El "lujo" de estudiar rodeado de naturaleza, con solo 9 compañeros y atención individual
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
A Antía le toca ser la encargada de la clase y, como tal, se sitúa ante la pizarra y se sube a una silla. La rutina es bien conocida por todos. El primer paso es decir su nombre en palmadas. An-ti-a. Tres. A continuación, toca escribirlo en la pizarra. Todas las letras, tilde incluida. Cinco. Lo siguiente es poner la fecha. Martes, 23. Que no falte el tiempo que hace, dibujado a través de una nube con lluvia, y mucho menos dibujarse a sí misma. Para el retrato le ayudan sus compañeros: pelo liso y rubio, baja, delgada.
Pero faltan tres de las partes más importantes. ¿De forma de ser cómo es Antía? Cada compañero aporta: trabajadora, ayuda a los demás, alegra, simpática. ¿Cómo se siente hoy? "Feliz, porque me gusta saltar en los charcos de agua". ¿Cómo se siente el resto de la clase? Uno a uno le va preguntando a todos y encuentra respuestas tan emocionantes como la de Manu: "Feliz, porque cuando pase el coronavirus, Mario va a venir a mi casa".
En tan solo unos minutos, toda la clase ha trabajado las habilidades sociales y las emociones al tiempo que aprendían a escribir, leer y asimilar las sílabas de cada palabra, aprendizaje que les resultará crucial cuando avance en el estudio de la gramática.
La escena, muy similar a la que podría vivirse al inicio de la jornada lectiva de muchos colegios de educación infantil, se produjo este martes en la escuela unitaria de Romai, en Portas, y ofrece varios valores añadidos sobre la mayor parte de los centros de educación reglada: en clase son tan sólo 9, de modo que la interacción es total y la atención de la profesora, individual; están en un patio cubierto con mucho espacio para garantizar la distancia social y la ventilación exigidos por la pandemia de la covid-19; entre los compañeros hay escolares de 3,4 y 5 años, de modo que se enseñan unos a otros y aprenden las relaciones con personas de distintas edades y condiciones; en el exterior, el contacto con la naturaleza es pleno.
La experiencia, todo un "lujo" en palabras de su profesora, Monse Vaamonde, no dista mucho de la que viven otros 10 escolares en las cercanas unitarias de Curro y Lantaño. Los tres centros, ubicados en los municipios de Portas y Barro, comparten ADN. "Sobre todo, la cercanía con las familias y la relación que se establece entre los niños mayores y más pequeños; al convivir en distintos niveles, se ayudan mucho, los pequeño aprenden a respetar a los mayores y los mayores a cuidar a los pequeños. Comprenden que tienen otros tiempos y dificultades", resume Maika Rodríguez, profesora de Curro.
En estas tres unitarias no hay servicios que ayudan a la conciliación familiar como el Plan Madruga o el comedor escolar, pero, a cambio, ofrecen instalaciones "muy buenas" y una ratio de alumnos por profesora que, tal y como recuerda Maika, permite "individualizar, atender las necesidades de cada uno".
Además, no les falta profesorado, pues a la tutora se suma, en cada una de las escuelas, especialistas de Inglés, Audición y Lengua y Religión dos sesiones por semana; y su entorno privilegiado les abre la puerta a poner en marcha actividades impensables en centros ubicados en zonas urbanas o con mayor cantidad de alumnado.
"Es mi sueño, si eres maestra vocacional, lo que sueñas es poder atender a cada niño sin marchar para casa pensando que no hiciste el trabajo todo lo bien que querías"
En estas escuelas unitarias el alumnado ya tiene incluso botas de agua en el centro porque, durante el invierno, salir al exterior forma parte ya de su rutina lectiva. "Yo ya no entiendo la escuela sin tener un bosque o árboles cerca", explica Lidia Gómez, tutora de Lantaño que, tras varios años en otros centros de mayor tamaño, hace cuatro llegó a Lantaño y ya no concibe pedir otro destino, pues "es mi sueño, si eres maestra vocacional, lo que sueñas es poder atender a cada niño sin marchar para casa pensando que no hiciste el trabajo todo lo bien que querías".
Ese trato "más personal e individual" tanto con el alumnado como con las familias le permite saber qué necesita cada alumno y el entorno natural y ratio reducida le dan la oportunidad de enseñar con más tranquilidad. "No hay estrés", trabajan "con libertad de horarios" y pueden respetar los ritmos de cada alumno, proporcionándole "una educación lenta, en calma", diferente a la que se puede encontrar en otros colegios de gran tamaño en los que "a veces los niños no pueden procesar toda la información" para poder seguir el ritmo horario del resto del centro.
Para Lidia, el contacto con la naturaleza es "fundamental para el desarrollo" del niño y le da la opción de desarrollar actividades como filosofía en el bosque, en la que trabajan los pensamientos crítico, creativo y cuidadoso. Contar con un unas instalaciones amplias y dos aulas diferenciadas le dan la oportunidad de poner en marcha proyectos como la "filodanza".
Esta filosofía personal de Lidia y el entorno fueron dos de los motivos que llevaron a Mario y Camille escoger este centro a pesar de que cada día tienen que desplazarse desde Caldas de Reis a Lantaño. "El esfuerzo merece la pena", explica esta madre de dos pequeños que esta semana cumplen cuatro años.
En plena pandemia de la covid-19, Camille llama la atención sobre el hecho de que en muchos colegios resulta complicado aplicar los protocolos sanitarios y respetar la distancia social en clases con más de 20 alumnos, pero en este centro solo conviven 10 alumnos de 8 familias y pasan la mayor parte de la jornada lectiva al aire libre, "un lujo, y más ahora que nunca".
En las escuelas unitarias, "las ventajas son todas", sostienen los padres
Tanto pre como post covid, hay otra circunstancia que convirtió a Camille en defensora a ultranza de este tipo de centros educativos, su baja ratio de alumnos por aula, pues ella, como profesora de clases particulares de inglés, sabe por experiencia propia que "cuando hay demasiados alumnos, no se puede enseñar y no se puede aprende de la misma manera porque no hay atención personal. Eso es lo que aporta siempre la unitaria más que cualquier otro colegio".
La experiencia es enriquecedora para familias y alumnado y los padres lo notan en la cara de sus hijos cuando se despiertan con ansias por ir al centro y regresan con una sonrisa en la boca. En estos centros, "las ventajas son todas", insiste Nieves García, madre de un niño de la escuela de Curro. Ella misma estudió en ese centro y nunca se planteó elegir otro para su pequeño, que recibe una atención "muy especial" y realiza actividades impensables en otro entorno. En su centro, por ejemplo, tienen una huerta.
"No digo que sea mejor ni peor", reflexiona Monse, pero ella, tras 13 años en Romai, ya no se plantea otro destino que este en el que trabaja con sus alumnos en base a música, poesía, arte y un ritmo pausado que va adaptando el aprendizaje a variables como el tiempo que haga en el exterior o lo revolucionados que encuentre a los niños.
"En otro colegio no sé si puedes verlos revolucionados y sacarlos para relajarlos, echar a andar al monte", recoger hojas y trabajar valores como la auto imagen de cada alumno, "que se capten, se valoren y suban la autoestima". La adaptación es tal a cada alumno que logra que ellos se sientan todos a gusto y en este centro tanto improvisan recitando una poesía como le ponen banda sonora a la mañana: "Si quieres ir a un cole guay, ven al cole de Romai".