Manuel Pérez Lourido
De vacas y pactos
Los ganaderos gallegos, asfixiados por las deudas, están dejando morir cruelmente a sus vacas. Lo hizo uno hace un par de meses con cuarenta reses. Pongo el sujeto en plural, porque ya verán...
Si alguien pensaba que los ganaderos estaban en esto por amor a los bóvidos, que abra los ojos. Es como pensar que los empresarios se meten a empresarios para crear puestos de trabajo. Las vacas y los puestos de trabajo son males necesarios. Y si no véanse los ERES y léase sobre la situación de los pobres animales ahora que estar en Europa empieza a apretarnos. Ahora que nos retuercen los testículos, que es por donde nos han cogido. Nos dieron cuatro duros en una época que sobraban y fíjense las mierdas que hemos hecho con ellos, que no sabíamos si hacer aeropuertos para pájaros o macroedificios para el aire.
Mientras, lo básico, como por ejemplo la educación pública, la sanidad pública o las pensiones públicas, quedan en manos de partidos que no se entienden ni para gobernar. Ellos van a lo suyo, su prioridad es garantizar que su chiringo siga en pie aunque sea a costa de las prioridades comunes. Bueno, en un país donde el que hace cuatro duros pierde el sueño por averiguar dónde ha de llevarlos para tributar menos... y si usted piensa que yo también lo haría lo seguro es que USTED sí lo haría.
Este país necesita aprender a pactar. Hemos entendio el pacto como una forma más del chanchullo: un intercambio de intereses, la última expresión del pragmatismo político. En vez de poner el acento en los beneficios del pacto, el foco está sobre las posiciones que se entregan: nos restan votos, modifican nuestra imagen. Y ya no hablemos de las presiones de los sectores financieros y económicos ni de la soberanía vendida a Europa.
Por suerte, nos quedan las corridas de toros. A estos también los matan cruelmente, pero antes les sacan una pasta.