Milagros Bará
Salta, salta, salta pequeña langosta
Así empezaba la canción de no sé quién, pero todos la cantamos y hoy está más de actualidad que nunca. ¡Quién fuera langosta para sortear el tráfico de Pontevedra!. Al planificador de direcciones se le debió secar el cerebro después de decidir el cómo. Ya hemos comprobado, por encuestas a pie de calle, que nadie quiere venir a Pontevedra porque aparcar en el estupendo parking del pabellón, que por cierto debería de salir en todos los documentales sobre... esa ciudad de Torrente Ballester, esa ciudad de ensueño en la que siempre luce el sol y los viandantes caminan a cámara lenta con la sonrisa propia de quién se ha dejado puesto el consolador, pues ese pedazo de parking parece sacado de un capítulo "El último superviviente" de Bear Grylls.
Aparcamiento que, estos días y como casi siempre, debe estar convertido en un auténtico lodazal, ideal para practicar deportes extremos. Los coches en Pontevedra tienen vida propia y se les ve desorientados dando vueltas en plan bucle a esa pedazo de ordenación viaria. Como hoy llueve, la ciudad se ha llenado de bicicletas cargaditas con la compra de Navidad y con los juguetes de los niños. Los ciclistas saludan a los niños y tiran caramelos. Este año los Reyes también saldrán de gira en su primer triatlón navideño: un ratito andando, después corriendo y al final en bicicleta haciendo las delicias de los más pequeños.
Hace unos días una amiga, que vive en Pontevedra, aparcó en Marín y se vino en autobús para comprar un microondas en la Plaza de Galicia. Así está el patio. Que en la ciudad haya menos coches es estupendo, pero con cierto orden y concierto. Pero aquí es a machete... una "prueba de Supervivientes" pero sin premio final. Dentro de poco oiremos "la voz del Super" por las calles dando indicaciones al respetable mientras se frota las manos planificando una nueva peatonalización. Pontevedra cada vez se parece más al Show de Truman. No nos olvidemos que los peatones de hoy en día, todos, repito... todos tienen coches.
Lo ideal para Pontevedra sería un metro como el de Londres, porque el plano ya lo tenemos, pero claro... entonces no habría gente por las calles... peatonales. Tenían que inventar de una vez la bici seiscientos. Esa bicicleta en la que cabe toda la familia, con cenicero para poder hacer algún que otro chiste, y con la que te vas todos los veranos de vacaciones al chalet de Torrevieja que te tocó en el 123.
En el siglo en que vivimos ya hay bicis con alas, como las compresas, y bicis voladoras, previstas para 2012 pero parece que se retrasan, que alcanzarán los cinco metros de elevación y con una autonomía de vuelo de tres a cinco minutos, más que suficiente para las dimensiones de una ciudad como la nuestra. Ya están tardando. Yo ya he encargado la mía... y tú ¿a qué esperas?