Beatriz Suárez-Vence Castro
Felipe y Pablo
Dos caras de una moneda. Dos visiones opuestas para un mismo país. Felipe de Borbón y Pablo Iglesias dan dos perfiles con muchas diferencias pero también algunas similitudes. Ambos preparados desde hace tiempo para su objetivo particular han tomado la salida prácticamente a la vez. Felipe ha recibido su puesto como herencia, sin poder elegir ni que lo elijamos. Pablo se perfila como alternativa de Gobierno. Si hoy se celebrasen elecciones generales, según las encuestas, ganaría Podemos. También según ellas, la monarquía ha aumentado su aceptación. Ninguno de los dos tiene una tarea fácil por delante. Ambos quieren dejar a sus hijos, aún pequeños, una España diferente.
Felipe supo antes que Pablo lo que tenía que hacer pero desde que fue nombrado Príncipe de Asturias, con diez años, hasta ser nombrado rey, con cuarenta y seis, la sociedad que debe regir, si una III República no se lo impide, ha cambiado enormemente. La de Felipe príncipe simpatizaba con la monarquía, la de Felipe rey la cuestiona seriamente y no le va a pasar ni una.
Una corona es siempre un asunto de familia y en una familia no todos son igual de responsables. En las reales, además solo uno tiene la responsabilidad de reinar. Es Felipe en este caso quien tiene por delante la dificilísima tarea de limpiar una corona salpicada por manchas de corrupción, oxidada, necesitada de la renovación que él representa. Muy formado y con un equipo importante de asesores, le lloverán aun así palos por todas partes. Nadie tiene nada personal contra él más que un matrimonio inadecuado para los puristas, pero a este rey le pintan bastos. Parece tener el carácter bien templado para encajarlos y ha empezado a trabajar discretamente.
Mucho más enérgico y mediático es Pablo Iglesias, casi antagonista de Felipe, republicano y de izquierda pura .Podría parecer que lo tiene más fácil que Felipe, porque le han dejado el campo tan abonado que a poquito que siembre, cosechará. Sin embargo va a tener que sobreponerse al efecto del petardazo, de la subida rápida. Y elegir muy bien a sus colaboradores porque Rajoy ha tenido casi tantos enemigos fuera como dentro del partido, y eso se paga. Iglesias tendrá que demostrar que además de arranque y carisma tiene una alternativa sólida. No tiene tiempo para dormirse en los laureles. Sabe que tiene asegurado el voto de la izquierda, de quienes no votaban al Partido Popular ni al Psoe. Pero aunque las encuestas le presenten como ganador tiene que pelearse a la mayoría absoluta que en su momento votó a la derecha.
Mayoría absoluta son muchos votos. De esta, hay una parte hay una parte que impulsivamente, asqueada, se irá al lado contrario. Con ella lo tiene menos difícil porque el PSOE no parece ser rival. Sin embargo le quedan dos terceras partes: La primera, formada por quienes se abstendrán al no verse representados por nadie al no existir opción de centro y una segunda de indecisos que se han quedado sin referente. Estos se fijarán en su discurso, más que en él. A ese tercio se lo tiene que ganar si quiere gobernar con amplitud. Si radicaliza el discurso no lo va a conseguir.
A mi modo de ver ha cargado la mano al menos en dos puntos: Pidiendo la reagrupación de los presos vascos y poniendo como modelo el chavismo. El representa a la izquierda pero es que a ella, especialmente a la más joven, se la lleva de calle. Es al futuro votante que no es de nadie ahora mismo pero que puede ser de él al que se tiene que trabajar y no lo hará si carga la mano. Quizá no le importe convencer a ese porcentaje y solo pretenda movilizar a la izquierda, dando un volantazo pero entonces no gobernará para todos. Sólo lo hará para los suyos, lo que parece tan injusto como que la derecha solo gobernase para ellos. Aunque en el caso del gobierno actual ni esa duda les ha beneficiado porque la sensación que han dejado es que no han gobernado para nadie. Solo para ellos mismos.
Si Pablo Iglesias no obtiene una mayoría, tendrá que negociar y eso no parece entrar en sus planes.
Los discursos Felipe son pausados, incluso sosos. Los de Pablo arden. Tiene un punto mesiánico, de salvador de la patria del que abusa un poco. Son tempos opuestos. Quizá a uno le falte la chispa que al otro le sobra.
Son de cualquier manera dos actores fundamentales para el futuro próximo de nuestro país, que, si se concreta tal y como las encuestas vaticinan, estarán condenados a entenderse.