Las personas piden ayuda y mueven los brazos antes de ahogarse; es preciso esperar dos horas para bañarse después de comer; tras un ahogamiento hay que colocar a la víctima boca abajo para vaciar sus pulmones de agua; la orina es un buen remedio frente a la picadura de una medusa... En lo referido a los incidentes que puedan darse en playas, ríos o piscinas existen una serie "mitos y falsas creencias", asentadas en el ideario popular y que pueden dar lugar a decisiones e intervenciones erróneas.
Con la idea de rebatir esta serie de creencias, un artículo coordinado por el investigador principal del grupo Remoss, de la Facultad de Ciencias de la Educación y del Deporte, Roberto Barcala, identifica a través de un consenso de expertos los diez principales mitos asociados al medio acuático para luego ofrecer "una perspectiva científica para su refutación".
Publicado en la revista Educación Médica, se trata del primer documento científico en español que aborda esta problemática y fue elaborado "por un grupo de trabajo multidisciplinar", del que formaban parte expertos y expertas en medicina de urgencias, pediátrica y forense, en enfermería y en socorrismo.
Su objetivo es que este documento "sirva de guía para todo tipo de públicos", desde ala población en general "a los reguladores y los profesionales sanitarios", de tal manera que permita "resolver preguntas habituales que pueden surgir en la temporada de playa" y descartar ideas "que están en el ideario popular y que no se sustentan en una base científica o a la que se les atribuye está obsoleta", explica el catedrático de la Facultad de Ciencias de la Educación y del Deporte. Para eso, doce expertos en ciencias de la salud, buena parte de ellos pertenecientes al grupo de trabajo Semens-Socorrismo de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias, realizaron un "cribaje de conceptos", partiendo de la revisión de la literatura científica sobre este tema, llegando finalmente a la identificación de diez falsas creencias, que fueron rebatidas por el grupo de personas expertas responsable de este artículo.
Los ahogados no piden ayuda y no hay que colocar la víctima boca abajo
Varias de estas creencias se centran en la identificación, clasificación y tratamiento de las víctimas de un ahogamiento, como la propia idea de que "la persona que ahoga pide ayuda", cuando realmente "reconocer esta situación es un reto para socorristas y bañistas", ya que "una persona que se ahoga frecuentemente lo hace en silencio, no chilla y no pide ayuda, trata de sacar la cabeza y concentra todos sus esfuerzos en respirar", pudiendo desaparecer de la superficie del agua en unos 90 segundos. Del mismo modo, los autores de este estudio rebaten también la idea de que, tras el ahogamiento, la víctima debe colocarse boca abajo "para vaciar el agua de los pulmones", unas maniobras que "además de ser inútiles, suponen una pérdida de tiempo esencial", por lo que la recomendación es aplicar el antes posible el protocolo de reanimación cardiopulmonar (RCP).
En este mismo bloque, se rebate también el uso de términos obsoletos como "casi ahogado o el semiahogamiento", para referirse a las víctimas que sobreviven tras un incidente acuático, ya que el ahogamiento se define "como un proceso por lo que se experimenta una dificultad para respirar causada por la submersión o inmersión en un líquido", que puede resultar o no mortal. También en lo referido a la terminología, se refuta el uso de términos como "ahogado seco o blanco y ahogado húmedo o azul", que se empleaban para diferenciar las víctimas en las que se encontró o no agua en los pulmones, ya que "la definición de ahogamiento incluye a la aspiración de líquido".
Del corte de digestión a los "remedios caseros" frente a las picaduras
En lo referido a la seguridad de los bañistas, el estudio hace referencia a mitos como el del corte de digestión, ya que "no hay contraindicaciones para bañarse"tras consumir alimentos. Los autores de este estudio señalan que esta idea puede confundirse con la "hidrocución o shock termodiferencial", que puede ocurrir cuando una persona se sumerge "bruscamente" y existe "una notable diferencia entre la temperatura corporal y la del agua".
Del mismo modo, también rechazan que manguitos o flotadores prevengan el ahogamiento, ya que "no garantizan que las vías respiratorias queden fuera del agua en todo momento" y pueden generar "una falsa sensación de seguridad" en los niños y en sus sus cuidadores. Asimismo, otra falsa creencia que puede resultar perjudicial es la de que "para aguantar más" durante un buceo en apnea debe "inspirarse profundamente varias veces", algo que, como explica Barcala, está "contraindicado, porque puede tener unos efectos fisiológicos que alteran los centros receptores respiratorios y provocar la pérdida de la consciencia bajo el agua".
También en el campo de la seguridad, los expertos descartan la utilidad de la orina de doutos "remedios caseros" frente a las picaduras de medusas, ya que estos "no alivian las molestias e incluso podrían aumentar la descarga de veneno". Frente a esto, la recomendación es "limpiar los restos de la medusa y lavar la zona con agua del mar", así como solicitar asistencia sanitaria "ante cualquiera dificultad respiratoria, mareo o malestar", señala el coordinador del grupo Remoss.
Por otra parte, este documento pone el foco en la idea "extendida a través de las redes sociales" de que "la bandera roja no afecta a todos los bañistas", permitiendo, por ejemplo, la práctica del surf, cuando "las competencias sube la regulación del baño, las sanciones y las excepciones dependerán de la regulación de cada municipio", de tal manera que, salvo "indicación explícita", la prohibición es de obligado cumplimiento para todos. Por último, la décima de las falsas creencias recogidas en este estudio es que el principal trabajo de los socorristas sea "rescatar personas del agua", ya que investigaciones previas constataron que su principal labor es la prevención y que las asistencias en el agua solo representan el 0,1% de sus acciones.
Junto a Barcala, firman este trabajo a también integrante del grupo Remoss Patricia Sánchez, médica de la Fundación Pública Urgencias Sanitarias-061; Ismael Sanch, de la Universidad Autónoma de Madrid; Verónica Izquierdo, del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela; Santiago Martínez-Isasi, Antonio Rodríguez e Ignacio Muñoz, de la Universidad de Santiago de Compostela; y Silvia Aranda, de la Universitat de Barcelona.