La sutil prosa de Xita Rubert nos lleva a donde queramos

26 de xaneiro 2025

José Mª Cumbraos analiza la novela 'Los hechos de Key Biscayne', de la autora barcelonesa Xita Rubert

Los hechos de Key Biscayne, de Xita Rubert
Los hechos de Key Biscayne, de Xita RubertAnagrama

(Los hechos de Key Biscayne, Xita Rubert, Anagrama, 2024)

 

En un poco conocido libro de John Steinbeck titulado Viajes con Charlie en busca de los EEUU el escritor bautiza como Rocinante a la autocaravana en la que recorre el país. En esta novela, Los hechos de Key Biscayne, la segunda de Xita Rubert (Anagrama, 2024), Rocinante es el coche que alquila Ricardo en sus desplazamientos esperpénticos por Miami (mitad emoción, mitad impericia), selva en la que se instala con sus hijos en un traslado, inexplicable para sus colegas universitarios, desde la fría y europea Boston.

Quedémonos inicialmente con este quijotesco detalle porque poco más que esto tienen en común ambos viajes. En este actual, el de Ricardo y su familia, también se narra una huida como aquella de Steinbeck de lo estable hacia lo desconocido, cargada de paradojas, descubrimientos y extravagancias, pero en la que la prosa de su autora se antepone a cualquier otro aspecto, en la que el armazón formal acaba interesando más que la trama y sus vericuetos.

Conforme la historia se va haciendo más compleja –el tema inicial no es, pese a su sinuoso prólogo, excesivamente llamativo ni origina, una historia de iniciación, como se dice ahora, permitanme, un coming of age– más natural resulta la capacidad de Rubert para desdoblar frases y hacerlas ondular en idas y vueltas escuetas, bellísimas y siempre irónicas, del blanco al negro, de lo primoroso a lo desagradable, por supuesto del amor al odio filiales.

Porque más allá del desarrollo formal de esa prosa, existe en Xita Rubert (ella misma lo ha reconocido en la promoción de la obra, amplia tras recibir el Premio Herralde de Novela y emparajarse así con nombres ilustres de nuestras letras contemporáneas) un ánimo de permitirnos llevar las "vidas portátiles, vidas de muñecas" de los protagonistas hacia donde nosotros queramos.

Hay multiples maneras de seguir la deriva que coge la historia familiar en Key Biscayne, la de tres personajes muy desubicados, cada uno a su manera, a los que se unirá un cuarto, la madre, divorciada de Ricardo, que llegará para avivar aún más la hoguera. Entre otros: un posible crimen con pistola (indispensable para desenvolverse en cualquier actividad a emprender en Miami según las nuevas amistades de Ricardo), una trama de pornografía infantil dirigida por un fotógrafo que manipula a adolescentes de por sí manipuladoras (como Eleonora, amiga de la protagonista) o unas variadas muestras de la sociología de la isla donde habitan, las relaciones sociales y el esnobismo de empresarios y diplomáticos, los vulgares nuevos ricos, el racismo y la estratificación social, incluso las diferencias culturales existentes en 2010, empequeñecidas ahora quince años después.

Escoja el lector el camino que prefiera. Sea cual sea este, lo atravesará el cable que conecta a padre con hija, a un padre que es un adolescente de 70 años, ridículo en bermudas en la piscina del condominio, despreocupado, quijotesco y manipulador, con una hija atribulada por lo que ve y escucha, en parte superada pero por otro lado capaz de diferenciar y escoger. Sea cual sea el camino escogido, Xita Rubert nos conduce a nosotros por las vidas de ellos a través de otro cable, el de su prosa elegante, irónica por momentos y sutil siempre.