Se busca gente de palabra

05 de febrero 2025

La inmensa mayoría de nosotros nos comportamos de manera ambigua con respecto a la palabra que damos: en ocasiones la mantenemos, en otros momentos no la cumplimos e incluso hay situaciones de las que tratamos de salir comprometiéndonos a algo que no tenemos la mínima intención de realizar

En el maravilloso mundo de los seres humanos que dicen que van a hacer algo existen tres categorías perfectamente diferenciadas: la de quienes lo dicen y al hacerlo adquieren implícitamente la obligación de cumplir su palabra, quienes lo dicen con toda la intención de hacerlo pero luego no ejecutan lo dicho y por fin quienes mientras lo dicen ya saben perfectamente que no van a hacer nada.

Una misma persona puede transitar entre estos tres modus operandiy pasar de uno a otro sin ningún problema, en el mismo día o en días posteriores. Otras personas se mantienen fieles a una de las tres categorías, por suerte o por desgracia para sus semejantes.

Después está la posición, cutre por naturaleza, de quienes no se comprometen con nada. No te dicen nin arre nin xo porque no saben si va a ser arre o va a ser xo, y no quieren meter la pata. O simplemente porque no creen que tengan que decir nada de antemano: lo que sea sonará.

Si usted, o ChatGPT, conocen alguna otra forma de actuar (o no) que se pueda tener en cuenta solo se me ocurre felicitarle efusivamente, pero ahora mismo solo vamos a tener tiempo, y sobre todo ganas, para hablar de aquellos ciudadanos que tienen a gala cumplir su palabra cuando la dan. Esos héroes anónimos que, en un mundo de informales, hacen que mantengamos viva la fe en la humanidad, o al menos en la parte de la humanidad que cumple su palabra. Se distinguen porque no suelen alardear de sus superpoderes, son sencillos y no andan por ahí diciendo: te doy mi palabra.

Es más, aquellos que andan por ahí dando su palabra, no suelen tener palabra. Cualquiera es capaz de desprenderse de lo que no tiene, es lo más sencillo del mundo. Ya lo has conseguido antes de pensarlo siquiera.

Como hemos apuntado más arriba, la inmensa mayoría de nosotros nos comportamos de manera ambigua con respecto a la palabra que damos: en ocasiones la mantenemos, en otros momentos no la cumplimos e incluso hay situaciones de las que tratamos de salir comprometiéndonos a algo que no tenemos la mínima intención de realizar. Esta forma de actuar, de fluctuar, habría que decir, no nos convierte en más complicado sino en más mezquinos. Al mismo tiempo, en la medida en que nuestras promesas se convierten en un contrato con aquellos a quienes se las hacemos y en la medida en que respetamos ese contrato virtual, nuestra categoría personal se verá reforzada y pronto adquiriremos fama de fiables y la gente confiará en nosotros. ¿Para qué sirve esto último? Por desgracia cada vez sirve para menos cosas. Nos hemos acostumbrado tanto a vivir rodeados de gente que no tiene palabra, que no es de fiar, que solo sabemos vivir desconfiando de todo el mundo. Y sí, si encontramos a alguien en quien confiar, inmediatamente desconfiamos de él o de ella. Parece una paradoja porque lo es.

¿Mi consejo? Ser uno mismo: si usted es de los de mucho lirili y poco lerele, ya le pillarán las vueltas. Si usted es alguien íntegro, procure no cambiar. Y si usted es de los fluctuantes, decídase. O al menos intente funcionar con integridad.