Que un idiota llegue a la Casa Blanca siempre me ha parecido poco creíble, un loco es más posible (hay muchos casos de liderazgos dementes a lo largo de la historia, ejercidos por egocéntricos que se creían infalibles), porque, en cualquier caso, siempre será preciso el apoyo de élites, grupos de opinión y de interés, lobbies… y sus medios de comunicación. Y sí, puede que injerencias externas de otros países. Pero aunar todo ello y hacerlo con una mayoría electoral no parece ser obra de un estúpido. Por tanto, la inseguridad que está generando Trump en los mercados, carente de sentido para la economía global y que está resultando negativa para los EEUU, debe obedecer a alguna lógica. Ya se sabe, cuando algo no tiene sentido, no es que no lo tenga, es que nos faltan datos. Por ello, quizás la razón hay que buscarla en el propio Trump, en cuál es su objetivo.
Teniendo en cuenta que contrató su campaña electoral a sus propias empresas, haciendo negocio con el dinero de sus donantes; el pelotazo del "memecoin", la criptomoneda de Trump (su mujer, Melania, también sacó la suya), que hizo amasar una fortuna a sus empresas cuando al alza (con una revalorización del 600%) vendieron el 80% de la misma, causando pérdidas multimillonarias a sus inversores, pero ingresos de más de 350 millones de dólares al loco del pelo rojo; o que recomendó comprar acciones antes de una de sus cancelaciones de aranceles, en una obvia manipulación del mercado, que generó un efecto rebote; está claro que uno de sus propósitos es la especulación financiera. Para lo que Trump tendrá un ejército de brokers a los que les gritará "Show me the money!!" (muéstrame el dinero), imitando a Cuba Gooding Jr. en el film "Jerry Maguire", desde su fachamovil nuevo, un Tesla rojo.
Cada bandazo que pega Trump con los aranceles y su impredecible política económica, genera movimientos bruscos en bolsa que pueden hacer ganar millones a quienes conozcan de antemano el giro. Y ya sabemos quién tiene esa información privilegiada. Eso explicaría además el por qué tantos bandazos. Esa montaña tan rusa que hasta Putin debe estar frotándose las manos, genera muchos ingresos. Pensarán que de ser así Trump está cometiendo un delito, no sería el primero, pero al igual que en otras ocasiones, su capacidad para sortear a la justicia está garantizada, con un Tribunal Supremo, de mayoría republicana, que ha ampliado la invulnerabilidad del Presidente, y con el nombramiento de uno de sus fieles, Paul Atkins, como presidente de la Comisión de los Mercados de Valores. Sí, el supervisor de estás posibles especulaciones. Los lobos cuidando de las ovejas.
Que un individuo sin escrúpulos se haga con el timón del país más poderoso del mundo nos recuerda a la primera mitad del siglo XX, cuando a la crisis del liberalismo le siguió el auge de los fascismos. En nuestros tiempos, el sueño de la razón promovido por un avaro neoliberalismo sin ética, que ha generado varias crisis y debilitado el Estado del Bienestar, ha hecho florecer a los neofascismos o autoritarismos de nuevo cuño, en los que ya no es necesario dar un golpe de Estado para derribar la democracia.
Porque ese parece ser el otro objetivo, quizás ni siquiera el de Trump, más interesado en aumentar sus ingresos, pero sí el de quienes lo rodean: unos oligarcas, atraídos por la promesa de un nuevo orden económico, que creían les permitiría consolidarse y prosperar, o ganarse el favor del nuevo líder (al igual que sucedió con Hitler o Mussolini, o en la Rusia de Putin, quien puede ser el ejemplo a seguir y una de las manos que mecen la cuna en el viraje autoritario mundial); y un grupo ideologizado de corte ultraderechista que saliva ante los estímulos MAGA, cual perro de Pávlov. No nos equivoquemos, el "trumpismo" no es neoliberal, ya que ataca las ideas de Adam Smith y las bases del liberalismo, el libre mercado, contradiciendo los propios orígenes de su nación. Es contrario a la libertad de pensamiento, como demuestra su ataque a la libertad de las universidades, dejándoles sin subvenciones sino aceptan su agenda política; ni cree en la soberanía popular representada en el Congreso, como se vio con el asalto al Capitolio y su desprecio por las normas democráticas. Por el contrario, está actuando desde el Estado sobre la política y la economía, intentando saltarse todos los contrapesos democráticos, como un gobierno totalitario ("Nada contra el Estado", decía Mussolini; "La meta un Estado totalitario que penetre en todas las esferas de la vida pública", defendía Goebbels).
Puede que EEUU no llegue a convertirse en un país fascista, pero no debemos olvidar que esa es la base ideológica del Régimen trumpista, y de todos aquellos que apoyan sus políticas; que buscan romper con el sistema establecido, culpando de todos los males a unas supuestas élites a las que acusan de haber sido débiles, por lo que deben primar líderes fuertes que no se arredren ante otros países agresores ("que se han aprovechado de EEUU"), aplicando la represión (deportaciones sin juicio ni pruebas a cárceles de El Salvador) a los sectores más vulnerables, que son utilizados como chivos expiatorios (feministas, colectivo LGTBI, inmigrantes). Estas características, unidas al militarismo (Gaza, Groenlandia), la violencia (discurso amenazante y agresivo), la masculinidad (eliminación de los programas de diversidad), la exaltación de tiempos pasados (make american great again), el patriotismo, el nacionalismo, el supremacismo, la tradición, el mesianismo (predestinado por Dios), etc., llevan a Trump por las vías del fascismo más tradicional. Y si no, comparen y lean.
Quizás sea un mal sueño de cuatro años (si no se cambia la ley para que pueda seguir gobernando), o acaso lo sustituya otro ultraderechista, pero mientras, el loco del pelo rojo quiere su pasta y hará todo lo posible para hacer negocio. Show me the money!
Show me the money!
20
de abril
2025