Manuel Pérez Lourido
El debate a cuatro
El debate preelectoral de anoche ha puesto en evidencia sospechas bien encaminadas. La primera es que, vendiendo motos, tenemos a unos profesionales capaces de exhibir el género con desparpajo aunque empiecen nerviosos y envarados. Uno no se explica cómo puede ser que se nos venga siempre a la mente lo que cantaba Manolo Tena: "tengo una moto estropeada y tengo un coche que no anda".
Comparecieron Pedro Sánchez y Albert Rivera de traje y corbata y ahí ganó el sastre de Sánchez. Aunque se lo dejó tan ajustado que estuvo un tanto rígido toda la noche y le salió una risa cuasi sardónica que lo empujaba a interrumpir continuamente (o era al revés, y las interrupciones lo impulsaban a reírse). El vestuario del catalán pecó de lo contrario: le quedaba tan flojo que Rivera no paró de bailotear dentro de él. Fue el que más se agitó sin apenas moverse, el que más se sacudió los hombros y el que más se agarró el dedo meñique de una mano con la otra. La nariz ni se la tocó, tal vez temiendo que Monedero estuviese grabando la emisión.
Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Iglesias iban más informales. Taconazos de aguja, pantalón ceñido y chaqueta -abrigo ella (una prenda nueva que me he inventado) y la pinta de siempre él. Iglesias perdió una gran ocasión de ponerse traje y corbata y petarlo: enloquecer al realizador, colapsar los teletipos y desviar la atención. Total, no va a ganar las elecciones, como no se cansó de recordarle Pedro Sánchez.
El primer zasca del largo debate fue cortesía de Rivera cuando mentó a "la vieja izquierda" "y la vieja derecha" intentando situarse en el centro, o en la nueva derecha, o en la nueva izquierda: no se sabe, ni él quiere que se sepa.
Soraya justificó su presencia aludiendo a que eran "un equipo". Suelta datos de empleo, que se estrellan contra el suelo y provocan categóricos meneos de cabeza de Rivera diciendo "nanai". Los demás se ceban con los datos del paro. Soraya contraataca: cómo se nota, muchachetes, que no estaban ustedes aquí hace cuatro años. Hemos tenido que limpiar lo que ensució Zapatero. Hemos evitado el rescate. Salta entonce Sánchez a decir que no sólo hubo rescate, sino que hubo Rodrigo Rato y el caso Bankia.
A todo esto, Rivera no deja de gesticular mientras los demás hablan, Iglesias se agarra a un boli (Bic, por supuesto) y se ponen a hablar de impuestos.
Sánchez le suelta un guantazo a Iglesias: Tsripas, Grecia. Lo hace mientras interviene Iglesias, pero es que Pedro ya está echado al monte, como en los dibujos de Heidi. Luego dice que Podemos no sabe lo que quiere y que él es más guapo. Soraya le reprocha a Sánchez que tuvieran que cubrir las deudas del PSOE. Tomas y dacas. Iglesias presume de los datos económicos de Barcelona y Cádiz con los suyos.
Siguiente tema: educación. Aquí están todos de acuerdo en que hay que alcanzar acuerdos. Tiene que oler a porro en el plató, no hay otra explicación. Hemos estado haciendo el gilipollas desde 1978. Iglesias habla de escuchar a padres, profesores y alumnos, pero no le escuchan.
Pensiones: renovar el pacto de Toledo. Todos de acuerdo.
Corrupción: aparecen Bárcenas y los SMS que son contestados por Soraya con los ERES.
"Sé fuerte" agita Iglesias y Soraya grita: ¡Monedero, saca el monedero!
Sánchez asegura que va a "endurecer las puertas giratorias", no aclara si con titanio o acero.
Iglesias propone una moción de confianza al presidente a mitad de legislatura. Silbidos hacia arriba.
Sánchez, en barrena, se pone a defender a Felipe González. Soraya, que gobierne la lista más votada (la canción del verano del PP, y del otoño y del invierno...)
Se echan pestes contra el Senado y/o el modelo de Senado; Rivera defiende la reforma de la ley electoral. Habla de listas abiertas. Iglesias sonríe embelesado.
Con el tiempo todos están más relajados. Rivera se atreve a citar a Albert Camus, tal vez como compensación por no haber leído a Kant. Y para hablar de Catalunya. Sánchez explica, por fin, cómo sería el estado federal, pero resulta imposible encontrar la diferencia con lo que hay ahora.
Violencia de género: todos de acuerdo otra vez. Soraya, desafortunada, recomienda a las jóvenes que no se dejen controlar móvil y horarios por sus parejas. Suena a charla de la Asociación de Amas de Casa (con mi respeto).
Y tras esto caí en un estado de letargo insuperable. En cuanto a los moderadores: Vicente Vallés incisivo pero siempre correcto, el mejor cuantos hablaron anoche. Ana Pastor en su línea de bordear el borderío.
Así fueron las cosas, en cierta manera, y sería estupendo que les guste cómo se lo hemos contado.