A las seis de la tarde terminaba el turno de trabajo de Lorena en la tienda Zara Home y ya había planeado el resto de la jornada. Su marido, Raúl, iría a recogerle para ir juntos al supermercado y hacer la compra de la semana. Pero una sorpresa se cruzó en su camino y el que iba a ser un jueves más se convirtió en el día que recordará porque su marido le hizo una declaración pública de amor al ir a buscarle cual caballero andante: trajeado, en un coche antiguo, ramo de flores en mano y todo preparado para renovar sus votos matrimoniales.
"¿Qué has montado aquí?". Es la frase que se le escapó a Lorena cuando salió de la tienda en la glorieta de Compostela y vio a Raúl plantado delante de un Citroën de 65 años de antigüedad. No se le escapó que vestía la camisa, la corbata, los gemelos e incluso la flor en la solapa que había llevado el día de su boda. Y es que este jueves 4 de junio ya no era un día cualquiera en la vida de esta pareja. Justo se cumplían 10 años de casados y ella hacía 40 años.
La joven se dirigió a su marido tímidamente. En un primer momento se dieron un discreto beso en la mejilla, pero, pasados unos minutos, y superada la sorpresa inicial, intercambiaron caricias cómplices y besos más apasionados. La chica se describe como una persona "muy discreta" y añade: "No me gusta que la gente me mire".
Esa personalidad hace comprender por qué su reacción inicial fue tan comedida. Y es que no solo Raúl le esperaba a la salida del trabajo, también le esperaban fotógrafos de diversos medios de comunicación y grupitos de curiosos que se habían sentido atrapados por la 'locura'. Él llevaba ya alrededor de 20 minutos plantado en la puerta y, de paso, repartiendo caramelos para endulzar la espera, tiempo en el que reunió a su alrededor a un número importante de ciudadanos.
La escena que todos aguardaban se hizo esperar, pero mereció la pena. El gesto de sorpresa, mano en la boca incluída, delató lo que más tarde confirmaría ella misma: "No me esperaba absolutamente nada". Sí empezó a sospechar unos minutos antes porque una compañera de trabajo le entregó una bolsa y le dijo: "Ahora te tienes que poner esta ropa y no me preguntas más". "¿Cómo que esta ropa? Qué ha organizado Raúl?", se preguntó en ese momento, pero nunca podía llegar a imaginar tal sorpresa.
No sospechaba porque ya habían celebrado su cumpleaños y el décimo aniversario de boda, pero no le sorprendió que Raúl llegase a organizar algo similar. "Una locura de mi marido, como otras muchas", explicaba poco después, justo antes de montarse en el coche con rumbo desconocido. Desconocido para ella, pues él lo tenía claro, se dirigían al Monasterio de Poio, donde renovarían los votos matrimoniales y, para terminar el día, tenían reservada una cena en el Parador.
Una jornada redonda en la que Raúl, conocido en la ciudad por ser el responsable de comunicación del Sergas y uno de los organizadores de la Pontevedrada, no escatimó en detalles. Incluso le llevó a sus compañeras de trabajo la ropa que ella debía vestir. Eligió para la ocasión el mismo vestido, los mismos zapatos y complementos que ella vestía el día de la boda de su hermana, un conjunto con el que "está muy muy guapa". "Como hoy".