El 17 de marzo de 2022, sobre las 9.25 horas, José Carlos Eirín conducía su vehículo Seat Toledo por la carretera nacional N-550 y, en Porráns, Barro, se empotró contra el coche de Jessica Méndez, que esperaba en un cruce para incorporarse a la vía principal, causándole la muerte. Este hecho nadie lo discute, pero desde este lunes, y durante toda la semana, un tribunal de jurado deberá determinar las circunstancias y motivaciones de lo ocurrido.
Los nueve miembros del jurado -y dos suplentes- deberán determinar si fue un accidente fortuito en el que Eirín se desorientó y chocó contra Méndez sin quererlo y sin saber que era ella, como sostiene su defensa, o si, como sostienen la Fiscalía y dos acusaciones particulares, fue un asesinato con alevosía con agravante "por motivos o razones de género" porque ella, a la que llevaba años acosando, rechazó tener una relación con él.
Además de la Fiscalía, hay dos acusaciones particulares, una ejercida por el novio de la fallecida, a través del abogado Luciano Prado, y otra por los padres y hermanos, a través de Manuel Franco. Ninguna de las acusaciones le atribuyen un delito de acoso, pero sí tiene en cuenta esa situación de acoso previa.
"La forma violenta de proceder del investigado se debió a la circunstancia de que durante varios años nunca obtuvo una respuesta de la fallecida a las pretensiones sentimentales o afectivas que albergaba", sostiene el fiscal, Alejandro Pazos, en su acusación. El abogado de los padres y hermanos hablan de una "conducta obsesiva de vigilancia y control" y el de su pareja insiste en que "llevaba años vigilándola" y el día del crimen ya a las ocho de la mañana.
El abogado de la defensa, Celestino Barros, sin embargo, niega tal acoso, asegura que "nunca hubo ningún ánimo de él de tener una relación con esta chica" y desvía toda la atención hacia el cuñado de su defendido, la persona a la que acusa de expandir "un relato falso" sobre el supuesto acoso que hizo que toda la investigación se decantase por esa vía.
Así, explica que dos años y medio antes, en octubre de 2019, alguien pinchó las ruedas del coche de Jéssica y, tras la muerte de la joven, su cuñado, recordó lo ocurrido, fue al tanatorio y empezó con esas supuestas "falsedades", que luego, por la "presión que generan los medios de comunicación", llegó a las partes.
Así, lo ve víctima de una "avalancha mediática", pues "tanto la Fiscalía como las acusaciones particulares se han visto de alguna manera coaccionadas para ver lo que no existe". Se muestra muy crítico: "no podemos multiplicar una desgracia culpando a alguien que no quiso matar a Jéssica porque estaríamos manchando su memoria".
El letrado de Eirín aseguró que "nunca fue una persona peligrosa para nadie". Vivía con su madre, su hermana, su cuñado y su sobrina a escasos metros de la casa familiar de la víctima y "en 41 años no tuvo nunca un problema con nadie", tan solo con su cuñado, con el que llevaba 15 años sin hablarse, "la única persona que tiene animosidad en contra de él".
"El acoso no existe", insiste, y contextualizó estos hechos en el marco de una aldea de Barro en el que los vecinos, "cuando pasas al lado de la casa del vecino, si tiene un perro, miras para adentro". Para él, "juzgar estos actos como actos de control es algo realmente maquiavélico" cuando "todo parte de algo pueril, la mala relación que existe entre dos cuñados".
En su defensa, además, introduce que su cliente ese día sufrió "desorientación" y "perdió la visibilidad" y, de repente, vio un vehículo e impactó con él. Entre que lo vio e impactó, según su defensa, "no pasó un segundo", de modo que no pudo evitar el impacto. E insiste en que él no sabía quien iba en ese coche y que esa desorientación pudo ser por efecto de la somnolencia que le causó un medicamento, tramadol, que tomaba por una lesión en una mano.
El fiscal insistió, contra la tesis de la defensa de que fue un accidente, que "deja de ser un accidente por la sencilla razón de que es un tipo de accidente de embestida perpendicular oblicua en una zona de la vía en la que es excepcional" e insiste en los informes de la Guardia Civil de Tráfico que "hace análisis y les lleva a vincular esta acción con una acción ya no imprudente, sino con una acción intencionada de una persona que pretende acabar con la vida de otra y utiliza para ello un vehículo a motor".
Ve el fiscal "conducta alevosa" con "nulas posibilidades de defensa" de la fallecida y asegura que "el móvil no tiene por qué ser acreditado, pero sí ayuda a consolidar la acusación" y, en este caso, la forma de actuar del acusado se debe a que "guardó muchos años un enorme rencor" hacia Jéssica, un "resquemor" que comenzó en 2012, cuando "tenía alguna idea de mantener algún tipo de relación o aproximación de carácter afectivo a Jéssica y ella no nunca le dio ningún pie", con una reacción de "desdén" e indiferencia que "no pudo soportar" y le llevó a una "conducta continuada de seguimiento aparentemente pueril-infantil", nada agresiva, con vigilancias y esperas, pero sin hostigamiento.
El abogado de los padres de Jéssica insisten en esa "actitud de vigilancia e intentar controlar los movimientos de Jéssica" y el letrado de Ismael Leira, la pareja de la víctima, insiste en que "lo que en principio pudiese parecer un accidente de tráfico, fue un asesinato".
El juicio comenzó este lunes con una sesión maratoniana que comenzó a las 10.00 horas de la mañana y terminó a las 19.15 horas de la tarde y que dejó momentos de tensión entre el abogado defensor y el presidente del tribunal de la sección cuarta de la Audiencia, Miguel Seijo, que le llamó la atención por demorarse en su informe, por intentar razonar las nuevas pruebas que aportaba cuando tan solo era el momento de aportarlas o por insistir en realizar trámites que ya previamente le había negado, como que el acusado declarase al final del juicio.
Las partes y el presidente del tribunal emplearon toda la mañana en el trámite de constitución del jurado. Tuvieron que elegir a once personas -nueve titulares y dos suplentes, cinco mujeres y seis hombres, finalmente- y emplearon cuatro horas en hacerlo, hasta que a las dos de la tarde quedó configurado y los miembros elegidos pudieron jurar la función para la que han sido designados.
Tras un breve receso para comer, a las 15.45 de la tarde se retomó la sesión, centrada en la lectura de los escritos de acusación y defensa, la propuesta de nuevas pruebas por parte de la defensa y los informes iniciales de las partes. Finalmente, a las 19.15, tocó el turno al interrogatorio del acusado, si bien se acogió a su derecho a no declarar y se limitó a sostener su inocencia."Me declaro inocente de asesinato, yo no sabía quién iba dentro del coche ni pude hacer nada", dijo.