Josiño lleva desde 1990 entrando y saliendo de prisión, su situación se había cronificado y en tres décadas pasó por 18 cárceles diferentes de toda España. En todo este tiempo, nunca se había planteado cambiar su vida, aferrado al mundo de la droga que le llevó a una espiral de consumo y delincuencia y muy lejos de cumplir el fin último de las penas de prisión en este país, la reinserción en sociedad una vez cumplida su condena. Sin embargo, hace dos años experimentó lo que él denomina su "cambio radical" y, por primera vez en 30 años, vio una salida.
La transformación fue posible por su estancia en el módulo 9 del centro penitenciario de A Lama, que desde diciembre de 2018 se ha convertido en un módulo de respeto mixto, el primero de esta naturaleza en una prisión gallega y uno de los pocos que existen en España. Josiño ya estaba en este mismo espacio cuando era un módulo de respeto al uso, pero masculino, y se quedó cuando pasó a ser mixto. Ese cambio y la llegada de las primeras internas supuso un antes y un después para él porque "cambió mi forma de relacionarme".
Arropado por los compañeros y compañeras que le conocen como el "fundador" del módulo por estar en él cuando se convirtió en mixto, cuenta su historia a PontevedraViva. Es la crónica de alguien "muy tímido" y con la "autoestima muy baja" que asegura que nunca había aprendido a relacionarse con mujeres -por ejemplo, nunca había bailado con ninguna-, de modo que sus relaciones no eran sanas y la interacción, prácticamente inexistente, hasta que las circunstancias le llevaron a convivir día a día con las internas del módulo 9 y se dio cuenta de que "me pongo a hablar con mujeres y las entiendo, antes no las entendía".
El módulo mixto supuso un nuevo mundo de relaciones y se convirtió en una terapia. Ahora entiende su estancia en prisión "como si estuviese en un centro de educación". En él, "aprendí a hablar, a relacionarme", escucha a los demás, comparte sus problemas y busca soluciones y, sobre todo, vive una experiencia que no había tenido nunca. "Yo decía: es imposible vivir con mujeres", recuerda y asegura con orgullo que "mi vida nunca cambió en la prisión, solo cambió en este módulo". Tiene por delante 14 años más privado de libertad para afianzar este cambio.
El cambio que experimentó Josiño fue, según el educador del módulo, David, el más llamativo de todos los que ha propiciado esta experiencia, pero si el módulo 9 ha transformado la estancia en prisión para algún colectivo ese es para el de las mujeres. Hasta su puesta en marcha, las internas sufrían una doble discriminación en prisión, pues el reducido número de población reclusa femenina -el 7% del total- hacía imposible crear un espacio específico para aquellas dispuestas a asumir las obligaciones a mayores de este tipo de módulos de convivencia y respeto y se veían obligadas a permanecer en un módulo ordinario.
En A Lama, como en la mayoría de las prisiones españolas, se confirmaba lo ya dicho por Victoria Kent, referente del feminismo, en su etapa como Directora General de Prisiones, "la mujer delinque poco, pero sufre un castigo mil veces más duro que el hombre". Sin embargo, la creación del módulo mixto supuso un avance hacia la igualdad entre hombres y mujeres del que ahora mismo se están beneficiando 12 mujeres -en el módulo hay 53 internos, los 41 restantes, hombres-.
Estas internas tienen ahora la oportunidad de participar en programas educativos que promueve este módulo y, por lo tanto, mejorar su estancia y también las posibilidades de reinserción a su salida. Lo confirma la directora del penal pontevedrés, Teresa Delgado, que en el momento de la puesta en marcha del módulo, con José Ángel Vázquez como director, era la subdirectora de Tratamiento. "Ahora, a las mujeres se le dan las mismas oportunidades que a los hombres".
Teresa Delgado, directora: "Ahora, a las mujeres se le dan las mismas oportunidades que a los hombres"
La prisión, recuerda Teresa Delgado, se ha concebido siempre como "una separación entre hombres y mujeres", con ambos sexos separados físicamente, pero se vio la necesidad de "enseñarles a vivir en libertad" y, en la calle, todos conviven. De esta forma, aunque reconoce que al principio había "miedo porque era un salto cualitativo importante y podía cambiar el funcionamiento de la prisión", hicieron una apuesta decidida por el proyecto.
El momento más complicado fue, según reconoce, la selección de las internas que participarían en este experiencia piloto, pero, una vez realizada, confiesa que todo evolucionó con asombrosa normalidad. "Me dieron una lección los propios internos, y los funcionarios". Una lección de igualdad y de implicación, además de un ejemplo de comportamiento, pues apenas hay conflictos, más allá de pequeños roces de convivencia iguales a los de otros módulos de esta naturaleza.
