Beatriz Suárez-Vence Castro
Los cordones
Mientras esperaba mi turno para renovar el DNI en una sala abarrotada de gente, me fijé en un señor de aproximadamente 80 años que estaba sentado frente a mí. Unos diez minutos después llegó, apurado, llevando un maletín, un hombre más joven que lo saludó y se quedó de pie a su lado. No me fijé más en ellos hasta que un movimiento del hombre más joven llamó mi atención: Dejó el maletín en el suelo y se agachó para atarle los cordones al hombre mayor, seguramente su padre. Parecía que hubiese pedido tiempo en el trabajo para salir a realizar gestiones. En este caso, ayudar a su padre con unos trámites que él solo no habría podido realizar.
Cuando somos niños hay una serie de cosas que deseamos poder hacer como los mayores: vestirnos solos, aprender a andar en bicicleta, ir en ascensor, poner la firma al final de un texto.. Y ensayamos y ensayamos hasta que conseguimos llevarlas a cabo. Atarnos los cordones de los zapatos sin ayuda es uno de esos grandes logros para el niño, que ve realizado su deseo de empezar a valerse por sí mismo. Son pequeños pasos hacia la independencia.
De adultos, no damos importancia a esas acciones porque las realizamos de forma mecánica, sin reparar en ellas. De mayores, volvemos a ser conscientes de lo que suponen y cuando necesitamos ayuda para hacerlas, nos damos cuenta de que hemos empezado otra etapa, esta vez hacia la dependencia.
Aquellos dos hombres eran el ejemplo de cómo vamos completando ciclos. Los hijos dependen de los padres hasta que los papeles se invierten y son los padres los que dependen de sus hijos. Es un momento duro en la vida de todas las personas. Implica por parte del hijo, ceder tiempo y ser muy paciente. Para el padre, supone la aceptación de que ya no puede hacer las cosas solo y debe dejarse ayudar.
Cuando hablamos de conciliación laboral casi siempre nos referimos a poder cuidar de hijos pequeños. Pero la esperanza de vida ha aumentado tanto que raro es el hogar en que no hay un anciano. Ellos también necesitan cuidados y ayuda. Se sienten más solos que los niños porque estos, cuando dejan de ser bebés y ya no necesitan tantos cuidados, van al colegio y salen al mundo. Pero el anciano ya está de vuelta y no es tan fácil para él ocupar su tiempo. Mientras el niño comienza a hacer amigos, el anciano va despidiéndose de los suyos, y eso le produce tristeza. Por eso además de cuidado, necesita compañía. Duerme menos y el día se le hace muy largo.
Aunque sigan siendo personas activas, las personas mayores no pueden realizar muchas de las actividades que antes realizaban sin problema. Los centros de día y las residencias son una ayuda, pero la mayoría de ellos prefieren permanecer con su familia mientras sea posible.
Por eso, el gesto del hijo adulto atando los zapatos al padre es mucho más que un simple acto cotidiano. Implica atención, cuidado, comprensión y cariño. Desprende la fuerza que poseen los detalles pequeños, aparentemente insignificantes.
En la película Mientras dormías, protagonizada por Sandra Bullock en el año1995, una mujer se enamora de un hombre al que observa coger el metro todos los días. Cuando por fin se conocen y hablan, ella le cuenta que le ha visto hacer cosas heroicas como ceder su asiento en un vagón lleno de gente. El hombre, sorprendido, responde que ceder un asiento no es nada heroico. El personaje de Sandra, la mujer enamorada, contesta finalmente: "Sí. Lo es para la persona a quien se lo has cedido".