Manuel Pérez Lourido
Tuiteros sin fronteras
Tengo 14 seguidores en twitter. Menuda porquería, dirán ustedes. Error: mis seguidores no son ninguna porquería. Son la creme de la creme. El último bastión de una raza de titanes. El irremplazable baluarte de una vieja forma de entendar la vida que consiste en: "mira este qué peniña da, voy a pasar de borrarlo". Si acaso están pensando que vengo aquí a lamerme las heridas cibernéticas, craso error again: vengo a exponerlas en carne abierta. Quiero que todo el mundo sepa lo mindundi que soy y cuánto me gustan los juegos fónicos. Quiero que hoy mismo mis seguidores de twitter pasen a la historia dentro del anonimato, que es una forma de hacerlos pasar a la historia reservada para tipos como yo. Qué digan: "mira el gilipollas este". O sea, que lo vuelvan a decir, esta vez sin necesidad de entrar en twitter.
Las redes sociales están sobrevaloradas, especialmente aquellas que me mantienen en el ostracismo. Para los no iniciados les explicaré el funcionamiento de twister. Te das de alta y te pones a seguir a gente. Para ello simplemente los tienes que buscar. Con ese fin existe un buscador que se llama así: "buscador". Hablo de memoria. Igual se llama de otra forma, que estos son capaces. El caso es que puedes ponerte a seguir gente a cascoporro, no necesitas más que escribir nombres, aunque te los inventes es igual. Luego la peña puede un unfollow, que viene siendo borrarte o, más bonito en gallego, "desborrarte". Por lo tanto, para conseguir seguidores, la gente tiene que poner tu nombre en su cuenta y así empieza a seguirte. Hay 14 personas o entidades, que viene siendo lo mismo, que han decidido seguirme, vaya usted a saber por qué. Yo he decidido seguir a 23, porque soy poco ambicioso. Lo mío es un twitter de mesa-camilla.
Hace meses me reincorporé a esta red social. Me había desborrado porque no me adaptaba al medio. Se me estaba poniendo cara de especie en peligro de extinción, aún más, quiero decir. Finalmente, el día de navidad me puse en pie delante del ordenador y me dije que era hora de volver. "Vuelvo a twitter por Navidad" fue mi tuit de regreso. Fue saludado con el ninguneo más grande de la historia de twitter... hasta que caí en la cuenta de que nadie podía haberlo visto porque no tenía ningún seguidor. En fin. La cosa empezó mal y ha ido a peor. Llevo 29 tuits en tres meses, y eso sobreactuando. Algunos de ellos son verdaderamente memorables, aunque haya tenido que consultarlos porque no recordaba ni uno. No los pongo aquí por no fardar, y para que no digan que me he pasado un artículo hablando de mi mismo. Cuánta falta de elegancia.
De hecho, he pensado seriamente... bueno, seriamente, seriamente... la verdad es que ni siquiera lo he pensado: se me ha ocurrido crear una asociación de tuiteros incomprendidos. Sólo hay que demostrar tener menos de 15 seguidores. Si tienes más de 14 es que no has fracasado tanto como yo, que soy la medida del fracaso por excelencia. O por antonomasia, que no suena tan contradictorio. Los fines de la asociación serían establecidos mediante un acuerdo entre todos los miembros, una vez que hubiésemos contactado online. Nos agregaríamos unos a otros, pues no se me ocurre cosa más triste que esa: fracasados y desconocidos que se siguen entre sí unidos por su miseria. Ummmm, la cosa tiene su aquel. Es más, deberíamos dejar de seguir a nuestros contactos con más seguidores y quedarnos solo con los fracasados. Hasta crear, poco a poco, un ejército de tuiteros de la mano de Dios que se acabe convirtiendo en el último bastión de una raza de titanes.