Beatriz Suárez-Vence Castro
El síndrome del gato escaldado
Se utiliza mucho el término síndrome, hasta el punto de que parece que cada cinco minutos aparece un síndrome, sobretodo en psicología: el del nido vacío, el de Peter Pan, el del abuelo esclavo. Desde luego que existen, aunque supongo que ponerle "síndrome" delante atrae más atención. Así que ante la proximidad de las elecciones he descubierto un síndrome nuevo. Quizá puedo decir que lo he descubierto porque lo padezco yo.
El síndrome del gato escaldado se caracteriza por una pereza impresionante ante la idea de soportar la avalancha de mítines, pasquines, propaganda en casa, en la calle, e intentos de gente cercana y no tanto para que te definas y votes lo que ellos consideran que debes votar. Otro síntoma del síndrome es el esceptismo ante las promesas políticas de las antiguas y las nuevas formaciones que vendrán a arreglarlo todo. Supongo que será pasajero y que podré recuperarme antes de las municipales para enterarme al menos de lo que proponen los nuevos grupos políticos que en su mayoría salen de otros aunque se rodean de caras nuevas para dar la sensación de que no es así. Tendré más información de la que mi agotado cerebro va a conseguir procesar.
En lo que concierne a Pontevedra, lo que sí tengo claro es que 16 años son demasiados para cualquier alcaldía y que nuestra ciudad necesita un cambio. No para deshacer todo lo que se ha hecho porque es imposible y porque no todo es malo. Pero sí al menos para que el empleo crezca, para que vuelva a haber comercio y negocio próspero para todos. Las mejoras estéticas son necesarias, pero no se debe olvidar el motor, lo que hace que una ciudad se mueva.
Todavía no he entrado a fondo en el programa de Marea Pontevedra y Todos por Pontevedra, las dos novedades políticas que más suenan. Mi problema, en el fondo, creo que es el de todos: recuperar la confianza en quien se mete a político. Tanto por la capacidad que tengan para cumplir sus promesas como para no cambiar el destino de nuestros votos con coaliciones. Siempre nos quedamos con la sensación de que no nos enseñan el menú completo porque hay opciones fuera de carta que no se molestan en contarnos. Quizá es la propia Ley Electoral la que acaba conduciendo a esos resultados no deseados. Ya que se habla de revisiones, no estaría mal revisarla también para asegurarnos, al menos, de que votemos en la práctica lo que hemos votado en las urnas.
Otro punto necesario es que hagan claras sus exposiciones: en lugar de contarnos lo que quieren hacer, que dijesen cómo lo van a hacer, con qué medios cuentan. Porque a veces las promesas se quedan en buenas intenciones, si no es posible realizarlas en la práctica. No me vale un "Vamos a centrarnos en crear empleo", si no que me digan la forma en que van a hacer que ese empleo pase del mundo de las ideas a la realidad.
Hacer política no es fácil, no es divertido, por muy atractivo que parezca. Es algo serio y puede ser muy frustrante incluso para el político, si es honesto. Hay muchos frentes abiertos y hay que concretar los objetivos y comprobar primero si son viables.
Por otro lado, cuando el líder de una formación proviene de otro partido que ha abandonado, la gente no tiene muy claro cuáles han sido las causas por las cuáles ha decidido dejar su antiguo partido y cuánto de ese antiguo ideario, si es que hay algo, se mantiene en su programa. El pasado en política cuenta y lleva un tiempo acostumbrar a la gente a encontrar a la misma persona en un partido diferente. Aunque el candidato lo haga con la mejor intención.
A pesar de todo esto, les digo que no hay que dejar de interesarse por la política, por muy cansados que estemos de ella, porque es parte importante de nuestra vida, queramos o no. No se dejen vencer por la apatía.
Lo mismo intentaré hacer yo, a pesar de este síndrome del gato escaldado, que me hace huir, después de haberme quemado, incluso del agua fría.