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Prevención de riesgos laborales: el anómalo caso de los toreros
Uno de los dos famosos hermanos Francisco Rivera, el mayor concretamente, ha sufrido recientemente un accidente laboral. En lo que al hermano pequeño respecta no tengo yo claro de qué trabaja ni cómo cotiza; el mayor es un currante englobado en cuanto a sus relaciones de trabajo en el Convenio Nacional Taurino, que estaba desempeñando su trabajo en una plaza de segunda cuando sufrió un accidente laboral que lo envió a la UCI.
Afortundamente para él, y para las estadísticas de los accidentes laborales en España, parece que su recuperación es satisfactoria.
El mundo del toro tiene el accidente con riesgo personal tan asumido que en las corridas con uno o dos espadas se ha habilitado la figura del sobresaliente, una suerte de sustituto de los que se hayan accidentado durante la lidia, bien dispuesto a accidentarse a su vez con el mismo animal que ya ha mandado a la enfermería pocos minutos antes a un compañero de igual (o mayor) pericia profesional.
Para los toreros levantarse y seguir toreando no es una cuestión de pasión por el arte, épica y mística…, sobre todo, es una cuestión de economía actual y caché para temporadas posteriores.
Torear en 37 plazas les hace matadores de Grupo A, cobran más (solo en concepto de gastos generales hay 1.500 euros de diferencia por corrida) y están obligados por Convenio Colectivo a mantener una cuadrilla fija de 7 personas durante toda la temporada: Alejandro Talavante, David Fandila “El Fandi”, Enrique Ponce, Francisco Rivera Ordoñez, Iván Fandiño, José Mª Manzanares, Juan José Padilla, Julián López “El Juli”, Miguel Ángel Perera y Sebastián Castella son el grupo de los elegidos esta temporada.
Maś de 13 actuaciones y menos de 37 les ponen en el Grupo B. Como los tenistas, lo que puedan ganar esta temporada está muy condicionado por su desempeño en la anterior. El matador opera (ya sea como persona física o a través de una empresa) como jefe de cuadrilla con el que contrata el empresario taurino. Dejar pasar semanas sin torear supone perder mucho dinero en lo que a ingresos como matador se refiere, y hay obligaciones que atender. En el caso de Francisco Rivera, sospecho que los derechos de imagen le resuelven esos problemas.
Hablar de prevención de riesgos en el mundo del toro es un absoluto despropósito. La base de la prevención es eliminar el riesgo y la base del toreo es arriesgarse.
Pocos uniformes de trabajo son menos apropiados para enfrentarse a un animal de 500 kilos con pitones bien armados que unas zapatillas de andar por casa negras, dos pares de medias (unas blancas y otras de color), unos leggins con faja tipo pirata sujetos con tirantes, una chaqueta, una camisa, una corbatita y una montera. Todo ello con bordados y en colores vivos. Unos 5 kilos de peso en ropa.
Además, portan alternativamente para enfrentarse directamente al animal dos manteles de tela (capote y muleta) que no ofrecen ninguna resistencia especial al envite de un toro, y que, además, el trabajador ataviado con un EPI (Equipo de Protección Individual) tan poco apropiado se encarga de enfurecer. Y, después de bien enfurecido, cansado y picado, le clava una estoque. Lo más normal, que el toro intente defenderse.
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