Los castaños fueron protagonistas en la historia de las monjas del convento de Santa Clara. Son varios los ejemplares de importancia de esta especie que se mantienen en la zona verde del recinto y, además, la madera de estos árboles era la preferida de las religiosas tanto para los ataúdes como para cualquier utilización ‘de tabla’, tanto muebles como estructuras.
Así lo manifestaron este miércoles las doctoras María Martín y Carme Salinero, responsables de la última de las charlas sobre el recinto conventual, titulada ‘Las plantas en el pasado y en el presente del convento de Santa Clara’.
La primera en tomar la palabra fue María Martín, experta en arqueología y arqueobotánica, esto es, en el estudio de las relaciones entre las comunidades humanas y las plantas a partir del análisis de los restos vegetales recuperados en contextos arqueológicos. Ella fue la responsable de hablar de las plantas en el pasado de Santa Clara gracias a las excavaciones y a la investigación sobre tres tipos de materiales encontrados: carbones, maderas y fibras vegetales.
En el carbón encontrado aparecieron restos de un ginebrero, árbol cuyas bayas aromatizan licores como la ginebra y que también sirve para aderezar las carnes y tiene propiedades medicinales.
Finalmente, la experta en arqueobotánica habló de objetos elaborados en fibras vegetales, tejidos y cenefas asociadas a actividades del convento que se hallaron en las tumbas. Hizo referencia al sudario, de lino probablemente, así como a la cenefa encontrada sobre la madera de uno de los ataúdes encontrados en el convento, el único existente de pino, muy probablemente de una abadesa o alguien destacado.
Por su parte, la responsable de la Estación Fitopatolóxica de Areeiro (EFA) Carme Salinero fue la encargada de hablar de las plantas que existen en la actualidad en el convento. La técnica hizo un recorrido por el trabajo de inventario e identificación de las plantas del jardín de Santa Clara y señaló que se han localizado varios árboles “de importancia” que se podrían conservar por sus características, así como otros ejemplares en mal estado que, por estar muertos o afectados con algunas patologías, es aconsejable retirar.
En total, destacó que para su estudio se dividió el terreno en cuatro partes y que, sin contar plantas herbáceas ni bulbosas, hay en estos momentos 336 ejemplares de 41 especies botánicas. El mayor número está en el claustro, con 20 especies, mientras que en la huerta hay 17, otras 10 en el pomar y 14 en el bosque. Solo de vid hay contabilizados 163 pies de viñedo.
En el catálogo de especies destacan, tanto por su grosor, envergadura, como por su altura, algunas piezas como un boj de unos cinco metros de altura o un laurel de aproximadamente seis metros. Como no podía ser de otro modo, también son señalados algunos castaños situados del lado de la muralla y en la zona del ‘bosque’, así como también cuatro sequoias de gran tamaño que se dicen hermanas de las que llegaron a Poio en el 1992 por la conmemoración de los 500 años de la llegada a América.
Aseguró Salinero que son también singulares dos olivos que están plantadas al lado de la ermita del medio de la finca. Por número destacan los muchos árboles frutales repartidas por las diferentes zonas, en concreto la grande cantidad de manzanos (más de una veintena), limoeiros, laranxeiras y otros, junto a un kaki y dos camelias.
Según subrayó la técnica de la EFA, con todos estos datos habrá que ver si algunas de los árboles y plantas se pueden transplantar si se quieren conservar, como por ejemplo en el claustro, donde se hicieron rellenos con tierra en los últimos años para plantar verduras en invierno.