Multas de tráfico

12 de febrero 2025

Centrémonos en el maravilloso instante en que el cartero te entrega un sobre tras solicitar tu firma y mirarte piadosamente por encima de las gafas

Es bastante probable que cualquier persona que esté leyendo esto haya sido objeto de una multa de tráfico alguna vez en su vida. Suele suceder, además, en contra de la propia voluntad. En la mayoría de los casos la sanción obliga a un desembolso económico. Por todo ello, las multas de tráfico, independientemente del motivo de las mismas, gozan del rechazo generalizado de la ciudadanía.

Centrémonos en el maravilloso instante en que el cartero te entrega un sobre tras solicitar tu firma y mirarte piadosamente por encima de las gafas. Y en el no menos maravilloso instante en que el papel del interior del sobre te informa de que tienes que abonar tropecientos euros por haber ido a una velocidad de x kilómetros por hora cuando solo estabas autorizado a hacerlo a x- y kilómetros por hora. A modo de prueba, se adjunta una imagen, a la que los remitentes denominan fotografía, en la que figura lo que supuestamente es la parte trasera de tu vehículo; una imagen que hace pequeño el adjetivo "cutre" y en la que la matrícula, y todo en general, resulta borroso como en una mala borrachera (como si las hubiese buenas). Te dan ganas de llamar a Hacienda o adónde sea para que suban los impuestos y la DGT pueda hacerse con unas cámaras decentes con las que luego sacarte el dinero con pruebas más contundentes.

Lo de las multas es, ha sido y problamente será siempre un mundo extraordinario. Recuerdo aquella ocasión, al salir del trabajo, aquel ceda el paso que, si el horizonte estaba despejado, no respetaba ni alguien desahuciado por transtorno obsesivo compulsivo severo, y como, tras la curva que había a diez metros, se apostaba un vehículo que tenía el escudo de la guardia civil de tráfico pero debería de llevar el signo del euro en tamaño gigante. Nos iban mandando detenernos a un vehículo tras otro y, por falta de arcén (ya que se trabaja de la zona rural de una zona rural) nuestros coches se quedaban orillados pero en la carretera. ¡Después de una curva! Era tal la necesidad imperiosa de recaudar que se obviaba el peligro en que se estaba poniendo a los usuarios de esa vía al mandar parar a las víctimas de la operación recaudatoria. La Guardia Civil de Tráfico convertida en una seria amenaza para el mismo.

En fin, todo esto viene a que me he tenido que identificar como conductor de un vehículo que sobrepasó el límite de velocidad, no por mucho, pero si lo suficiente como para obligarme a abonar una cierta cantidad que redima ese pecado. Ahora estoy a la espera de una segunda comunicación que incluya esa imagen a la que los remitentes suelen denominar fotografía. Seguramente soy culpable, a pesar de no suelo correr con el coche, pero eso no estorba las ganas que te dan a veces de ir a pagar las multas con los billetes entre los dientes y los brazos levantados.