Noel Queipo
Ida
Señores, señoras, chicas, chicos, personas y personajes. Hoy les traigo un axioma único, novedoso y al cuál habría que rezarle y serle fiel por encima de todas las cosas: el cine no es lugar para hablar. Es para observar, escuchar, disfrutar, viajar, sentir para hacer tertulia se va a una cafetería o se coge la película en el videoclub. Aclarado esto, decir que esta semana he ido al cine en Logroño y bueno, además de tener detrás a un grupo de señoras que no paraban de hablar (hay "señoras que" de todo tipo) me ha sorprendido mucho que no encendieran las luces hasta después de acabar los títulos de crédito (a pesar de la indignación supina de las citadas). Suponiendo que no haya sido un despiste, chapeau por los riojanos. Sí, porque el metraje no acaba hasta que no lo hacen los títulos de crédito, y por respeto a toda esa cantidad enorme de gente que hace falta para hacer una película, opino que está bien quedarse hasta el final de los finales, el negro absoluto del último frame.
Esta vez he ido a ver una película que he disfrutado mogollón, porque demuestra en sí misma el amor por el cine: Ida. Adoro el cine desde que tengo uso de razón pero hay películas y películas. Hay películas malas, buenas, obras maestras, malas pero entretenidas, buenas pero infumables hay grados y grados para definirlas pero hay un determinado tipo que son esas que, además de un sabor de boca genial, recuperan el amor por el cine, lo demuestran y lo redescubren en su público. Esas que se preocupan por la historia pero también y sobre todo por la forma, por el cómo contarla, por la imagen y por el propio cine.
Ida es una película casi poética. Un cuento que se dibuja en blanco y negro y en formato 4:3. Con una fotografía exquisita que rompe con todos los cánones preestablecidos de composición, y que hace disfrutar uno a uno cada plano con su belleza plástica. Tiene aires de documental a pesar de ser ficción, sin apenas movimiento de cámara y con un estilo y una pureza de imagen increíbles, nos lleva a través de la naturalidad de sus protagonistas a la Polonia de 1960.
Un argumento, que en principio, no me atraía mucho: una novicia huérfana que antes de jurar sus votos y convertirse en monja irá en busca de sus antepasados, de la historia de su vida. Sin embargo el relato engancha y poco a poco, paso a paso, sin aspavientos, ni puntillas, ni ornamentos sobrantes consigue interesar y convencer. Ana (o Ida, el verdadero nombre del personaje principal) hace un viaje por su pasado en busca de sus orígenes, para ello contará con la ayuda de su tía, único familiar vivo y el personaje más antagónico de nuestra protagonista. Diálogos, acciones, momentos todo encaja a la perfección en la película y, sin embargo, no es una película que tenga como fin último entretener (aunque entretiene); lo que consigue es hacer disfrutar.
Hay quién me ha dicho que es una película lenta, y la verdad es que reconozco que sí, y aunque pueda parecer un adjetivo negativo usándolo para describir una película, en este caso no creo que sea peyorativo en absoluto. Es una película lenta sí, pero "segura". Tiene un ritmo perfecto para dejar saborear foto a foto cada instante y por tanto su lentitud se convierte en otra ventaja del film.
Para acabar diré que esta película es cine, pero CINE con letras mayúsculas. Decía Luchino Visconti que "El cine nunca es arte, es un trabajo de artesanía, de primer orden a veces, de segundo o tercero lo más". Yo diría que sí, es arte y artesanía. E Ida es un ejemplo más, una prueba irrefutable de que el cine es arte, será el séptimo, el cuarto o el primero; que cada uno lo ponga en el lugar que quiera, pero indiscutiblemente, es arte.