Me ha costado escribirte, querido amigo Senito. Aún no he digerido la noticia de tu marcha inesperada y tan rápida. Una llamada me despertaba a primera hora del martes y aún hoy resuenan en mis oídos esas palabras anunciándome que te habías ido. Creí estar soñando. Pensé que tenía que ser una pesadilla y que el despertador sonaría para alejar un mal sueño.
Pero no. Habías decidido dejarnos e irte con ese estilo elegante que siempre ha sido tu sello. En silencio. Sin molestar. Disfrutando de la vida y de los tuyos hasta el último instante.
Somos legión los que te echaremos de menos, pero también sabemos que seguirás viviendo en nuestra mente, porque has dejado huella sabiendo conquistar la amistad de todos los que hemos tenido la fortuna de conocerte.
San Bartolomé se quedó pequeña para albergar a la multitud de amigos que queríamos decirte adiós. Amigos, y también exalumnos o compañeros de fatigas, que te vimos partir con lágrimas en los ojos, en una tarde de puro invierno, mientras trasladábamos nuestro apoyo a tus hijos, María, Alejandro y Julia, que dentro del dolor sin duda habrán sentido el consuelo de recoger el mucho cariño que a lo largo de tu vida te has ganado merecidamente.
No me despido sino que te digo "hasta el próximo vino". Porque a partir de ahora, cada vez que pise La Navarra, te buscaré entre los parroquianos, sabiendo que allí estarás, con tu eterna sonrisa, con tu gesto amable, con tu conversación culta, amistosa y siempre interesante, para alzar nuestras copas y seguir brindando por la vida, por la amistad que me has regalado, por tu bonhomía, por tu ejemplo.
Yo no he tenido la suerte de conocerte de cerca hasta hace unos años, y eso que me he perdido, pero el tiempo y los momentos que pude compartir contigo, gozar de tu amistad, han bastado para darme una enorme lección de vida y pensar que merece la pena estar en este mundo por la única razón de compartirlo con personas como tú.
Te has ido sin casi decir adios, pero aunque nos duela y te echemos de menos, lo entendemos, al fin y al cabo allá arriba te estaban esperando desde hace un poco más de tres años...pero tampoco hacía falta que tuvieras tanta prisa, condenado.