"Jessica se sentía vigilada", relata su familia, con acoso "prácticamente todos los días" durante "8 o 9 años"

Pontevedra
12 de marzo 2024
Actualizada: 30 de septiembre

La familia de Jéssica Méndez, la víctima del crimen de Barro, relata que el acusado como responsable de su muerte, José Carlos Eirín, la vigilaba "alrededor de la casa, en las viñas, en los portales, en la parte de atrás de la casa…". La fallecida le contó a su novio que "él le dijo: si no eres para mí, no eres para nadie"

José Eirín, acusado del crimen de Jéssica Méndez en Barro
José Eirín, acusado del crimen de Jéssica Méndez en Barro / Mónica Patxot

Jéssica Méndez, la víctima del crimen de Barro, se sentía "vigilada" desde hacía "8 o 9 años" antes de su muerte en marzo de 2022. Era una vigilancia "prácticamente todos los días" en la que el acusado como responsable de su muerte, José Carlos Eirín, "andaba por debajo de las viñas vigilando, pegado al muro". La vigilaba "alrededor de la casa, en las viñas, en los portales, en la parte de atrás de la casa…" por todos lados y a todas horas y "cuando nos miraba (a la familia), echaba a correr". 

Así lo relataron este martes los hermanos y padres de la fallecida y su pareja, Ismael. Todos declararon en la segunda sesión del juicio por la muerte de Jessica que se celebra con un jurado popular en la sección cuarta de la Audiencia Provincial de Pontevedra y confirmaron una situación de acoso por la que que ni la Fiscalía ni las acusaciones personadas en esta causa acusan a Eirín, pero que sí ven importante para consolidar la acusación por asesinato con alevosía y agravante de género que le atribuyen. 

La joven falleció como consecuencia de las heridas sufridas cuando estaba con su coche parado en un cruce en Porráns, en Barro, y el acusado se empotró con su vehículo contra el de ella. El acusado asegura que fue un accidente, pero las acusaciones sostienen que fue intencionado, causado por el acusado porque no aceptaba que ella no quería mantener una relación con él y después de varios años de acoso constante.

"Estaba espiándola, mirándola, vigilándola", relató su padre durante la sesión de tarde del juicio. El acusado residía en la casa vecina de la de la abuela de Jéssica en Barro, en la que en el momento de los hechos solo vivía la hermana de la fallecida, pero tiempo atrás había sido la vivienda familiar y residencia de la víctima. Según el relato de la familia, la situación de acoso comenzó en esa época en la que la chica vivía allí y continuó a pesar de que se había mudado con su novio a Portas. 

Esa situación de acoso nunca se denunció, pero todos eran conocedores de ella y de su deseo de tener una relación con la chica. De hecho, su pareja, Ismael, relata que en al menos dos ocasiones Jessica le relató que "él le dijo: si no eres para mí, no eres para nadie", una actitud de posesión que hace que las acusaciones introduzcan la agravante de género, convencidos de que la mató porque no quiso tener ese vínculo afectivo con él. 

Hasta tal punto Ismael tenía interiorizada esa situación que el 17 de marzo de 2022, día del accidente, le avisaron de lo ocurrido, fue hasta el lugar del siniestro y "cuando vi el coche de ella y el coche de él, lo primero que me vio a la cabeza es: si no es para mí, no es para nadie".  

"No se me olvida más en la vida. Lo primero que hice, fue abrir la puerta de la ambulancia y lo que hizo fue reírse de mí en mi cara. Lo sacaron de allí riéndose"

Este joven de Portas declaró muy emocionado ante el jurado popular en la Audiencia, por momentos invadido por las lágrimas. El momento en el que se vio más afectado fue al recordar ese día en Porráns, cuando se acercó a la ambulancia en la que estaban atendiendo al hoy acusado. "No se me olvida más en la vida. Lo primero que hice, fue abrir la puerta de la ambulancia y lo que hizo fue reírse de mí en mi cara. Lo sacaron de allí riéndose", rememoró, antes de romper a llorar. 

Esa situación de acoso, según le había contado la fallecida, empezó "tiempo atrás", cuando ambas familias se llevaban bien y, tras las tareas del campo, merendaban o cenaban juntos y el acusado "trataba de echarle el brazo a la pierna o el brazo por encima de la mano". Ella se lo dijo a sus padres y recortaron distancias. Luego, "todo se complicó a raíz de que yo entré en su vida", en 2019. Poco después, en dos ocasiones le pincharon las ruedas del coche de ella aparcadas en la casa de Barro y su padre denunció y sospechaban que había sido el acusado, pero no tenían pruebas y quedó en nada. 

Durante la relación, hablaba constantemente por teléfono con la fallecida y era habitual que le relatase que "estaba obsesionado con ella". Por la mañana o por la noche, la llamaba y le decía: "está aquí, vigilándome, lo tengo debajo de la ventana, está debajo de la parra. Un día me dijo: este hombre no está bien, está lloviendo a cántaros y viene en zapatillas". 

Todo esto a él y a sus padres les preocupó, de modo que está seguro de que había muchas más cosas que no les contaba "para no preocuparnos más". Un día, en una fiesta, la llamaron insistentemente desde un número oculto y le explicó que no respondía "porque sé que es él, en alguna ocasión le cojo y se queda callado".   

El hermano de Jéssica aseguró que ella "se sentía vigilada cada vez que estaba en casa y cada vez que salía" y que ella le manifestó alguna preocupación al respecto. Él vio al acusado "saltando" el muro de acceso a la finca de la familia de Jessica, no lo vio dentro, sino ya saltando para salir. También su madre lo vio "saltando el portal un montón de veces".

Según el hermano, "cada vez que lo miraba, ya sabía que estaba vigilándola" e incluso lo vio en las proximidades de la otra casa familiar, en Verducido (Pontevedra). El día del accidente, acudió al lugar de la colisión y habló con el acusado para preguntarle que había pasado. Como respuesta, "dijo que se le cruzara delante y no le dio tiempo a hacer nada" y él lo vio "tranquilo". 

La hermana confirmó que Jéssica estaba "preocupada" y se sentía "vigilada" y que ella misma presenció como "se quedaba mirando y, en cuanto ella lo veía, echaba a correr". Su padre confirma ese extremo y explicó que la situación se producía "desde hace 8 o 9 años ya", llegando a hablar de "10 años en un momento de la declaración".   

Un testimonio clave en esta causa es el del cuñado del acusado y vecino de la casa familiar de Barro, un hombre que era amigo de Jéssica y este martes declaró durante cerca de tres horas, con dos recesos incluidos, en el juicio. Este hombre, sobre el que la defensa pretende sembrar dudas asegurando que difundió "falsedades" sobre el supuesto acoso a la víctima, explicó que no tenía relación con su cuñado desde años atrás y que en numerosas ocasiones avisó a la joven fallecida por WhatsApp de que le estaba acosando. Aunque solía bromear sobre este acoso, "nunca pensé que hiciese eso", aseguró. 

Este hombre relató que el propio día del accidente lo vio rondando la casa familiar de Jéssica a las ocho de la mañana. Ella no vivía allí, pero sí acudía casi a diario para ayudar a su hermana con la casa y ese día también. A primera hora, cuando ella estaba en la casa, segura que lo vio "andando por la carretera de abajo hacia arriba por el medio de la aldea" y luego "dentro del coche" e incluso le envió un mensaje a ella diciéndole "te está esperando". Poco después, estando en casa, escuchó "el golpe" del accidente, fue en coche hasta allí para ver a sus caballos, vio al acusado y avisó a su familia de lo ocurrido.