Manuel Pérez Lourido
El precio de girar el cuello
Me he tomado un descanso para escribir esto. Llevo diez minutos girando el cuello, a ambos lados, a ver si consigo un ángulo de 45 grados. Es difícil. Estoy pertrechado de: espejo, escuadra, cartabón, compás, transportador y coqueta cámara fotográfica.
Les explico: yo voy bastante por Poio. La mayor parte de las ocasiones al volante de un automóvil.
Y claro, no quiero que me pongan una multa por girar el cuello sin cerciorarme de cuántos grados tiene ese movimiento delictivo. Creo que en un par de días tendré los conocimientos suficientes como para poder refutar los argumentos policiales, si es el caso. Lo que no quiero es que me multen por girar el cuello 43 o 44 grados. Si me paso, que soy mucho de pasarme girando el cuello, que me esposen si hace falta, pero que no me pongan una multa por la cara, digo, por el cuello.
Cuando era joven y soltero, era un hacha girando el cuello por la calle. Era un acto reflejo que hoy día sería calificado de machista pues las causantes del gimnástico gesto poseían una belleza que tiraba de espaldas, unas piernas de vértigo o glándulas mamarias de infarto: todo cosas que originaban males sin cuento. Luego me reformé y me eché novia, no recuerdo en qué orden, y ya sólo utilicé el cuello para asentir.
Las multas de Poio se han puesto por "la pérdida de atención en la conducción al desplazar la visión más de 45 grados sobre el eje de la calzada". Esto se arreglaba con un dispositivo en los autos que te arrease un guantazo en cuanto te pasases en el giro. Igual que hay un chiflo que te revienta los oídos si no te colocas el cinturón.
Parece ser que la policía local ha situado un coche con radar en la PO-308, a la altura de Encoirados. ¿Usted tampoco sabe donde cae eso?. Pues tendremos que enterarnos por la cuenta que nos trae. La presencia de este vehículo era, precisamente, lo que provocaba que los conductores girasen la cabeza. Son listos estos polis. Las autoridades se han apresurado a afirmar que no hay ánimo recaudatorio, y también que las multas "no son normales".
Los conductores solemos caracterizarnos por dos vicios fundamentales:
- el deseo irrenunciable de que no nos pongan multas.
- el no menos irrenunciable deseo de que, si nos las ponen, las multas sean normales.
No hay nada peor que llegar a casa, después de haber girado el cuello en latitud este u oeste y en ángulo punitivo según la policía local de Poio y tener que explicar a la jefa, asintiéndo con el mismo cuello a sus reconvenciones, que la multa que te han puesto no es normal.