada equipo de diez rastreadores, un enfermero de apoyo.
En el primer turno de trabajo el apoyo lo dio el teniente Palma. En esta primera fase del trabajo de la unidades de vigilancia tan sólo se hace seguimiento a contactos, de modo que no es habitual que aparezcan cuadros clínicos complejos. En sus primeras horas de trabajo, "todo dentro de lo normal, no hemos encontrado nada raro", explica, aunque ya es consciente de que no siempre será así. Cuenta con la formación y la predisposición para resolver todo tipo de dudas. Las más habituales, según ha podido percibir, tienen que ver con la fiebre y con cuántos grados empieza a considerarse síntoma de Covid-19.
Durante sus llamadas, los rastreadores deben respetar de forma escrupulosa la intimidad del paciente y, para ello, reciben formación específica en aspectos relacionados con la protección de datos. El responsable de esta formación es, en la Brilat, el capitán Crespo, que les forma sobre cobertura legal y les detalla que los datos relacionados con la salud tienen una "especial protección".
En otras circunstancias, estos militares "no podríamos manejar este tipo de datos", pero en un contexto de pandemia y alerta sanitaria, el "interés público" prima y estos militares tienen autorización para recabar datos personales del paciente "en beneficio de la sociedad". De todas formas, nunca está de más dar esta formación y explicar a los rastreadores que, para cumplir su misión, se sigue la premisa de minimizar al máximo los datos personales solicitados, "estrictamente datos de salud relacionados con la Covid-19".
El capitán Crespo explica que los ciudadanos tiene la obligació de colaborar con las autoridades y, en respuesta de ese "interés común" deben facilitar todos sus datos de salud y contactos. La tónica general es de colaboración, pero, pese a esa obligación, siempre aparecen pacientes que se niegan a colaborar. En esos casos, sus órdenes son elevar la situación a la Xunta de Galicia, que maneja las situaciones más complejas.
La pandemia evoluciona y, con ella, las directrices a seguir. Buen ejemplo de ello es que este lunes, tal y como explica el comandante Guerreiro, han tenido que explicarle a los pacientes contactados que el período de cuarentena ha bajado de 14 a 10 días. El resto de indicaciones a dar en sus llamadas están "protocolizadas por la Xunta" y, a medida que estos militares vaya asumiendo más competencias, les indicarán datos como, por ejemplo, qué se considera contacto estrecho o a qué pacientes se les solicita la realización de una PCR.
Previsiblemente, llegarán a ese punto dentro de tres semanas, cuando tengan "la capacidad operativa plena", en "estrecha colaboración" con la Xunta y realicen seguimientos más complejos como los que llevan haciendo a nivel interno en Defensa desde marzo. De momento, siguen con sus funciones básicas y, como paciente o contacto estrecho, podrá recibir una llamada suya cada 2 o 3 días, según marque el sistema.
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