Manuel Pérez Lourido
Cosas de la Navidad
Los que somos de la época en que la navidad la gestionaba El Corte Inglés estamos desorientados.
Hoy la navidad son cuatro bombillas en un árbol, un papá noel borracho y tres tipos disfrazado, uno embadurnado de negro. En el proceso fagocitador de símbolos religiosos que nuestra sociedad ha emprendido sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ahora lo que se lleva es llamarla Fiesta de Invierno. Bueno, acabamos de asimilar algo llamado Black Friday, el viernes después de Acción de Gracias para los yanquis, sin que tengamos Acción de Gracias ni rabo de gaita. Bueno, gaitas, unas cuantas. Aquí la religion es el Ibex-35 y a sus monaguillos los están enchironando.
La navidad se reduce a cuchipandas de trabajo y con amigotes varios, lotería anunciada con estruendoso aparato lacrimógeno, tecnología de banda ancha que siempre regalan a otros, turrón de chocolate porque los clásicos apestan a eso, a clásicos; villancicos en inglés porque los religiosos están apestados, espumosos no catalanes, fuet no catalán, todo lo típico catalán pero en versión foránea por motivos de objeción xenófoba identitaria...
La navidad antiguamente, y de esto los antiguos sabemos mucho, era el momento de los niños. Era cuando los niños levántabamos cabeza un poco. Un cine exin por aquí, un fuerte de indios y vaqueros, un madelman, un balón de cuero, clicks de famobil, (yo es que no me acuerda que se le regalaba a las niñas...) ah, si, muñecas de Famosa. Juntábamos tres o cuatro juguetes que tenían que durar el resto de año pero que a mediados de enero estaban hechos migas.
Los niños de hoy en día tienen regalos todo el año. Invitan a sus amigos en sus cumpleaños, les dan una tarjeta con su nombre facilitada por la dirección del local donde perpetrarán sus barbaridades (nosotros las hacíamos a plena luz del día, en la calle. Si acaso la madre del cumpleañero nos ponía un chocolate y unos churros y arreando). Hoy a los chavales, en esos locales de ocio para esa gente menuda, son sentados en una especie de trono mientras sobre su testa colocan una corona de cartulina dorada (y cutre a morir). Muy gráfico todo. No me extraña que la chavalada salga propensa a los traumas. Tienen que tener traumas hasta en el carnet de identidad.
Una cosa que llama la atención es la costumbre de decir "en navidades", como si hubiese más de una.
Lo cierto es que, sea en navidad, en carnavales o en semana santa, a los pontevedreses lo que nos va es pintar la mona. Por eso la feira franca rompe moldes (habría que decir froizs ahora) y los carnavales son la repera. Salir a la rue con un frío que te cagas vestidos con poca cosa o directamente desvestidos.
En estas fechas se lleva mucho el gorrito rojo con pompón blanco y ropopompón, ropopompón. La gente de tripa prominente está de enhorabuena y pueden sacarse un sobresueldo. No hagan caso: son cosas que vienen a la mente sin pedir permiso y sin documentación.
Una tradición que ha sido olvidadada es la del aguinaldo. A los funcionarios fueron dos gobiernos quienes les obligaron a olvidarla, a fuerza de recortes. Después te enteras por la prensa de que el gobierno esconde en sus filas a una escisión de los golfos apandadores... en fin, comamos un poco turrón a gusto mientras nos queden dientes.