Beatriz Suárez-Vence Castro
Viaje en el tiempo
En 1985 se estrenó Regreso al futuro, dirigida por Robert Zemeckis y producida por Steven Spielberg. A los adolescentes de aquella época nos gustó tanto que se ha quedado en la memoria de todos. Tuvo una segunda parte cuatro años más tarde a la que no hice mucho caso. Con 17 años ya estaba yo en otras cosas. Aunque fui a verla, la reacción no fue la misma y apenas la recuerdo.
Sin embargo es esa entrega: Regreso al futuro II, la que vuelve a estar de actualidad por una razón: Su protagonista, Marty Mcfly, interpretado por Michael J. Fox, viaja desde 1989 a un futurible 2015.
Hace veintiseis años los guionistas, el propio Zemeckis y Bob Gale, imaginaron cómo sería este año que ahora empieza para nosotros. Las redes se han llenado de artículos que hacen referencia principalmente a los inventos que entonces soñábamos, y que ya existen, y los que todavía seguimos soñando. Entre los últimos están los coches voladores que solucionarían muchos conflictos y que más de uno desearía que existiesen en esta Pontevedra nuestra para poder venir a trabajar a la ciudad y salir de ella sin problemas. Lo del monopatín impulsado en el aire que llevaba el chico de la película casi lo consiguen ya algunos skaters con sus cabriolas, aunque siguen teniendo poco espacio para hacerlas y lo mismo que los ciclistas, siguen reclamando en la ciudad un lugar mejor para circular por el centro y no seguir atropellando ancianitas por la calle. Idea estupenda lo de los coches y monopatines sin ruedas pero irrealizables. Un poco en la línea del programa político de Podemos. Es ideal pero no se ve.
Hubo otros inventos en la película que sí tuvieron más éxito, como la videoconferencia. O las gafas para poder comunicarse con los demás, que Goggle acaba de lanzar para poder navegar por la red sin necesidad de ningún aparato más. Yo tengo curiosidad por saber cómo será la funda porque ando estos días pensando en detalles para regalar y se me mezclan mucho las cosas. Me entra la vena superficial y me pongo a pensar si esas gafas me cabrán en el bolso. Efectos extraños que me provocan estas rebajas anticipadas con la proximidad del día de Reyes.
El caso es que cuando vuelvo en mí, la entrega de la trilogía de Regreso al futuro que recuerdo con más cariño es la primera. La que da sentido al título: Marty volvía a 1985, el año en que vivía cuando arranca la película, después de haberse dado una vuelta por el pasado en la máquina de Doc, aquel científico loco, visionario y de buen corazón, que a todos los chicos de trece años nos habría gustado tener como amigo. El personaje de Michael J.Fox viajaba al pasado para arreglar ciertos asuntos familiares que estaban un poco revueltos y conocía a sus padres tal como eran en su juventud.
Esa vuelta hacia atrás en el tiempo a mí me resulta más interesante que la anticipación del entonces futuro 2015 que se hace en la segunda entrega. Al fin y al cabo, el futuro llega volando pero el pasado no se puede remediar. Y este chico era capaz de lograrlo. Ayudaba a su padre a plantarle cara a su insoportable jefe y a pelear por el amor de su madre. Así, aquel consigue superar la inseguridad de la juventud y hacer de su futuro lo que desea. Con la ayuda del que será, sin que él lo sepa, su propio hijo.
Así contado parece que el guionista se fumó hierba y luego se puso a escribir lo primero que le venía, pero si lo piensan, la idea la hemos tenido todos: ¿Quién no volvería al pasado por un ratito para conocer a sus padres de jóvenes? Probablemente les entenderíamos mejor. Viéndolos ahora, nos olvidamos de que la gente mayor también ha sido joven y ha tenido que pelear en un entorno distinto pero, al fin y al cabo, peleas similares a las nuestras. Más complicadas, ya que nos ponemos. Y han salido adelante y nos han criado a nosotros. Lo que eran, es lo que son ahora en esencia, y una parte de lo que somos nosotros.
El pasado de cada persona es su historia particular y la razón de muchas actitudes actuales que a los que venimos detrás nos cuesta entender y que ahora, en estas Fiestas de reuniones familiares, provocan a veces desencuentros.
Sin instalarse en la nostalgia, otra trampa de estas fechas en la que es fácil caer, ¿quién no volvería al pasado para hacer algún reajuste que afectase a su presente? Todos cambiaríamos algo. Ahí está, a mi entender, la magia de la película que en 1985 dio un taquillazo inesperado, recaudando 380 millones de dólares en todo el mundo y fue considerada mejor película del año por crítica y público.
Hoy se recuerda con una mezcla de asombro y apuro, porque el tiempo le ha dado un rasgo friki que, a los que nos gustó en su momento, nos cuesta reconocer. Demasiado ochentera, exageradamente americana. Y sin embargo con el punto de imprescindible que tienen esas películas que no volverías a ver pero que forman parte de tu vida.
Michael J. Fox, ha sobrevivido con dignidad a aquel boom mediático que lo catapultó a la fama siendo un adolescente y, aunque un Parkinson precoz ha limitado su trabajo, le hemos podido ver en televisión. Sigue casado con la madre de sus tres hijos. Ha escrito una biografía en la que relata sus años de fama, su casi retirada y su enfermedad.
Ha titulado sus memorias: Un hombre afortunado. Y así ha sido porque ha sabido encajar los petardazos de la vida. No se ha quedado en el aire, volando en monopatín.