Manuel Pérez Lourido
Supercherías varias
Hace unos días entré en la web de esta santa casa y leí lo primero que vi delante. Se trataba de la detención por estafa del "Maestro Sisse", un senegalés que ofrecía sus servicios en prensa como vidente-curandero. Me pareció un tema excelente.
En primer lugar, yo habría detenido también a las personas que denunciaron al honesto estafador. Una vez que lees los detalles, te das cuenta de que ejercicía su trabajo a conciencia, sin ocultar nada. Ni siquiera ocultaba su absoluta carencia de poderes paranormales, puesto que todo el mundo sabe que estos no existen. Cobraba 30 euros en la primera consulta y luego diversas cantidades que decía "apostar a los espíritus" para que solucionasen el problema. Los metía en un sobre que el vidente hermetizaba. O sea, no solo daba pie a la invención de un verbo horroroso, sino que pretendía convertir en inviolable un sobre de papel. Por supuesto, prometía devolver las cantidades una vez que los espíritus hubiesen realizado el trabajo. Luego los espíritus le salían perezosos y no querían devolver la pasta. Rectifico lo dicho arriba: sí que ocultaba algo. Ocultaba su absoluta determinación de no reintegrar aquel dinero y de no leerle la cartilla a los espíritus por ser tan informales.
Vamos a ver: les estaba diciendo a gritos a sus clientes que se trataba de un estafador, que dejaran de confiar en él, que se fueran con su dinero a otra parte.
Sólo la inmediata detención de todo aquel que caiga en tan burdas trampas y su ingreso en un centro sanitario para restituir en lo que se pueda el sentido común ausente puede evitar la proliferación de este tipo de negocios.
Siempre me han hecho gracia estos simpáticos miserables que se aprovechan de los simpáticos incautos que deciden no hacer uso de la sesera durante algún tiempo de sus vidas. De pequeño recortaba anuncios del periódico en los que se vendía la buena suerte que proporcionaba una pequeña figurita de Buda. "Frote el buda" decían el texto, como consejo ante cualquier revés de la vida (como la regresión súbita al invierno o ser víctima de un senegalés estafador). Luego pegaba con celo el recorte en el cabecero de la cama de alguno de mis hermanos pequeños y se partían de risa. En realidad pretendía inmunizarlos contra estos trucos baratos, librarles de futuras estratagemas malvadas de las que está plagada la existencia, evitarles disgustos, salvarles del mal... era una época de mucho estrés para mí.
Ahora ser hermano mayor ya es algo mucho más llevadero. Ahora los padres tienden a ejercer tal sobreprotección sobre los hijos que los mayores, de haberlos, se pasan el día haciendo putadas a sus hermanos para que se vayan curtiendo. Aunque creo recordar que esto también se hacía antes, por motivos menos altruistas...