Intentos de independencia ha habido muchos, pero ninguno comparable a la de los gallegos.
Primero los gallegos resolvimos enviar a Madrid a Francisco Franco y a Millán Astray, dos galaicos sobrantes con los que creíamos que el resto de España nos cogería velozmente antipatía, para acto seguido, facilitarnos las cosas a la hora de ser un territorio soberano.
El caso es que la cosa no llegó a buen puerto -se entiende que más allá del Padornelo no se comprenden los pequeñas maniobras galaicas- Así pues, y ya en la nueva etapa del país, desde Galicia se concluyó dejar caer por la Capital de España a Manuel Fraga, en ese momento líder de un Partido recién creado para la ocasión, o para llevar a cabo la Transición, quién sabe… Y aunque Don Manuel llegó a hacer durante años muchísimo ruido, esta estrategia tampoco nos sirvió para mucho. Sin embargo, como obcecados hijos e hijas de un lugar donde el reflejo lejano es azul y el verde es una bandera insondable, nos mantuvimos callados hasta poder enviar algo o a alguien más contundente.
Con calma, sin demasiada prisa y siempre midiendo los tiempos, llegó el turno de lanzar al estrellato nacional a Mariano Rajoy junto con sus frases míticas, siempre aliñadas de dislexia; pero, tampoco pudo ser, y es que para entender a los gallegos hay que leer siempre entre las finísimas líneas de la retranca y nunca dar nada por sentado.
Ya un tanto cabizbajos a causa de los anteriores fracasos, más recientemente hemos utilizado los últimos y más modernos cartuchos, poniendo a disposición del Estado Español al Sr. Feijóo y a la Sra. Yolanda Díaz, aunque, a la vista de cómo están yendo las cosas, se ve que ni así se nos va a coger la manía suficiente que logre que el resto del país construya un muro de ladrillos que impida el transporte de “mercancías peligrosas” desde el noroeste del país hasta la meseta.
Justo en este punto de desesperanza es donde entra el plan B, de la mano de los Hijos de Rivera, compañía estrictamente galaica con sede en A Coruña, más conocida entre el público con el nombre de su marca de cerveza más popular, Estrella Galicia (empresa fundada en el año 1906 por José María Rivera Corral, y que ha ido logrando servirnos brebajes con fragancias a morriña y sabor a ‘meigallo’ imperecedero).
Dicho lo cual, Estrella Galicia es la baza de los gallegos a la hora de lograr dejar huella en todo el país: ahora en vez de batallar por la independencia, desde Galicia nos vemos sobradamente orgullosos al constatar que esta cerveza ha sido la más consumida en todo el territorio español durante el año 2024, según todas las encuestas, coloreando de estrellas gallegas el mapa de toda España, como si de una reconquista al son de la gaita se tratara.
No obstante, ¿cuál es la importancia real de todo esto? Pues que la maniobra de ir minando la moral del resto de españoles enviándoles a los personajes más cáusticos que han ido brotando en tierras gallegas no ha sido efectiva, por lo que, calladamente y con mucho esfuerzo, cual Caballo de Troya, los Hijos de Rivera han conseguido introducir su producto estrella (nunca mejor dicho) en la inmensa mayoría de terrazas, bares y pubs de todo el país.
O, visto de otra manera, llegó el momento en el que allí donde decidamos disfrutar de nuestro tiempo de ocio, tanto sea en la Plaza Mayor de Madrid, en las paradisíacas playas de Cantabria o en la penumbra de una discoteca ibicenca, al fin podemos levantar con orgullo la mirada sabiendo que nos vamos a topar cara a cara con el gustoso jugo maleado lentamente por las firmes y experimentadas manos de unos familiares lejanos, pero, a fin de cuentas, familiares de Breogán.
Y es que lo fácil no suele valer la pena, y lo que vale la pena nunca es fácil.
