La memoria es el trastero del cerebro, con los años también en ella se pierden cosas. Algunas de manera voluntaria, otras involuntariamente. Allí arrojamos lo que no queremos recordar. Pero la memoria no se puede apartar, como un paquete del trastero, y tirarla al contenedor para que se la lleve el camión. A veces incluso sale impulsada del trastero, nos aparece en la casa ordenada y nos revuelve todo. Estar sano psíquicamente es haber superado el pasado, decía un famoso psiquiatra, Stekel. Sin embargo, hay casos en que sólo la memoria de un pasado remoto nos salva de un presente ramplón. La salud mental, la lucidez incluso, nos la otorgaría aquello que desearíamos olvidar: nuestro pasado sería lo único que tuvimos de noble. El formidable poeta Gil de Biedma alguna mañana deseaba olvidar su vida nocturna. Evitemos cualquier consideración de moralina, no hacía falta enviar los recuerdos al trastero. Ni falta que le hacía a él ni a nosotros: mucha de la poesía que nos regaló se debía a ese origen. Con el pintor Francis Bacon, aún más dramáticamente, pasaba lo mismo. Y a Pasolini le sucedía otro tanto: sus impagables obras poética y cinematográfica no se pueden separar de los recuerdos. Pier Paolo fue víctima de la enfermedad más rápida, el asesinato. He pensado con frecuencia que la muerte de Pasolini (1975) y la del Che (1967) se parecen en algo, aportan una determinada enseñanza. Vázquez Montalbán hablaba de "cambiar la vida, cambiar la historia", en el sentido de Marx o Rimbaud. El Che fue víctima de querer cambiar la historia, Pasolini de querer cambiar la vida. Su homosexualidad molestaba a una Italia más pacata aún que determinados sectores de la actual. A Jacques Brel quizás hoy se le atribuirían determinados comportamientos machistas pero hizo "Ne me quitte pas", la considerada por muchos mejor canción de amor de la historia. Sus canciones de amor hoy difícilmente serían comprendidas por hombres o mujeres de nuestro tiempo más dispuestos al amor (sexo) mercancía, rápido, deshumanizado, pagado. ¿Cómo el de Gil de Biedma, Bacon o Pasolini?, creo que no, lo que en ellos era desgarro, clandestinidad, liberación de un medio social agresivo, ahora puede ser esnobismo, superficialidad, integración.
La memoria nos hace distintos, la genética es memoria. No es exclusiva de la especie humana. ¿No es el reflejo pauloviano? A nosotros nos individualiza, nos hace únicos. Puede liberarnos toda la vida. O torturarnos: ¿no es el complejo de culpa memoria? Moldeamos y falsificamos o edulcoramos los recuerdos para poder vivir. Nos mentimos para sobrevivir. La memoria da lugar a la literatura y la literatura se convierte en memoria. La memoria forma parte del arte y éste es mejor cuando nos hace ejercitar la memoria (colectiva o individual), cuando nos retuerce los recuerdos, incluso los que creíamos olvidados. Quizás haya que hacer referencia aquí a la exposición que se celebra ahora en el Museo Picasso de París sobre el Arte Degenerado, el arte que odiaba Hitler. En realidad, la exposición reproduce la montada en Munich en 1937. La de ahora se abre con los nombres de los 1.400 artistas vilipendiados, despedidos e incluso asesinados por los nazis.
La música nos toca a veces fibras que ignorábamos poseer, nos despierta memorias que acaso sólo nos pertenecen como especie. Lo mismo que la poesía. De ahí que puedan aterrorizarnos o alegrarnos desconociendo los motivos. Hace algún tiempo se descubrió que la música reduce la agitación y mejora la comunicación de los pacientes con Alzheimer porque tiene el poder de evocar emociones y recuerdos. Decía Nietzsche que "a toda acción le corresponde el olvido, del mismo modo que a todo lo orgánico le corresponde la luz, pero también la oscuridad".