Vicente G. Rivas
Los Consejos de Ministros y el tío Cañete que todos tenemos
Un ministro, por lo menos hasta antes de ayer, y cabeza de lista del partido más importante del país no puede ser tan ¿espontáneo? Y decir lo primero que se le viene a la cabeza. Las afirmaciones realizadas por Arias Cañete conllevarían su destitución inmediata si no fuera porque, en realidad, las políticas que practica su partido encierran mucho de ese machismo.
Es verdad que no era precisa una frase de tal calibre para saber de qué pie cojea cada uno, de la misma manera que es innecesario que Aguirre se disculpe por hablar de Cataluña como el extranjero, o Aznar tras decir que nadie le va a indicar la cantidad de vino que tiene que beber, o González Pons tras anunciar, a sabiendas de que estaba mintiendo, los millones de puestos de trabajo que se iban a crear en esta legislatura. Ni siquiera requiere aclaración alguna la amistad del presidente, Mariano Rajoy, incluida su firma como avalista para abrir una cuenta en un banco Suizo, con el proscrito popularmente Luis Bárcenas; o la que mantenían los "amiguitos del alma" que se "querían un huevo". Nada de esto reclama la ciudadanía, o una parte de ella, porque sabemos cuáles son los parámetros morales de algunos dirigentes de la, insisto, principal formación política de España.
Por ello, da la impresión de que la aseveración de Cañete pasará a la historia como una anécdota, como muchas de las cosas que ocurren en la política española desde hace algunos años. Es como lo que dice el tío Cañete que todos tenemos en nuestras familias que en las reuniones de Navidad siempre suelta cualquier opinión sin importarle sus consecuencias. Lo que sucede es que a ese tío Cañete de todos ya lo conocemos y sabemos en qué hemisferio de su cerebro se encuentran sus ideas más... campechanas.
La afirmación no tiene desperdicio, desde luego, porque define el manual ideológico de un partido político que sabe que muchos y muchas de sus votantes siguen anclados en otros tiempos. Es esta la regeneración política que, por desgracia, tenemos (y se extiende al resto de partidos). No hay más que decir. ÿnicamente que a partir de ahora, si una dirigente del PP cae en manos de un periodista para una entrevista o en medio de esas ruedas de prensa propias de la prehistoria, debería enfrentarse a una cuestión básica: ¿Qué credibilidad le damos a lo que nos cuenta debido a su inferior nivel intelectual? Y esto sin querer ser machista claro.
Me imagino los Consejos de Ministros con los hombres a un lado y las mujeres al otro, y Rajoy presidiendo la mesa. Los primeros, hablando de fútbol, casos de corrupción, periodistas incómodos y recuperaciones económicas. Las segundas, observando y, de vez en cuando, enviando un WhatsApp a su niñera para que no se olvide la merienda del vástago, o preparando el fin de semana en el campo con las amigas, pero sin meter baza. Lo siento, pero no me planteo la posibilidad de Mato o Báñez calladas y sin decir nada... o sí porque visto lo visto, a lo mejor Cañete se estaba refiriendo a esas reuniones gubernamentales. Vete tú a saber. Por cierto ¿recuerdan lo de los exabruptos y pecados mortales de la izquierda frente a las palabrotas o anécdotas de la derecha? Pues por si no lo tenían claro, lo del tío Cañete es otro ejemplo.