La "rebelión" de las monjas de Santa Clara que resonó hasta en el Vaticano

Pontevedra
17 de noviembre 2022

Hartas de los abusos que sufrían por parte de los franciscanos, las monjas de Santa Clara se rebelaron ante el poder eclesiástico. Dieciocho religiosas decidieron abandonar su clausura y, causando un gran escándalo, se plantaron ante el Arzobispo de Santiago. Este episodio, que se remonta a principios del siglo XVIII, es uno de los secretos ocultos que guardaban los muros del viejo convento

Monjas en Santa Clara
Monjas en Santa Clara

Hartas de los abusos que sufrían por parte de los franciscanos, las monjas de Santa Clara se rebelaron ante el poder eclesiástico. Dieciocho religiosas decidieron abandonar su clausura y, causando un gran escándalo, se plantaron ante el Arzobispo de Santiago.

Este episodio, que se remonta a principios del siglo XVIII, es uno de los secretos ocultos que guardaban los muros del viejo convento. Ha salido a la luz a raíz de los estudios históricos y arqueológicos que se están realizando en el recinto monástico.

Las monjas de Santa Clara, allá por el año 1707, estaban sujetas a la jurisdicción y al dominio de los franciscanos de la entonces provincia de Santiago. Eran ellos los que controlaban la vida espiritual y económica de las clarisas, haciendo que su vida en clausura fuera problemática.

Ante la "opresión y tiranía" en la que vivían, en enero de 1710 se produjo este episodio de "rebeldía", según consta en los archivos históricos. 

Las dieciocho monjas que decidieron violar su voto de clausura -las otras cinco se quedaron en el convento como decisión estratégica- peregrinaron hasta Santiago para protestar directamente ante el arzobispo de la época, Antonio Monroy.

Las religiosas pedían someterse directamente a la jurisdicción arzobispal pero los franciscanos no querían ceder su control sobre el convento pontevedrés bajo ningún concepto.

Lograrlo no fue fácil. No lo consiguieron hasta que, casi dos años después, el conflicto en Pontevedra llegó hasta el Vaticano. El Papa Clemente XI obligó a los franciscanos a dimitir de sus responsabilidades y entregó la batuta de Santa Clara a la curia compostelana.

LA VUELTA AL CONVENTO, UN PROBLEMA

El regreso a Pontevedra de estas monjas supuso un problema añadido. Antes de poder volver al convento debían ser aceptadas de nuevo en la clausura. Pero para ello, debían ser "absueltas" de la infracción en la que habían incurrido y restaurar su "decencia".

Mientras se ordenaba todo esto, las clarisas 'rebeldes' fueron acogidas en las conocidas como Torres Arzobispales, hoy ya desaparecidas, en las inmediaciones de Santa María. Allí tuvieron que esperar hasta poder ser admitidas de nuevo en la clausura.

Las cinco monjas que permanecieron en Santa Clara "por estrategia", según los documentos históricos, entre ellas la abadesa Dameana de Castro, defendieron a sus compañeras alegando que se habían ido ante la "ruina espiritual" que estaba padeciendo su orden religiosa.

Los "abusos y vejaciones" sufridos por parte de los franciscanos, continuaba la defensa de la abadesa, "obligaron a que las que están fuera saliesen despechadas", añadiendo que las que se quedaron sufrieron también "inquietudes en su alma y en su cuerpo". 

Tras un largo proceso, las dieciocho monjas pudieron retomar sus votos y regresar al que era su hogar. A partir de ahí, quedaron bajo la jurisdicción del Arzobispado y los franciscanos dejaron de atenderlas. El vicario que las protegía pasó a ser del clero secular.