José Benito García Iglesias
El ferrocarril, la Estación Vieja y los hoteles de antaño
Un hecho de vital importancia para la ciudad fue la llegada del primer ferrocarril procedente de Redondela, esto sucedió en mayo de 1884. Según nos narra la prensa de la época se presentó en la estación sin previo aviso y ante la sorpresa del concurrido público una locomotora y un furgón de cola que estaban realizando las últimas pruebas en la línea.
Con tan importante acontecimiento quedaba inaugurado el servicio ferroviario el 30 de junio de 1884. La estación y sus aledaños estaban atiborrados de gente de la ciudad y de las localidades vecinas. La banda del Hospicio y la banda militar de Murcia recorrieron las calles que se engalanaron para la ocasión, se cerró el comercio y las bombas tronaban desde primeras horas de la mañana.
La realización de esta y otras obras con la consiguiente construcción de un puente, casi paralelo al de La Barca, para vadear el río, supuso la pérdida de identidad de A Moureira. Esto marcaría el principio del fin del entrañable barrio marinero.
A partir de ese momento comenzaría una nueva etapa para nuestra ciudad subida al "tren" del progreso y la modernidad, con todo lo que suponía contar con la línea férrea y con una estación de ferrocarril. Recordemos que así como Pontevedra fue la segunda ciudad de España en contar con alumbrado público eléctrico, fue una de las últimas a las que llegó el ferrocarril y esta era una cuestión muy demandada por la ciudadanía.
Fue la estación la que contribuyó a proporcionar un impulso económico a la vida comercial pontevedresa. En el ferrocarril llegaban gran cantidad de mercancías con las que se abastecía la ciudad, incluso muchas eran trasbordadas al tranvía de vapor que cubría el trayecto de Pontevedra a Marín para ser embarcadas en el puerto.
Fomentó también la expansión de la ciudad con el trazado de calles que hacia ella se dirigían y en las que se emplazaban la mayor parte de los hoteles y las fondas, lugares de descanso y hospedaje para los transeúntes y forasteros.
Así como en épocas pretéritas, cuando los carruajes y diligencias tenían su parada en la plaza de la Estrella y era en esa zona donde se concentraban las fondas y casas de huéspedes, cuando se construyó la estación del ferrocarril, en la actual Plaza de Galicia, conocida aun por muchos pontevedreses como la "Estación Vieja", fue en las inmediaciones de este lugar en donde comenzaron a ubicarse los hoteles de la ciudad.
Así teníamos el Palace Hotel, justo dando frente a la estación, situado en la esquina de la Plaza de Galicia con la calle Andrés Muruais.
El Hotel Engracia, considerado como uno de los mejores hoteles pontevedreses por su amplitud, su servicio y por la categoría de los huéspedes que a él acudían. Doña Engracia era la que daba el nombre y el prestigio a la casa. Se situaba en la llamada Cuesta de la Estación y que hoy es la calle Andrés Muruais, cuando se demolió el edificio en su solar se construyó la sede social del Casino Mercantil y que hoy ocupan las oficinas del Catastro.
Hoteles de inferior categoría eran La Nueva Estrella, situado en la esquina de las calles Andrés Muruais y Andrés Mellado y que todavía se conserva el edificio, durante años una conocida ferretería se ubicaba en sus bajos; y el Hotel Madrid que todavía perdura aunque ocupando un edifico distinto al que tenía en aquellos tiempos y que se encontraba y encuentra en la calle Andrés Mellado.
Algo más apartado, en la Plaza de San José e inaugurado el 12 de abril de 1888, se encontraba el Hotel Méndez Núñez, con su restaurante y salón de reuniones, levantado en la convergencia de las calles que conducían a la estación y en las que tenían parada y fonda los coches de punto y línea.
Y aunque se encontraba algo más distante de la estación ferroviaria, también tendríamos que mencionar el Hotel Progreso, situado en la calle Progreso, hoy Benito Corbal, en la esquina con la calle Pérez Villamil, en el lugar donde se levanta un edifico y que en sus bajos hay una conocida tienda de ropa. Este hotel junto con el Méndez Núñez, Palace y Engracia conformaban los de mayor renombre de la ciudad.
Debemos recordar que para los pontevedreses de aquella época la relación con los hoteles era mucho más estrecha y cotidiana, ya que a ellos se solía acudir para la celebración de banquetes y fiestas, eventos que mayormente ahora se celebran en los restaurantes.