Félix Hernáez Casal
De euros, escudos y demás desprecios
Hace más de siete años el Pontevedra CF atravesó por un pequeño terremoto social tras anunciar la entidad (por aquel entonces presidida por Nino Mirón) la decisión tomada de forma unilateral de cambiar radicalmente el escudo del club y convertirlo en algo parecido a una señal de tráfico de prohibido adelantar.
A pesar de que enseguida salieron algunas voces afirmando que las SAD son las SAD (es decir propiedad de un dueño omnipotente ante el cual nada puede hacer la incauta multitud de plebeyos), lo cierto es que una gran cantidad de abonados y aficionados granates manifestaron expresamente su indignación ante el atropello que el club quería realizar contra uno de los emblemas más importantes que posee un equipo de fútbol. Tal fue la que se acabó montando en torno a las intenciones de la entidad que el Consejo de Administración de entonces tuvo que ceder y someter a votación entre la masa social los profundos cambios que se querían acometer en el escudo.
Ese “referéndum popular” se llevó a término con ocasión de uno de los encuentros que el Pontevedra CF debía disputar como local y como se preveía venció por aplastante mayoría dejar el escudo tal y como estaba.
En aquella ocasión a la gente no sólo le enfadó el diseño discutible ideado por el Consejo sino sobre todo el hecho de que por los dirigentes del club se hubiera tomado una decisión del tal calado sin considerar conveniente consultar el tema con aquellos que tenían mucho que decir sobre tal controvertida cuestión, es decir, los aficionados. Fue una pequeña victoria (muy pequeña según algunos) pero que contribuyó decisivamente a que no se pisotease un emblema del club.
Por desgracia, esta forma de actuar caprichosa y arbitraria es común en el mundo del fútbol. Hay un equipo muy grande en nuestro país que desde hace muchos años está gobernado por dirigentes que hacen de esa arbitrariedad y capricho un “modus operandi”, el club Atlético de Madrid.
Ríos de tinta se han escrito acerca de la conversión en SAD de esta entidad llevada a cabo en 1992 y que ha provocado que desde entonces el que esto escribe se refiera a las dos cabezas visibles de la sociedad como “los prescritos”.
Han hecho de todo y sumido al equipo en la más profunda de las mediocridades deportivas hasta que llegó una persona que volvió en la medida de sus posibilidades a dotar de orgullo y grandeza a un club que nunca debió perderla.
Pero para no desviarnos demasiado del tema (pues de “giladas” y cerezadas” se podrían llenar cientos de folios), me gustaría que supieran que el pasado día 9 se dio a conocer el nombre del nuevo estadio del Atlético de Madrid situado más o menos en el sitio en el que Cristo perdió su nombre. “Wanda metropolitano” se llamará el “bebé”, denominación en la que se mezcla el grupo inversor chino que desde hace tiempo mete algún dinerillo en las arcas de los “prescritos” y un toque de nostalgia al aparecer la mención al estadio en el que el Atleti jugaba sus encuentros antes de la construcción del Vicente Calderón.
Es de esperar que la sabiduría popular acabe por bautizar al nuevo campo sólo con su segundo nombre y se deje el primero para aquellos medios de comunicación que nada o casi nada han denunciado sobre la oscuridad de la operación que ha dado al traste con el Calderón y que recitarán lo de Wanda en sus programas y periódicos a medias entre la obligación impuesta por los “prescritos” y esa irritante hilaridad que deslizan cada vez que hablan de un equipo que gracias a Diego Pablo Simeone ha sido campeón de Copa, de Liga y dos veces subcampeón de Europa en los últimos tres años.
Pero lo que me ha motivado a escribir esta columna no ha sido el “bautizo” de ese estadio (al que por cierto a día de hoy no se sabe como llegarán los abnegados aficionados colchoneros pues carece por completo de los accesos que una entidad con esta numerosa masa social requiere y exige) sino la sorpresa final que entre chino y chino tenía preparada el Consejo de Administración del Atlético para su gente.
Y es que “a la pontevedresa” se han sacado de la manga estos señores una modificación importante del escudo de la entidad para según ellos adaptarla a los nuevos tiempos. No se trata de leves cambios o una variación modesta sino un verdadero estropicio en el escudo que incluye incluso un cambio de ubicación de la osa y el madroño con respecto al emblema de la Villa de Madrid en el que se inspiraba el del equipo de fútbol.
Como en el Atleti son así, antes de “dar a luz” al nuevo escudo aderezaron la cuestión con un vídeo (en el que curiosamente no aparece Simeone) para recordar la importancia crucial que un escudo tiene para la afición de un club de fútbol. Que si es el abrigo de los sentimientos, que si es lo que une a todos los rojiblancos…para a renglón seguido enseñar este nuevo símbolo que firmaría el mismísimo Capitán América sin haber realizado la más mínima consulta a los abonados de la entidad.
La cuestión no es ya que el nuevo escudo se parezca más al que presidiría cualquier camiseta no oficial del Atlético instalada en un escaparate de una tienda con productos chinos (completando así el círculo con el grupo Wanda) sino que la decisión se haya tomado por las bravas y porque ellos lo valen sin tener en cuenta en ningún instante a aquellos que sostienen los colores rojiblancos en su pecho y en su corazón.
Le quedan meses al ya añorado antes de irse Vicente Calderón. No le queda mucho más (es una intuición personal) al Cholo al frente del banquillo rojiblanco. Los que me conocen saben que me encantaría errar en esta predicción pero me da la impresión de que vienen nubes negras para el futuro a medio plazo del Atlético.
Pero eso sí, el flamante nuevo escudo presidirá desde el año que viene las camisetas del equipo y abrirá infinitas puertas comerciales en China, Mongolia, Birmania y demás países. Quizá de esta manera Diego Costa deje de meter goles a porrillo en Londres y vuelva a meterlos en el sitio al que quería regresar. Porque como dice Cerezo los jugadores juegan donde quieren.
O NO?