Manuel Pérez Lourido
Los obreros del chou bisnes
Cuando lo único que te consigue tu agente es un puesto para ejercer de jurado en La Voz, desengáñate: tu carrera musical ha pinchado y has topado con el duro suelo. Aparecerás en el plató del programa con los morros hinchados y la de maquillaje sudará tinta china.
He leído que ese es el futuro que espera a Alejandro Sanz y a Laura Pausini. Nunca fueron estrellas de rock, vale, pero engatusaron a unos cuantos. De la Pausini recuerdo una voz melosa, o tal vez era acaremelada. Y de Alejandro Sanz prefiero no recordar nada. Tan sólo sus llantinas cuando, hecho un millonario ciudadano de Miami, protestaba porque la piratería le pirateaba. Sniff. and the Tears (guiño a poperos irredentos).
Bien se sabe que esto del chou bisnes es como el juego de la oca: avanzas a toda leche pero igual caes mal y te toca retroceder unas cuantas casillas. O volver al punto de partida.
Yo no sé si salir de jurado en La Voz es volver a la posición de salida, pero que no es lo mismo que llenar estadios, eso seguro. Yo vi un día en un jurado de estos al vocalista de Los Sencillos y no sabía si alegrarme por el o lamentarlo. El tipo parecía contento, en todo caso.
También recuerdo que es un programa similar hizo fortuna la mala milk de un hortera con gafas oscuras y mala milk, que me aspen si recuerdo ahora su nombre: Risto Stoikov o algo así. Gente con mala milk, en cualquier caso, logran tirar de la audiencia y por eso se imponen programas en los que hasta los cocineros parecen hijos de Belcebú cuando le echan la bronca a probos restauradores que quieren restaurar sus negocios.
En el fondo, la gente del chou bisnes debería darnos pena. Penita, pena. Arrastrados por los vaivenes del gusto popular, caprichoso y a la vez fofo, mimético y sin punch, deteriorado y volátil. Y entregados a un IVA leonino que les chupa la poca sangre que tienen. No se lea esto último como una crítica, por injusta y generalizada. Mejor: no se lea siquiera, aunque lo voy a dejar que si no, no hay quien llene la página.
Me hace gracia que la gente del chou bisnes no se haya aburrido todavía del chascarrillo ese de desearse mucha caquita como sinónimo de suerte. Eso refleja hasta que punto han caído en las garras de la simplonería y de la superstición por culpa de una profesión que los expone a condicionantes ajenos a su desempeño y entrega. Depende tanto de la suerte que se mandan a la mierda porque no pueden hacer otra cosa, qué sino. Pero ya decía un sabio, el de Hortaleza, que no existe la suerte: sólo la buena suerte o la mala suerte.
Que Dios la reparta, para todos y todas.