En enero de 1925 los hermanos Bernardo y Justo Ureta abrieron en la calle Princesa el Bar que, con el nombre de La Navarra y conservando su carácter original, ha permanecido abierto hasta hoy.
Pronto el Bar pasó a contar con numerosa clientela de chiquiteo, público formado mayoritariamente por gente sencilla y llana, circunstancia que imprimirá al establecimiento un carácter marcadamente popular.
Así La Navarra, como taberna económica, atravesó sus primeros años, el tiempo de la República y el curso de la Guerra Civil.
Finalizada la contienda, un hijo de Justo, se hace cargo del negocio familiar, el cual en los años cuarenta, dadas las condiciones de la época, mantendrá su carácter de tasca popular ... hasta que, avanzados los años cincuenta, una vez vigorizada la economía del país y aparecidas nuevas costumbres, La Navarra viene a abrirse a mayor público, terminando por convertirse en una de las tabernas más concurridas y conocidas de la ciudad.
En el año 1989 una tercera generación se hace cargo del Bar. José María Ureta, iniciado en el negocio bajo el ejemplo de su padre, mantendrá su estilo y gobernará la taberna hasta el año 2008 en que se produce su temprana muerte, circunstancia que hace pasar la administración del Bar a su viuda Milagros, quién, auxiliada por Rafael (veterano empleado de la casa) consigue que La Navarra continuara como taberna o tasca semejante a la que Bernardo y Justo habían abierto hace cien años.
Y así hasta el presente... en que La Navarra ha venido a cerrar sus puertas.
Cien años de trabajo y de atención al público es un dato de indudable mérito; constituye un orgullo para la familia Ureta ... pero también representa un hecho de valor para la ciudad de Pontevedra ... porque establecimientos así, con semejante trayectoria, dan carácter y espíritu a la ciudad.
Viene a cuento una pequeña observación; el casco antiguo de la ciudad no solo son sus plazas y calles; en buena medida su valor radica en la vida que late en él, sucediendo que este vigor existencial se logra merced a los negocios situados en sus viejos edificios.
No siempre resulto fácil el mantenimiento de la vida comercial en la "zona veIla" de la ciudad; dificultades e inconvenientes de diversa categoría ahogan y aprietan la vida de muchos negocios ... cabiendo imaginar que algunos resisten y aguantan por respeto a la tradición familiar ...
Sí, el casco antiguo, además de sus rúas y plazas, son su gente y su trabajo.
Al hilo de lo anterior cabe decir que el Bar La Navarra, cumpliendo cien años de servicio en la calle Princesa, ha sido un establecimiento beneficioso para el casco antiguo y, por ende, también de notable interés para la ciudad de Pontevedra.
Pues bien, ahora, La Navarra vino a cerrar su puerta.
Nos vienen al recuerdo muchas personas que nos antecedieron en el chiquiteo de La Navarra; cabría citar numerosos nombres de personas y amigos que, aunque ya no están, sí permanecen en nuestro recuerdo.
Por todas ellas, el siguiente sucedido.
Podían correr los años sesenta y en el Bar La Cañ:za (de Benigno y Luisa) un grupo de amigos (entre ellos, Elías Rivadulla y Manolo Pacheco) discutíamos a propósito del local que despachaba el mejor viño ribeiro (que si Los Maristas, que si El Patio Azul, que si Entra y verás, que si La Ramonita, ...) y entonces se le preguntó a Delmiro, que, como solía, estaba solo y algo alejado: "Delmiro, tú cual ribeiro prefieres ..", pasando él a responder con cierto énfasis: "yo soy navarreiro".
Desde entonces Delmiro vino a ser conocido con el sobrenombre de "Navarreiro".
Delmiro se llamaba Edelmiro, era de San Martiño de Meis y trabajaba en la carga de los coches de La Unión; era un buen hombre; desde lo alto y entre nubes, es posible que su espíritu alcance que, al cumplirse el centenario de La Navarra y comentarse su cierre, un periódico de la ciudad ha venido a mencionar su memoria.
Sin duda Delmiro, en lo alto y entre nubes, quedará extrañado que, habiendo tantas y tantas personas conocidas y populares que frecuentaban La Navarra, a la postre sólo venga a distinguirse su nombre.
Sirva lo anterior para señalar como era La Navarra; casa de todos y de todos por igual.
Ay, la casa de La Navarra cerró sus puertas el último día del pasado mes; dando emocionadas gracias a la familia Ureta y a Milagros, les decimos sentidamente adiós. IMP