Beatriz Suárez-Vence Castro
Toros y caza
La prohibición de las corridas de toros nunca me ha parecido un tema tan sencillo como decir no al maltrato animal.
Alrededor del toro se ha tejido, en España, una infraestructura que da trabajo a muchas familias: ganaderos, empresarios de plazas, toreros, cuadrillas; mucha gente ha vivido durante años de las corridas de toros. Y que toda esa gente tenga que renunciar su trabajo, quizá a lo único que sabe hacer, me parecía un motivo de suficiente peso como para no manifestarme antes a favor de la prohibición de las Ferias Taurinas.
No quiero ser una radical de nada e intento ponerme en la piel de los demás antes de opinar; considerar todos los puntos de vista. Lo mismo me ocurre con la caza. Independientemente de que a mí no me guste y de las atrocidades que muchos cazadores cometen. De éstas, tengo la prueba en mi perra, ciega del ojo derecho por un disparo y con el cuerpo lleno de perdigones. Tiene también alojado un balín en su pata trasera izquierda, que está atravesada desde la mitad hasta la pezuña por una gran cicatriz. Para rematar la faena le rebanaron la punta de su oreja izquierda con un cuchillo, lo que constituye un código entre ciertos cazadores para etiquetar a los perros "sin aptitudes para cazar".
Con todo y con eso, conozco también cazadores que tratan a sus perros como compañeros y, por otro lado, me parece magnífico el trabajo de campo que realizan los perros. Se les ve realmente felices cazando. Me parece espectacular como corren, cómo detectan la pieza, la señalan y cómo, obedeciendo las órdenes del cazador, la marcan o la cobran.
Las razas cazadoras siempre lo van a seguir siendo aunque con el tiempo y la falta de práctica se atrofie su instinto y puedan ser, la mayoría, excelentes animales de compañía. Siempre van a necesitar, sin embargo, grandes dosis de ejercicio para compensar la falta de actividad cazadora.
Muchos de los textos más bellos y emotivos sobre perros los han escrito grandes cazadores, como Miguel Delibes, quien conocía y trataba a sus perros como familia. De sus líneas se desprende una enorme complicidad y cariño por los compañeros de cuatro patas.
A pesar de tomar todo esto en consideración, no logro entender la práctica de matar animales, de la especie que sean, únicamente como pasatiempo.
La caza tenía sentido cuando era esencial para la supervivencia; incluso podría entenderse cuando un animal se reproduce exageradamente y desequilibra el ecosistema, dando lugar a una plaga. Pero actualmente se ha convertido en un deporte, en el que incluso cuando no hay animales suficientes se hacen sueltas, única y exclusivamente para poder cazar. No me parece que eso sea respetar el equilibrio natural.
Me resulta especialmente incomprensible la caza mayor. Que alguien sea capaz de sostener la mirada de un animal tan bello como el ciervo y descerrajarle luego un tiro en el medio de los ojos es, en mi opinión, incompatible con la mínima sensibilidad requerida en un humano.
En cuanto a la Fiesta Nacional, que a mí no me parece ni que sea una fiesta ni que represente mi nacionalidad, entiendo que se podrían buscar alternativas para no dañar a las familias que subsisten gracias al toro. No todas poseen cortijos ni son millonarias y la prohibición supondría un perjuicio económico para ellas.
Quizá, podrían mantenerse las ganaderías sin criar exclusivamente toros de lidia. Las plazas podrían explotarse para otros espectáculos y en cuanto a los empleos relacionados con la Fiesta: mozos de espadas, banderilleros, utilleros, etc, su destino parece más incierto pero estoy segura de que, con buena voluntad política, se les podría ofrecer otra manera de ganarse la vida. A las personas que desempeñan estos trabajos, por carácter, también les resultaría complicado y tendrían que estar dispuestos a cambiar. El mundo del toreo, más que un conjunto de profesiones, es una filosofía de vida.
En cuanto a los toreros, los ya consagrados, entiendo que han obtenido, con lo que llevan ganado en la Ferias de toda España durante tantos años, unos ingresos importantes. Los que están empezando, en lugar de tomar la alternativa en una plaza donde se van a matar animales con premeditación, alevosía, ensañamiento y jaleo, pueden decidir perfectamente otra alternativa para su vida, sin que la palabra pueda venir mejor al caso.
Soluciones hay para que nadie se quede sin ingresos si se suspenden las Ferias en España. Tengo amigos aficionados a la Fiesta a los que respeto y quiero, aunque no comprenda su afición, que se llevarían un gran disgusto si no hubiese más corridas y que probablemente estén hartos de artículos como este. Pero el disgusto les durará un tiempo porque tienen cosas más importantes en la vida que los festejos taurinos. También es cierto que yo tengo cosas, seguramente más importantes sobre las que escribir, pero la actualidad manda en quienes tenemos el privilegio de opinar desde los medios y no podía dejar pasar otra Fiesta de la Peregrina sin expresar mi apoyo a quienes luchan por la abolición de los Festejos Taurinos.
No soy de manifestaciones en la calle, a pesar de que he acudido a alguna cuando era más joven. Me agobian las multitudes y el ruido, sobre todo los berridos a través del inevitable megáfono. Tampoco me hacen gracia las banderas y pancartas, aunque reconozco el ingenio de algunos eslóganes y por supuesto, las respeto, siempre que no sean violentas.
Entiendo que cada uno hace llegar los mensajes cómo y cuándo quiere, si tiene la oportunidad de hacerlo. Por eso, agradezco tanto este rinconcito semanal de palabra escrita que utilizo como vehículo para compartir lo que me ronda por la cabeza y reivindicar lo que me parece justo. En esta ocasión, unas Peregrinas sin corridas de toros, el único evento del Programa de Fiestas al que nunca he acudido.
Prefiero unas Fiestas sin sangre.