En este módulo, todos conviven en las zonas comunes de actividades y comparten tareas, comedor y otros servicios, tan solo están separados en sus celdas. Entre las 13.30 y las 16.30 y las 20.30 a 8.00 horas, los internos permanecen solos en sus celdas y en este módulo están divididos, ellos en la primera planta del edificio y ellas en la segunda, pero en el resto del funcionamiento del módulo se potencia la igualdad y la convivencia. Así se recoge en el contrato que firman al ingreso en el módulo, en el que, además, se prohíben las relaciones sentimentales.
En los módulos de respeto hay comisiones a través de las que los internos, siempre con supervisión profesional, se autogestionan. En todas ellas, hay alguna mujer y también en la gestión diaria. Además, se ha potenciado, dentro de las limitaciones que permite la actual pandemia, las actividades y cursos formativos relacionados con temas de igualdad y relaciones sanas y desde este módulo se lideran las actividades que se organizan en el centro en fechas señaladas como el día de la mujer, 8 de marzo, o el día de la lucha contra la violencia de género, 25 de noviembre.
Ana Terlera, subdirectora de Tratamiento, explica que se favorece que ONGDs y asociaciones como Érguete o Amaina realicen iniciativas que profundicen todavía más en la igualdad de oportunidades que supone que el módulo sea mixto y, de paso, que evite que la convivencia reproduzca roles típicos de sociedades patriarcales como dar a la mujer el papel de cuidadora. Se está consiguiendo e incluso "el sentido de atender de las mujeres, se ha pasado a los hombres".
La propia creación del módulo ya ha supuesto un paso decisivo hacia la igualdad al abrir la puerta a que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres, pero, además, se está realizando un trabajo de fondo que es el que ha propiciado el cambio radical de Josiño y de muchos otros internos. Se ha abierto la puerta a las denominadas "nuevas masculinidades", a través de las actividades formativas, desde el equipo técnico y también desde los propios internos se han replanteado la idea de masculinidad y hombres y mujeres están desaprendiendo los roles de género.
Ricardo: "Aquí te levantas por la mañana, bajas de la celda y estás relajado, ya das por hecho que no va a haber ningún problema"
"La expresión de los afectos está muy presente", explica Ana Terlera, que también ha podido constatar que "las personas que ingresan en prisión y vienen primero a este módulo, se sienten más acogidas". Buen ejemplo de ello es María, que lleva seis meses en prisión y se ha convertido en la portavoz del módulo. Ella nunca había estado privada de libertad, de modo que no puede comparar este espacio con otros, pero tira de experiencia vital para indicar que "en la calle no me relaciono solo con mujeres, entonces, lo normal es aquí relacionarse con hombres y mujeres".
Ricardo, coordinador del módulo, sí tiene experiencias previas y concluye que un módulo mixto "se está demostrando que es positivo y ayuda a la gente". Su vivencia es que "aquí te levantas por la mañana, bajas de la celda y estás relajado, ya das por hecho que no va a haber ningún problema" y, además, le ha abierto la mente de cara a las relaciones interpersonales porque ha tenido que llegar a este espacio para aprender a "hablar", tanto con hombres con mujeres. Ahora, si tiene un problema, lo comenta, "me expreso mucho más".
Algunos, incluso, han tenido que esperar a esta experiencia para asumir una obviedad, que los hombres también lloran. "Aquí lloran hombres y mujeres", confirma María. Carlos, secretario del módulo, añade que, como le pasó a Josiño, aprendió "otras formas de relacionarse". "Ahora me desahogo, cuento cosas que en la calle nunca pensé que podría contar a una mujer, te abres un poco más en este módulo". Tras pasar por otros. módulos antes, tuvo que llegar a este para entender que "tienes que dialogar con el otro" y para que, como filosofía vital, asuma: "no queremos peleas no queremos drogas y no queremos malos rollos".
El funcionamiento y aspecto del módulo 9 no es diferente al de cualquier otro módulo de respeto del centro pontevedrés, con los internos compatibilizando talleres como marquetería o costura, estudiando en las zonas comunes, entrenándose en el gimnasio o usando la biblioteca o la zona de gestión. Para alguien acostumbrado a visitar una prisión sí choca la interacción entre hombres y mujeres frente a los módulos de un solo sexo, e imágenes como la de Rosario y Alberto, dos internos en una sesión de peluquería. Todos los módulos tienen una, pero la de este espacio es más completa y su uso más intenso.
En el módulo 9 los cambios son muchas veces sutiles y pueden pasar desapercibidos, pero están ahí para marcar la diferencia. Llegan desde su propia ubicación en el centro, en la bautizada como avenida de la Igualdad. Toda una declaración de intenciones.